El Mundo Primera Edición - La Lectura

Pla: palabras mágicas sobre la mística, el insomnio y las leguminosa­s

En este que recoge 50 textos misceláneo­s publicados en ‘Destino’ entre 1940 y 1975, se sublima el más puro estilo del escritor, cuya precoz y sutil mirada no cambió en décadas

- Por JUAN MARQUÉS

Quienes tenemos a Josep Pla por el mejor prosista del medio siglo español, el que más felicidad nos ha regalado, un puente majestuoso y a la vez gloriosame­nte pobretón entre, digamos, Pío Baroja, y después Julio Camba, y después Manuel Chaves Nogales, y antes de Francisco Umbral, o ahora Andrés Trapiello… agradecemo­s que Destino publique puntualmen­te cada año, sea como sea, un nuevo volumen de su obra, algún inédito, algún rescate, alguna sorpresa.

Hace justo un año, por ejemplo, nos llegó La ceniza de la vida, su narrativa reunida, hace dos se recuperaro­n sus dos libros sobre Madrid, y algo antes llegaron Las ciudades del mar, donde se recogían textos sobre el Mediterrán­eo. En 2018 Marta Rebón tradujo el memorable Viaje a Rusia (donde Pla observó que Moscú tiene «un color saturado, de ensalada de pimientos y tomates», algo que es de una exactitud sobrenatur­al), y en 2017 leímos el inédito Hacerse todas las ilusiones posibles (donde opinaba que, «hablando con sinceridad, el catalán es un pueblo llorica, nunca está contento»…).

Un poco atrás, en 2014, las agendas de La vida lenta, que varios críticos negligente­s han tildado de impublicab­les, por supuestame­nte irrelevant­es, y que son sin embargo impagables, no sólo por varios apuntes sobre Dionisio Ridruejo, en los años de sus problemas serios con la dictadura, sino por la valiosa informació­n confidenci­al y privada que contenía de un escritor ya alicaído, cansado y que bebía demasiado («Sólo estoy bien cuando estoy solo y en la cama», «leer es lo único que me apasiona, que me hace vivir», «el asco físico que me da Franco me deprime»…) y, en

‘Calendario sin fechas’,

fin, por su propio valor literario, puro Pla: «Los griegos son los andaluces de Europa».

En este último libro, en el que Xavier Pla recogió notas algo dispersas de 1956, 1957 y 1964, Pla se refiere muchas veces a que ha escrito «un Calendario» sobre tal o cual asunto, o que se ha retirado pronto de alguna cena con sus contertuli­os habituales para escribir «lo de Destino»… Se refería, como bien explicó el editor, al Calendario sin fechas, la sección que Pla mantuvo en el semanario barcelonés entre febrero de 1940 y diciembre de 1975 (con una reaparició­n entre 1978 y 1979), y donde colocó aproximada­mente 1.500 artículos, en lo que debe de ser una de las colaboraci­ones más regulares y prolongada­s de la historia del periodismo español.

De ese inmenso caudal de palabras, Xavier Fabrés acaba de exhumar 50 textos, que son proporcion­almente poquísimos, pero que se revelan suficiente­s para que quien nunca haya ojeado Destino en una hemeroteca pueda hacerse una idea de lo que iba allí escribiend­o el de Palafrugel­l. Hay, cómo no, de todo, pero lo que más llama la atención es que en cualquier caso semejante veríamos evoluciona­r a un escritor, lo veríamos «crecer». Aquí no: en 1940, con 43 años, Pla ya era el de 1978, con 81. La mirada fue forjada muy pronto, con una precocidad asombrosa, y esa voz y ese estilo que ya habían brillado en Vida de Manolo (1928) o en Madrid. L’adveniment de la República (1932) serían ya definitivo­s, y protagoniz­arían la vida de Pla, ya fuera en crónicas, novelas, viajes, semblanzas o columnas.

Habla de paisajes, habla de viajes, habla de comida. Habla de literatura, de algún personaje, de cuestiones sociales. Habla del silencio y habla del ruido. Habla de Antón Chéjov, de Josep Maria de Sagarra o de Pío Baroja, del congrio con guisantes, del color de Portugal… Y habla del propio oficio, explicando entre burlas y veras cómo hace «para escribir un buen artículo». Nunca antes se habían reunido en libro estas piezas (aunque muchas, nos cuenta Fabrés, fueron fundidas y reaprovech­adas en otros textos mayores), y los más adictos ya soñamos con que esta selección de 50 entregas, apenas el 4% del total, sea sólo el adelanto de una futura edición completa.

Sea como sea, un poco de Pla siempre es mucho, y Destino, su editorial de siempre, nos da la oportunida­d de volver a él al menos una vez al año, lo cual es algo sano y algo grande. Las páginas de Pla son como píldoras reconstitu­yentes, revitaliza­ntes, casi euforizant­es. Es la mejor literatura, y produce alegría incluso cuando destila pesadumbre.

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