El Mundo Primera Edición - La Lectura

“No hay nada más castizo que la corrupción de los políticos”

Tomás Marco Álvaro del Amo

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y firman la partitura y el libreto de ‘Policías y ladrones’, un encargo del Teatro de la Zarzuela adaptado a las nuevas posibilida­des de un género que vuelve a llamar a las puertas (giratorias) del presente

Han pasado más de cuarenta años desde el último estreno de una zarzuela en el teatro de la Plazuela de Jovellanos. Un lapso incomprens­ible para los aficionado­s, pero también para los creadores y artistas del gremio, que darán por zanjado, si nada se lo impide, el compositor Tomás Marco y el escritor Álvaro del Amo, autores al alimón de Policías y ladrones, que elevará el telón esta tarde en el Teatro de la Zarzuela. En sus largas caminatas por el Paseo de Rosales, Marco y Del Amo, compañeros de carrera y amigos, también quintos (de 1942) y madrileños «de buena fe», además de críticos musicales en las páginas de EL MUNDO, fueron dando forma y sentido a una zarzuela inequívoca­mente contemporá­nea que enfrenta al público con los males endémicos de nuestro tiempo, esto es, la corrupción y sus derivados. Una huelga se llevó por delante el estreno, previsto para 2018, y dos años después la pandemia volvió a interponer­se entre la obra y el público. Pase lo que pase en esta tercera intentona, a sus 80 años, Marco y Del Amo ya se sienten, dicen, vencedores.

TOMÁS MARCO. No creo en los complots, ni soy superstici­oso. Pero tampoco las tengo todas conmigo. Pienso en la erupción de un volcán en la calle Moyano o en los retos de un satélite chino cayendo sobre la Gran Vía... A todo se acostumbra uno. Y ya nada nos sorprende.

ÁLVARO DEL AMO. Parafrasea­ndo al personaje aquel de Rufufú de Monicelli, yo he descartado a priori cualquier maldición. Pasan demasiadas cosas a nuestro alrededor como para transigir con las tragedias cotidianas.

T. M. Ha sido más bien una concatenac­ión de casualidad­es. La primera vez que se canceló había latente un conflicto político [el intento, finalmente frustrado, de fusión del Teatro Real], algo que no se debería haber hecho y que acabó filtrándos­e de la peor de las maneras, con el consecuent­e cabreo del personal...

Á. A. A mí me preocupaba que, con tanto atraso, el argumento del libreto, la corrupción política, perdiera vigencia, que la actualidad se enmarañara de tal modo que nos resultara ajena.

T. M. Es verdad que ya nadie habla de las tarjetas black, pero ahí está La Vistosa Señorita que funda un partido nuevo para romper con el bipartidis­mo… Eso, Álvaro, se nos ocurrió a nosotros antes de que sucediera.

Á. A. Y yo que pensaba que la relación compositor-libretista era análoga a la del director-guionista. Y no. La palabra al servicio de la música resulta mucho más gratifican­te. Digamos que tiene más peso en el resultado final.

T. M. Por ejemplo, en el coro de los políticos, para el que te inspiraste en El rey que rabió... Quizá esté mal que yo lo diga, pero es una escena que funciona maravillos­amente bien.

Á. A. Mucha gente me pregunta a qué suena esta zarzuela. Y la verdad, Tomás, no sé qué contestarl­es. Porque hay de todo...

T. M. De lo que más tiene, Puccini, es a lo que menos suena. Siempre he admirado la capacidad de este compositor para integrar en un mismo estilo diferentes influencia­s, de Monteverdi a Schoenberg. En Policías y ladrones he recurrido a toda clase de técnicas, del bruitismo a la atonalidad, pero hay partes tonales, o más bien modales, incluso con cierto aire popular. Todo junto y bien revuelto.

DERECHO A NO EJERCER

Á. A. Es curioso que estudiáram­os juntos Derecho y que ninguno llegara a ejercer. Fíjate que aquellos años de facultad han tenido por fin su recompensa en esta zarzuela, que habla de las normas y de los deberes como base de la convivenci­a.

T. M. A mí el Derecho me ayudó, como decía Stendhal, a ser más riguroso con el lenguaje. Pero para eso no necesitas un título universita­rio sino leer, leer compulsiva­mente, como he hecho yo desde pequeño. Tanto libros como partituras.

Á. A. Aunque yo no leo partituras, la música ha estado muy presente en mi formación. Mi padre era un gran aficionado al jazz y mi abuelo me ponía óperas de Wagner en lugar de leerme cuentos. A la zarzuela llegué más tarde. Porque es un género que se rige por sus propias reglas. Muy particular.

T. M. Policías y ladrones es una zarzuela porque no es una ópera, así de simple. Tiene partes habladas, números musicales cerrados y todo gira en torno a un tema de actualidad. Más que una copia de lo que se hacía en el siglo XIX, esto es un equivalent­e adaptado a nuestro tiempo. Á. A. Queríamos que la obra fuera dinámica y divertida, irónica y popular, sin renunciar a un sentimenta­lismo de buena ley. T. M. Ha sido muy difícil mantener el tono de un argumento tragicómic­o con toques de suspense y hasta me atrevería a decir que de thriller, pero sin caer en lo vulgar ni tampoco en la crítica demoledora. Porque se trata, a fin de cuentas, de que el público pase un buen rato.

GIROS, QUIEBROS Y ALUSIONES

Á. A. Estoy de acuerdo. Y añadiría que ésta es una zarzuela genuinamen­te madrileña, en la que la ciudad tiene un efecto aglutinado­r, como resumen y síntesis de todo lo que es España. En ese sentido, podemos afirmar que no hay nada más castizo que la corrupción de nuestros políticos [carcajada].

T. M. La naturaleza imita siempre al arte, así que nosotros nos inventamos personajes que han acabado existiendo. Claro que ninguno se dará por aludido. Eso lo tengo clarísimo.

Á. A. Es que las puertas giratorias van fatal para la memoria. Una vez las cruzas, ya no te acuerdas de quién eras...

T. M. Además de como metáfora, las puertas giratorias nos han venido muy bien para montar una escena muy complicada, la del quinteto, un concertant­e de estilo renacentis­ta.

Á. A. Yo no sólo no conozco las puertas giratorias, sino que tengo el raro mérito de no haber recibido ningún premio en mi vida [risas]. He sido aspirante, nominado y hasta finalista, pero nunca ganador. Al final he terminado desarrolla­ndo cierta resistenci­a al reconocimi­ento...

T. M. Lo que, por supuesto, no quiere decir que no leamos las críticas, ¿verdad?

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EL COMPOSITOR TOMÁS MARCO (IZQUIERDA) Y EL DRAMATURGO ÁLVARO DEL AMO

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