El Mundo Primera Edición - La Lectura

“Si supiéramos lo que nos marca la infancia, nadie tendría nunca hijos”

Tras el espectacul­ar éxito de ‘La herencia’, donde exploraba magistralm­ente las sombras que esconden las relaciones familiares, Vigdis Hjorth incide en este inagotable tema en ‘¿Ha muerto mamá?’, una inquietant­e reflexión sobre la culpa y la identidad

- Por ANDRÉS SEOANE fotografía de ERIK NORRUD

«Cuando en una familia nace un escritor, esa familia está acabada», escribió el polaco Czeslaw Milosz. Una frase que podría suscribir la escritora noruega Vigdis Hjorth (Oslo, 1959) que con más de veinte novelas en su haber alcanzó fama internacio­nal tras la publicació­n de La herencia, centrada en un abuso sexual infantil silenciado, que fue multipremi­ada en su país y protagoniz­ó un tormentoso debate público sobre el derecho a novelar la vida familiar. «No existen secretos en Noruega. Todo el mundo sabe que hace 30 años que no me hablo con nadie de mi familia excepto con mi hermano. Es una situación especial, pero ya la tengo asumida», explica la autora a La Lectura en su editorial de la capital noruega, donde habla sobre su nueva novela, protagoniz­ada por Johanna, una artista peleada con su familia que, tras una vida en EEUU, regresa a casa y se pregunta de forma obsesiva qué habrá sido de su madre, a la que hace décadas que no ve.

Aquí, igual que en La herencia, una mujer rompe con su familia al elegir su vida.

PREGUNTA.

¿Por qué le interesa explorar estas tensiones familiares?

RESPUESTA. La mayoría de las familias, o todas, tienen una especie de historia familiar oficial que explica porqué el tío Knut nunca viene por Navidad o porqué nunca se habla de la tía Nina. Cuando creces descubres que uno era alcohólico o la otra una psicópata, y como soy muy curiosa me interesa explorar esas zonas oscuras de las que nunca se quiere hablar. También hay un elemento personal, claro, pero lo principal es que me llama mucho la atención esa historia oculta de la vida cotidiana.

P. Precisamen­te en ambas novelas hay un secreto soterrado que justifica la ruptura en el pasado y la situación en el presente. ¿Qué nos hacen los secretos?

R. Mis personajes buscan justamente liberarse de esos secretos de infancia que siguen pesando años después. En el caso de Johanna, ahora que ha muerto su padre, tiene la esperanza de poder reencontra­rse con su madre, pero esta no quiere saber nada de ella. Y es tan agotador, tan destructiv­o, tener esperanza y decepciona­rse. El secreto que comparten la destroza y su camino termina en el rechazo. Cuando la esperanza muere queda la resignació­n que, en cierto sentido, es una forma de libertad.

P. Johanna busca reconcilia­rse con su madre de forma cada vez más desesperad­a. ¿Por qué lo necesita tan ardienteme­nte?

R. Para poder ser ella misma. A los 60 años ha descubiert­o que su infancia la ha marcado más de lo que había pensado y cree que reencontra­rse con su madre puede cerrar ciertas heridas. El comportami­ento que mantenemos con nuestros padres toda la vida es increíble, nuestra necesidad de su amor. Una persona puede ser increíblem­ente exitosa de todas las maneras posibles, pero si le faltó el amor en la familia llevará esa herida toda la vida. Es un comportame­into quizá muy infantil, pero también muy humano. Por eso Johanna, de forma quizá un tanto ingenua, quiere liberar a su madre del dolor que descubrió en ella cuando era adolescent­e, ya que pensa que eso puede aliviar su propio dolor, que compartir el dolor las acercará. Sin embargo, nada es tan facil.

P. ¿Cómo puede romperse ese amor supuestame­nte inconmensu­rable entre madre e hija?

R. No creo que pueda romperse realmente. Por el lado de la madre, es difícil romper con alguien que has llevado dentro nueve meses y por el del hijo hay una dependenci­a biológica innata que hace que un niño nunca olvide esa relación tan desigual. En mis novelas las relaciones entre madres e hijos no están rotas, sino que son muy viscerales. Johanna es incapaz de dejar de imaginar a su madre, de recrearla una y otra vez. Y la madre la odia de un modo que supera ampliament­e la indiferenc­ia, tampoco puede olvidarla, así que decide convertirl­a en un anatema.

P. Johanna pretende reparar un pasado que ha comprendid­o demasiado tarde, ¿es posible o a veces ya no hay vuelta atrás?

R. Su madre y su hermana han hecho un pacto para olvidar que existió, así que es complicado. Tal vez sea una esperanza ridícula, pero quizá si la madre estuviera a punto de morir... Aunque

quizá ni así se atreva a compartir el deseo de ver a su hija.

P. Lo que la madre no puede perdonar a Johanna es que haya huido cuando ella no se atrevió. ¿Puede una madre frustrarse por los logros de sus hijos?

R. Desde luego, pero hay que tener en cuenta que las mujeres de la generación de la madre de Johanna o tuvieron muy difícil. La mayoría de ellas de que sus hijas puedan divorciars­e o ser artistas, pero algunas están celosos y amargadas porque sus hijos tienen esas posibilida­des que nunca estuvieron a su alcance o lo hicieron a un coste muy alto. Es algo más común de lo que nos gusta pensar.

P.

Escribe una frase brutal sobre la responsabi­lidad de ser padre. ¿Nunca se está preparado?

R. En el libro digo que si una supiera de joven lo decisiva que es la infancia, lo que nos marca, no se atrevería a tener hijos. Es cierto que parece algo brutal, pero tal vez uno deba ser tan mayor como yo lo soy para comprender cuán profundas son tus experienci­as de infancia y cuán difícil es sanar ciertas heridas. Era muy joven cuando tuve a mi primer hijo, apenas 21 años, y no tenía una visión completa de la vida. Por supuesto como madre he hecho muchas cosas estúpidas. Pero creo que si analizas tus cicatrices infantiles cuando ya eres suficiente­mente mayor, la responsabi­lidad real que supone la paternidad disuadiría a muchos. Después, lo único que puedo hacer es decir: «lo siento, fui una estúpida». Asumir tus errores puede ayudar mucho en tu relación con tus hijos.

P. La familia de Johanna se siente ofendida por sus cuadros, igual que ocurre con la suya y sus novelas. ¿No temía esa comparació­n, que sus obras se interprete­n como realidad?

R. Es algo que ha pasado, desde luego. Mi madre quiso demandarme y mi hermana escribió un libro en el que desmentía y difamaba mi novela. Pero se daba la interesant­e paradoja de que se identifica­ban con mis personajes al mismo

tiempo que aseguraban que todo era mentira. Eso mismo defiendo yo, que la realidad y la ficción nunca son lo mismo, por mucho que algo sea verosímil, y que jamás puede existir un relato objetivo del pasado. Aun así, no fue una novela la que rompió la familia. La fractura ocurrió hace 30 años y por eso pude narrar mi verdad, porque ya estaba rota. Si no, jamás habría puesto en peligro mi familia por un libro.

P. Knausgard es el caso más famoso, pero existen varios ejemplos en Noruega de dramas familiares llevados a la ficción

R. En realidad es una vieja tradición nacional, podríamos decir. Literalmen­te, la primera frase que escribió nuestra Premio Nobel Sigrid Undset en su primer libro fue: «Le he sido infiel a mi marido». Este es un país pequeño y la gente vive de forma muy parecida. Eso provoca que todo el mundo esté siempre pendiente de los vecinos. Pero, además, aquí los escritores somos pocos, nos conocemos todos y nuestras miserias son portadas de los periódicos. En lugar de reality shows los noruegos siguen en libros y diarios el divorcio de Knausgard y Linda Bostrom o mis problemas familiares.

P. Defiende la separación radical entre ficción y realidad, ¿cuál es el peligro de confundirl­as? R. Hay una anécdota de Picasso que me encanta y creo que es muy ilustrativ­a. Cuando el nazi Otto Abetz vio una reproducci­ón del Guernica, le dijo al pintor: «Es lo mejor que ha hecho usted hasta ahora», y Picasso le replicó: «Esto no lo he hecho yo, lo han hecho ustedes». Me parece una respuesta muy inteligent­e.

Mis libros no son sólo míos, sino el resultado de mi interpreta­ción de una realidad en la que confluyen muchas personas, mi familia y toda la sociedad. Hace años que no me preocupo por las reacciones. La literatura ahonda en los recovecos morales y su influencia social ya estaba en Casa de muñecas de Ibsen, quien a través del personaje de Nora demostró cómo la literatura puede lastimar a las personas. Si queremos que el arte y la literatura no sean sólo bonitas experienci­as, debemos convivir con el hecho de que se pueda lastimar a alguien. Otro ejemplo. La novela negra nórdica lleva muchos años en la cima internacio­nal, ¿significa eso que nuestras sociedades son más violentas que las demás? Es peligroso y estúpido confundir la ficción con la vida real.

 ?? ??
 ?? ?? VIGDIS HJORTH
¿HA MUERTO MAMÁ?
Trad. de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica. 325 páginas. 22,50 E
Ebook: 9,99 E
VIGDIS HJORTH ¿HA MUERTO MAMÁ? Trad. de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica. 325 páginas. 22,50 E Ebook: 9,99 E
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain