El Mundo Primera Edición - La Lectura
El aprendizaje de la hermana gemela
Desapercibido en su edición de los 90, este poemario de Graziela Baquero no ha perdido un ápice de su fuerza
CRÓNICAS DE OLVIDO
Tigres de Papel. 102 páginas. 14 E
SOMOS ANIMALES QUE PENSAMOS
Como es habitual en los títulos de Genialogías, el libro se cierra con una entrevista a la autora: “La poesía produce conocimiento a través de la emoción […] Siempre me dio una profunda ternura saber que somos animales que nos pensamos” por J. DOCE Esta reedición
de Crónicas de Olvido, de Graciela Baquero (Pontevedra, 1960), por el colectivo Genialogías no puede ser más oportuna. Publicado originalmente en 1997 en Pamiela, este libro, el segundo de su autora, pasó, no diré que desapercibido, pero sí opacado por las guerras estéticas de los años noventa, frente a las cuales se situaba en una especie de tierra de nadie: una serie de 46 poemas en prosa de tintes urbanos y aliento narrativo que sin embargo exploraba un espacio simbólico de complejas y poderosas ramificaciones. El resultado no ha perdido un ápice de su vieja fuerza.
La vocación narrativa del poemario es indudable: aquí se cuenta una historia, desde el alumbramiento primero («Olvido y yo entramos a la vida en un mismo golpe de labios convulsivos») hasta la despedida final: «Ella va a desaparecer entre lo indecible». Olvido es doble, contrafigura o sombra junguiana del yo, la hermana gemela que lleva oculta y que le enseña a mirar las cosas con la atención y el cuidado que merecen: una maestra de intensidades. Pero es también esa zona asilvestrada o salvaje de la mente que Katherine Mansfield reclamaba como fuente de creatividad.
Puede extrañar que Baquero mencione a Platero y yo como precursor («está centrado en la relación con un otro en cuyo vínculo hay una cierta épica escondida»), pero es evidente que la poeta ha absorbido plenamente la lección de naturalidad de Juan Ramón. Olvido y ella se pasean por un Madrid de barrio –Lavapiés y aledaños– con lente expresionista y una infinita curiosidad y simpatía (léase piedad) por los pliegues del mundo. El libro nace de esa deriva, que es también un diálogo en el que las dos se retroalimentan: «Todos duermen y Olvido baila para mí, sobre mi voz».