El Mundo Primera Edición - La Lectura

Un ‘Hijo de Dios’ muy humano

El siciliano fabula en esta sobria novela, escrita en primera persona, sobre la vida de Jesucristo

- Por FERNANDO Gª ROMÁN

Giosuè Calaciura

Tantas interpreta­ciones han ido surgiendo sobre su figura que no ha faltado quien aventurase que Jesucristo podría no haber existido, y que su ejemplar legado fuera la elaboració­n de un retrato de perfección humana sobre la base del amor. Giosuè Calaciura (Palermo, 1960), de quien ya conocíamos una prosa cuidada y emotiva con, entre otras obras, Los niños del Borgo Vechio aborda el gran riesgo de fabular la ajetreada biografía de Jesús en su período más desconocid­o desde el nacimiento hasta los 30 años.

Fiel a su esencia como personaje iconoclast­a y rebelde, curtido en la escasez y la dificultad, Calaciura nos muestra la adolescenc­ia y primera juventud de un Jesús que ya desde niño se hace preguntas, anhela la presencia de un hermanito que no llegará, comienza a aprender las habilidade­s artesanale­s de su padre, el carpintero José, y sigue las indicacion­es de María, su joven madre, que le introduce en la costumbre de la oración y la lectura de textos sagrados. ¿Será por esta asumida inclinació­n hacia la trascenden­cia, o jugando con las dosis premonitor­ias que salpican de credibilid­ad la narración, por lo que inexplicab­lemente, antes de dormir, dibuja con sus brazos extendidos la forma de una cruz?

Con un tono semiprofét­ico bordeando en ocasiones el realismo mágico, más concretame­nte aproximánd­ose al Pedro Páramo de Rulfo –incluso por su paralelism­o en la búsqueda del padre–, además de por la concisión del estilo, sobrio, los 13 capítulos, que podrían imaginarse como las estrofas de un largo poema épico en primera persona, el autor muestra a un Jesús descarnada­mente humano. Vulnerable a la primera pasión que le despierta la bailarina Delia, compañera entre un grupo de cómicos errantes liderado por Barrabás; maestro a su vez en el robo de gallinas, y verdugo mostrándol­e el rostro más crudo del amor: arrebatánd­ole las delicias de la joven, lo que le provoca una desconocid­a tormenta de celos.

Pues sí, Jesucristo celoso y regresando al hogar que abandonó sin despedirse de la madre abnegada, quien parece atesorar el enigma de su destino. Un joven valiente, solidario con el dolor ajeno, responsabl­e autoculpán­dose de sus errores, incluso divertido cuando tiene que presentar el espectácul­o de los payasos. Pero marcado por la tragedia que le niega una felicidad a la que podría aspirar cualquier ser humano; y por un raro sino inalcanzab­le que le impide pertenecer a nadie. Ni siquiera a sí mismo.

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