El Mundo Primera Edición - La Lectura

“Sí, soy fan de Woody Allen, ¿y qué?”

La artista china Yuja Wang arranca el 12 de diciembre una gira por España con el ‘Concierto para piano nº 1’ de Rajmáninov flanqueada por el director Santtu-Matias Rouvali y los músicos de la Philharmon­ia de Londres

- Por BENJAMÍN G. ROSADO fotografía de JULIA WESELY

A la edad en que los pianistas prueban suerte en los concursos, Yuja Wang (Beijing, 1987) ya se había fogueado como solista de la Filarmónic­a de Nueva York. Con 20 años recién cumplidos, la artista china emprendió una gira por Japón y Corea a las órdenes de Lorin Maazel. «Ya nada volvió a ser igual», confiesa al teléfono desde un hotel de Ámsterdam. «A la vuelta del viaje, me llamaron para sustituir in extremis a Martha Argerich al frente de la Sinfónica de Boston». Fue aquel Concierto nº 1 de Chaikovski el pistoletaz­o de salida de una carrera fulgurante.

Hija de un percusioni­sta y una bailarina, Yuja Wang forma parte, junto a Lang Lang, Yundi Li y Wu Qian, del famoso dream team que en la última década y media ha despertado un inusitado apetito por la música clásica entre el público más joven del gigante asiático. Wang salió de China a los 14 años para estudiar música en Canadá. Más tarde, compartió con Lang Lang profesor de piano en el Instituto de Curtis de Filadelfia. «En las clases de Gary Graffman aprendí a profundiza­r en la partitura, a recurrir a la técnica sin renunciar al sentimient­o y a defender mi sonido a capa y espada».

Estos días la intérprete china abordará en los auditorios de Madrid (12 de diciembre), Zaragoza (13) y Barcelona (14) el Concierto para piano nº 1 de Rajmáninov acompañada por los músicos de la Philharmon­ia de Londres y el maestro Santtu-Matias Rouvali. «Aunque Rajmáninov comenzó a componer esta partitura en 1891, completó las revisiones bajo el ruido de las manifestac­iones de la Revolución de Octubre», cuenta Wang. «El resultado combina la frescura juvenil de sus inicios con atmósferas nocturnas y un incorregib­le lirismo romántico».

Con la partitura casi terminada, Rajmáninov pasó un verano con su familia en Crimea, donde ofreció un último concierto en Rusia antes del exilio. «Siempre seré un compositor ruso», dejó por escrito. «La tierra donde nací ha influido inevitable­mente en mi temperamen­to». Wang no necesita escuchar la pregunta. «No hay nada más estúpido que los intentos de cancelació­n a Rajmáninov, Chaikovski y Shostakóvi­ch», dice. «Su música no tiene nada que ver con los acontecimi­entos que estamos viviendo. Más bien al contrario: nos puede ayudar a sobrelleva­r el peso del presente».

Tal es la complejida­d de los conciertos de Rajmáninov que algunos musicólogo­s hablan de una «tercera mano» invisible sin la que resulta imposible abordar sus repentinas erupciones en lo alto de los agudos, sus vertiginos­as dobles octavas y sus acordes imposibles. Wang ha grabado el Segundo con Claudio Abbado (al frente de la Mahler Chamber Orchestra) y el Tercero con Gustavo Dudamel (Sinfónica Simón Bolívar), dos referencia­s indiscutib­les del catálogo de Deutsche Grammophon. «Cada ensayo con Abbado equivalía a un año de conservato­rio. Fue él quien me enseñó a escuchar el silencio».

Con su habitual derroche de virtuosism­o, la pianista china sigue siendo uno de los fichajes más rentables del sello alemán. No importa que la etiqueta de los conciertos exija minifaldas menos minis que las que acostumbra. «El cuerpo de un intérprete es un lenguaje en sí mismo, y yo no voy a renunciar a mi personalid­ad». En el escenario combina vestidos de Miu Miu y conjuntos de Cavalli con zapatos de Prada y tacones de Louboutin. Pero lo que de verdad le pierden son los diseños de Coco Chanel, «que es una fuente inagotable de inspiració­n y un ejemplo a seguir».

Harta del MeToo. Wang vive en el Carnegie Hill de Manhattan. Con un acento informalme­nte neoyorquin­o, lamenta que algunos artistas con los que ha trabajado, y que admira, tengan la entrada vetada en los escenarios del vecino Lincoln Center. «Estoy cansada del MeToo. Los asuntos complejos de nuestra sociedad no se pueden despachar a golpe de cancelacio­nes y señalamien­tos», asevera. «Soy mujer y tengo ojos en la cara. Sé

que hay injusticia­s en el mundo. Pero hay maneras y maneras». Y zanja: «Sí, soy fan de Woody Allen. Me encantan sus películas. ¿Y qué?».

Por lo demás, Yuja Wang no reniega de la época que le ha tocado vivir. Un siglo, dice, que sigue alumbrando genios a la altura de Mozart y Beethoven. Hace unas semanas, estrenó en San Francisco el Concierto para piano nº 3 del compositor finlandés Magnus Lindberg y las críticas fueron formidable­s. «Es una partitura llena de contrastes, con un intenso diálogo entre el piano y las diferentes secciones orquestale­s a través de una síntesis de influencia­s, desde Bach y Schubert hasta Chopin y Ravel… Incluye además una cadenza virtuosíst­ica de más de cien compases que quita el aliento».

Wang se exhibe sin pudores, ya sea en la majestuosa Philharmon­ie de Berlín, en la intimidad de la Sala Pleyel de París o sobre el escenario de un lujoso casino en Atlantic City, donde el público aplaude entre movimiento­s. «La gente ha de sentirse libre de escuchar lo que quiere y de aplaudir cuando le parezca». Con la misma naturalida­d, reconoce que en sus listas de Spotify nunca faltan temas de Rihanna y Black Eyed Peas. «Mi curiosidad es insaciable, como también mis ganas de seguir aprendiend­o y avanzando por territorio­s desconocid­os».

Ha tocado la artista de 35 años con los grandes maestros (Zubin Mehta, Esa-Pekka Salonen, Valery Gergiev…) y acompañado a las mejores orquestas (Concertgeb­ouw de Ámsterdam, Sinfónica de Chicago y Filarmónic­a de Berlín, entre otras muchas). Incluso se ha atrevido a dirigir ella misma algunos conciertos de Beethoven y Mozart desde el piano, por lo que no descarta empuñar algún día la batuta. «No está en mis planes, pero tampo

“No está en mis planes empuñar la batuta, pero tampoco me cierro puertas por si algún día me aburro del piano”

co me cierro puertas por si algún día me aburro del piano», confiesa risueña. «Y no parece que eso vaya a ocurrir».

Wang no sólo conoce el repertorio pianístico español sino que ha llegado a tocar en la tanda de propinas pasajes sueltos de la Iberia de Albéniz y algunas de las Impresione­s íntimas de Mompou. «En mi gira española, y por respeto a los músicos de la Philharmon­ia, no tocaré nada tras el concierto de Rajmáninov», advierte. «Tengo mucho peligro…». Se refiere al recital que ofreció recienteme­nte en Chicago, y donde batió su propio récord de propinas, 18 piezas de lo más variopinta­s: Philip Glass, Bach, Arturo Márquez, Moritz Moskowski, Prokófiev, Mendelssoh­n, Chaikovski y hasta una reducción para piano de la Carmen de Bizet. «A veces me siento tan cómoda en el escenario que siento que estoy tocando en el salón de mi propia casa».

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“Me parecen estúpidos los intentos de cancelació­n a compositor­es rusos. Su música nos ayuda a sobrelleva­r el presente”
LA PIANISTA CHINA YUJA WANG EN LA KONZERTHAU­S DE VIENA. “Me parecen estúpidos los intentos de cancelació­n a compositor­es rusos. Su música nos ayuda a sobrelleva­r el presente”

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