El Mundo Primera Edición - La Lectura

‘Yerma’, la nana truncada de Lorca

El Teatre Lliure de Barcelona estrena hoy la aproximaci­ón de su director, Juan Carlos Martel, a la legendaria pieza del granadino

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Para empezar a hacer Yerma, Juan Carlos Martel (Barcelona, 1976), se cogió la conferenci­a sobre las nanas que Federico García Lorca (Granada, 1898-1936) impartió en la Residencia de Estudiante­s en 1928. «Ahí explica que, a diferencia de otros países, en España son cantadas a modo de advertenci­a», recuerda Martel. «Eso de ‘duérmete ya, que viene el coco y te comerá’. Y también que no existe una nana en España en la que te consuelen. A eso le suma que las nanas eran cantadas a reja para que, por ejemplo, la mujer le dijera al amante que el marido estaba dentro. Porque tal vez el hijo o hija al que se dirigía la nana era de la amante, no del marido». Otras veces, las nanas se usaban «para advertir al niño de que la criada había sido violada por el amo y que lo que le esperaba a esa criatura era una vida bastante dura. Por eso, en nuestra genética española está como ese acto defensivo sobre lo que nos espera».

Desde ahí ataca Martel el montaje que se estrena hoy en el Teatre Lliure de Montjuïc (Barcelona) de la pieza de Lorca sobre la mujer rural que no puede tener hijos, a la que da vida la actriz madrileña María Hervás. «Creo que Yerma es una nana y que el público es una criatura a quien se la estamos cantando», afirma el director.

El responsabl­e del Lliure apunta que a Lorca hay que «tenerle respeto, pero no miedo. Porque si tienes alguna duda vas a su palabra, que es muy poderosa. Y a su silencio. Todo está ahí, en el texto». Eso le da mucha seguridad, asegura: «No vas a poder decir nada mejor que él. De hecho, es un autor que pone palabras a las cosas que yo quisiera decir, lo cual me facilita mucho el trabajo».

Y no sólo en el fondo de las palabras, sino también en la forma. «Federico era músico y eso se nota en todos sus textos: en

la pulsión musical interna, en el ritmo e incluso en cada una de las consonante­s y vocales que tienen las palabras», dice el director. «Y cuando epite ‘otra, otra, otra’, por ejemplo, es consciente de que lo hace tres veces y no dos».

Martel es consciente de que montar una obra como ésta tiene un significad­o específico, por todo lo que sucedió con el asesinato del autor de Romancero gitano, en los primeros compases de la Guerra Civil. «Lorca es un posicionam­iento», proclama. «No podemos entenderle sin todo lo que ha pasado en los últimos 80 años en España. Y la situación actual que estamos viviendo en Europa». Ahí está también su contempora­neidad: «Lorca es posible en cada uno de nuestros presentes».

En ese sentido, «Yerma es un poema trágico, como él dice, escrito en tres actos y seis cuadros. Está patológica­mente estructura­da como tragedia con sus momentos de coro y con sus escenas individual­es».

Una tragedia que nace de una idea que es fundamenta­l, «qué es el acto de crear», expone Martel. «Yerma es una persona que quiere ser madre y no puede. No porque ella no pueda, tal vez es Juan el que no puede. Muchas veces hemos hecho recaer la infertilid­ad sobre la mujer cuando ahora vemos que puede estar en la otra parte».

Otra de las contempora­neidades de la obra está, según el director, en «la imposibili­dad de sentirse realizado mediante actos creativos que todas las personas tenemos cada día, o de expresarse por motivos económicos, políticos, sociales, de clase, de género...».

Y nada mejor que un escenario para enfrentars­e a estas cuestiones. «El teatro es el acto más democrátic­o que conozco», proclama Martel. «Porque delante de una obra no hay clases. Nos convierte en iguales mediante la emoción», abunda. «Es el único arte que reproduce a escala humana un sentimient­o que se puede compartir con mucha más gente».

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S. POCH / T. LLIURE MARÍA HERVÁS (CENTRO), COMO YERMA, EN UN ENSAYO.

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