El Mundo Primera Edición - La Lectura
El laberinto de las etiquetas
Por José Luis Temes
Álvaro del Amo y Tomás Marco han etiquetado como «zarzuela» (o como «zarzuela contemporánea», para ser más exactos) este Policías y ladrones que tanta expectación ha despertado. El debate estaba servido desde el primer día. ¿Una zarzuela en el siglo XXI? ¿Tiene sentido tal cosa? ¿El otrora iconoclasta y vanguardista Tomás Marco –ambos adjetivos le son discutibles, pero no es éste el lugar– componiendo una zarzuela?
Marco ha gustado siempre de moverse en la ambigüedad de los géneros escénicos. Desde Cantos del pozo artesiano, que para él es, según subtitula la partitura, un «drama imaginario», a Jabberwocky, divertidamente denominado como «galimatías vocal». Obras maestras como Segismundo o El viaje circular están catalogadas por el autor como «óperas de bolsillo». La ópera Selene disgustó a más de un aficionado conservador no tanto por el contenido en sí, sino porque Marco considerara que «aquello» era una ópera.
En el audiovisual que hace unos años dirigí para el Proyecto LUZ a partir de la propia Selene, Marco explica a cámara con desenfado: «Creo que Selene sí es una ópera; pero si no se le llama ópera tampoco pasa nada, le pueden dar el título que quieran. Lo importante es lo que hay y cómo suena… y si eso tiene algún valor o no –que no soy yo el que lo va a decir, desde luego–. Para mí, sí es una ópera; pero si para otros es otra cosa, pues tan contentos y tan amigos».
Apliquemos esto mismo a Policías y ladrones y a su consideración por sus autores como «zarzuela»; pues el mero debate de los géneros no nos lleva muy lejos. Lo importante es que al fin se alce el telón para que todos la disfrutemos. Y tan amigos.