El Mundo Primera Edición - La Lectura
“El escenario es una droga, pero me siento mejor componiendo”
El pianista y compositor Moisés P. Sánchez gira por toda España con su celebrado proyecto ‘Bach (Re)Inventions’ al tiempo que este sábado se estrena en el Auditorio Nacional de Música como artista residente del CNDM, donde asume dos encargos
Tiene nombre bíblico, Moisés, y romano, Patricio, que da vida a la ‘pe’ más misteriosa del planeta jazzístico español. Moisés P. Sánchez (Madrid, 1979) hoy lidera la excelencia de nuestro jazz con obras cumbre, como su extraordinaria versión para gran ensemble de La consagración de la primavera de Stravinski, y la sublimación pianística y compositora. Esta temporada el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) le acoge como artista residente y le encomienda dos encargos que estrenará en el Auditorio; así, mañana sábado presenta en primicia los nuevos temas de Dedication II, en alineación de cuarteto, junto al saxofonista Javier Vercher, el contrabajista
Toño Miguel y el baterista Borja Barrueta; y el próximo 2 de febrero, un interesantísimo mano a mano, a dos pianos, junto a otro pianista monumental, Marco Mezquida, que llevará por título Va y ven, cuyas composiciones ultiman estos días.
Presenta los nuevos temas del que fuera su segundo álbum, 13 años después, ¿cuánto ha evolucionado?
PREGUNTA.
Dedication,
RESPUESTA. Mi manera de componer sigue siendo la misma, con esos desarrollos sinfónicos que tanto me gustan, pero es cierto que, a nivel de armonías y texturas, del uso de los instrumentos, los timbres y demás tengo otras nociones, claro, ha pasado mucho tiempo. Y luego rítmicamente he crecido muchísimo, en ese sentido todo es más complejo. Una vez que creo que la armonía y la melodía están sobreexplotadas, me paso a lo rítmico, trabajo mucho las polirritmias, aunque para mí la melodía y adónde te lleva lo es todo. Luego no te oculto que tengo cierta tranquilidad en la construcción de las composiciones, tengo más claras las cosas, adónde quiero llegar… Cuando compongo o toco, no fuerzo nada, porque tengo la confianza de que voy a llegar a buen puerto. Sé que voy a llegar.
P. En este regreso a sus comienzos, ¿cuál es el primer recuerdo que le conecta al jazz?
R. De pequeño me topé con dos libritos de ejercicios de Bud Powell y Oscar Peterson, muy sencillitos, pero es ahí donde descubrí el jazz. Claro, y otras muchas músicas, pues en mi casa siempre hubo mucha música.
P. Muchas horas de estudio mientras otros jugaban al fútbol. Que, por cierto, no se le daba nada mal...
R. [Risas] Sí, sí, me gustaba mucho jugar al fútbol y, de hecho, sigo jugando con algunos músicos. Para mí ese tiempo del partido de fútbol me sirve de meditación. De pequeño, claro, no entendías nada, no sabías nada, qué quieres hacer con tu vida, no tenías ni idea, ni de los sacrificios. Recuerdo mi niñez frente al piano entre una suerte de alegrías, tristezas, frustraciones… Fue complicado, porque las cosas que exigen sacrifico no son fáciles ni bonitas. El equilibrio de desarrollarte como niño jugando, pero primero pasar por la disciplina del piano… Yo empecé con tres años y hacía tres horas de piano a los doce. Ahora lo entiendo, pero el trabajo mental fue enorme. Philip Glass decía que la música es la música, y la profesión es otra cosa. Y es muy dura. Y te planteas aquello de un gran futuro a tus espaldas, y un pasado por delante.
P. Pero le estará agradecido a sus padres, ¿no?
R. Sí, por supuesto, gracias infinitas, pero es muy importante preparar a los chavales mentalmente. A mí me emocionaba la música y ellos me han facilitado lo que para mí es más importante: crear emociones con la música. Cuando soy capaz de emocionar a alguien, de hacerle la vida un poco mejor… uf, es algo muy potente, muy fuerte.
P. El 2 de febrero estrena junto a Marco Mezquida nuevo material por encargo del CNDM, ¿en qué punto está?
R. Ahora mismo estamos componiendo, en proceso de compartir partituras, llamadas, videollamadas… trabajando sobre papel. En breve ya juntaremos los pianos y ensamblaremos la música. Ahí siempre pasan cosas y, de nuevo, acabas retomando el trabajo de escritura. Marco es un músico excepcional y además con una sensibilidad muy cercana a la mía, nos entendemos perfectamente.
P.
Un músico de jazz residente del CNDM, ¿no suena un poco extraño?
R. Es un gran honor y una gran responsabilidad, pero la quiero para mí. Y como me dijo un compañero en cierta ocasión: «Es una puerta derribada». No sólo para mí, sino para todos los que están por venir. Me alegro por mí, e igualmente por los enormes músicos que también se lo merecen. Y es que el músico de jazz no es un tipo que se meta en un local bajando unas escaleras a la una de la mañana, entre humo y alcohol… El músico de jazz ahora está enormemente formado: ha estudiado composición, arreglos, conoce a compositores clásicos y modernos, se maneja en el uso de las nuevas tecnologías, está al tanto de todas las músicas actuales… Es un músico integral, con un conocimiento muy, muy global, muy culto. Las propuestas a día de hoy son inabarcables y entroncadas, es apasionante.
P.
Bach (Re)Inventions? encargos a la vista?
R. Sí, sí, el álbum de Bach forma parte de una trilogía de la que ahora no puedo avanzar casi nada, pero está todo. Habrá otro proyecto en formato ensemble y otro más a piano solo. Igualmente tengo encargos de los que tampoco puedo hablar todavía, pero ésta es una de las cosas más bonitas que me están pasando, el que la gente confíe en ti como compositor, en tu sonido. Sin descuidar el escenario, que es una droga para mí, pero yo realmente me considero un compositor, un creador y mi lógica es ir hacia allí.