El Mundo Primera Edición - La Lectura
Falsos amigos
Hace no mucho leí en un periódico que un ciudadano norteamericano –Doug Olson su nombre– había recibido un tratamiento experimental contra el cáncer (una leucemia, en el concreto caso) gracias al cual se había curado por completo. La información se refería a un nuevo de tipo de inmunoterapia, a propósito de la cual el periódico explicaba: «El principio de estas terapias consiste en combatir la habilidad del cáncer para evitar que las células de nuestro sistema inmune las identifiquen como una amenaza y las destruyan».
No debí de ser el único lector que diera un respingo al leer ahí la palabra habilidad, no por sí misma, sino por la compañía en que aparece («la habilidad del cáncer para…»). Era evidente que el redactor estaba traduciendo apresuradamente del inglés y que el lugar de habilidad lo ocupaba en el original el sustantivo ability. Resultó fácil comprobarlo: en el texto fuente se hablaba, en efecto, de «the cancer’s ability to prevent…».
Las voces que, perteneciendo a lenguas distintas, presentan semejanza formal, es decir, significantes parecidos –debido a que comparten origen etimológico; técnicamente: cognados–, reciben el curioso nombre de falsos amigos. Son, de una parte, uno de los peligrosos escollos a los que los traductores deben enfrentarse; también, de otra, un fenómeno de notable interés para los historiadores del léxico.
La peculiar denominación surgió en francés, faux ami, con el libro de Maxime Koessler y Jules Derocquigny Les faux amis ou Les trahisons du vocabulaire anglais. (Conseils aux traducteurs), publicado en París en 1928. Y del francés la han imitado las demás lenguas: inglés false friend, italiano falso amico, alemán falscher Freund, español y portugués falso amigo. «Palabras traidoras» se han llamado también alguna vez, en línea con el subtítulo del citado libro.
Así, hoy disponemos de diccionarios específicos que son de particular utilidad para traductores, como el Diccionario de falsos amigos inglés-español
de Marcial Prado o el Diccionario contextual italiano-español de parónimos
de Luis y Rocío Luque (donde, mediante el término parónimo, se amplía notablemente la gama de posibles errores en que podrían incurrir quienes confíen más de la cuenta en lo que con razón llaman los autores «falso tópico de la afinidad» entre las dos lenguas, el italiano y el español).
En relación con el caso que nos ocupa, ya Ricardo J. Alfaro, en su clásico Diccionario de anglicismos, explicó bien que si ability apunta a la capacidad mental, habilidad lo hace a la destreza manual. El mencionado repertorio de Prado y el del gran especialista Fernando A. Navarro (Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico) alertan igualmente, como era de esperar, sobre este que el segundo de ellos llama «término traidor».
La consulta, en fin, de los artículos hábil y habilidad en el diccionario de Seco resulta iluminadora. Toda vez que el adjetivo, en la acepción ‘apto, capacitado’, solo se predica de seres animados (personas, animales), el sustantivo, habilidad, únicamente puede, asimismo, referirse a ellos. Un sustantivo de ‘cosa’ (en el texto del que hemos partido, cáncer) no puede tener, en español, habilidad alguna. Sí capacidad, que es la voz con que debería haberse traducido el ability de la noticia de marras.
Ahora bien, exactamente el mismo fenómeno que aquí estamos considerando indeseable (la traslación a habilidad del significado ‘capacidad’ de ability) se asume otras veces sin más como hecho normal en los estudios léxicos y recibe en ellos la correspondiente denominación técnica: préstamo semántico.
El francés réaliser y el italiano realizzare han tomado del inglés to realize
la significación ‘darse cuenta’, y, por más que ello suscitara en su momento críticas y aun lamentos, hoy pueden darse como usos asentados. (Alfaro también detectó ese mismo desplazamiento de significado en nuestro realizar, pero se diría que la cosa no fue a mayores).
En español, sofisticado era (y es) ‘afectado o falto de naturalidad’, también (y más frecuentemente, diría yo) ‘artificiosamente elegante y refinado’; pero ha sucumbido a la influencia del inglés sophisticated al adoptar también un significado que el diccionario académico define «técnicamente complejo o avanzado», precisando al tiempo que se dice de un sistema o un mecanismo (casi de cualquier cosa, en realidad, viene a sugerir el DEA, pues define sin más «complicado o complejo» y cita un par de textos en que se predica del pronombre todo
y del sustantivo excusas).
Cierta proximidad tiene el caso con el de las voces de estirpe inequívocamente latina cuyo empleo se ha visto espoleado o vivificado por el correspondiente latinismo del inglés. Ilustró don Emilio Lorenzo este hecho con el caso de credibilidad (latín postclásico credibilitas): el favor de que hoy goza esta palabra no puede desligarse de la frecuencia con que se emplea credibility en el inglés del siglo XX; sobre todo, observa –y el dato es sumamente curioso–, desde la presidencia de Nixon. Algo que los resultados de las correspondientes consultas en los corpus académicos corroboran: en el Corpus Diacrónico del Español, que llega hasta 1974, la búsqueda credibilidad arroja 58 resultados (el más antiguo de fines del siglo XVII); la de esa misma forma en el Corpus de Referencia del Español Actual, que cubre el período 19752004, depara 2403 ocurrencias.