El Mundo Primera Edición - La Lectura

“La guerra está en nosotros”

Carmelo Gómez y Miguel Hermoso ponen en escena ‘Las guerras de nuestros antepasado­s’, una versión de la novela de Miguel Delibes sobre las esquinas de la violencia, en un montaje dirigido por Claudio Tolcachir

- Por DARÍO PRIETO

En 1975, meses después de la muerte de su esposa (Ángeles de Castro) y poco antes del fallecimie­nto de Francisco Franco, Miguel Delibes publicó Las guerras de nuestros antepasado­s. En aquella novela, el autor de Las ratas hurgaba en el germen de la violencia a través de la conversaci­ón entre dos personajes. De un lado, Pacífico, una persona que hace honor a su nombre y que, sin embargo, ha cometido un asesinato. Frente a él, el doctor Burgueño, con el que establece una conversaci­ón a partir de los recuerdos de la Guerra Civil, la guerra del Rif y la tercera guerra carlista, donde lucharon los ancestros de Pacífico.

La novela conoció en 1989 una adaptación teatral dirigida por Antonio Giménez-Rico y protagoniz­ada por José Sacristán, que se estrenó en el Teatro

Bellas Artes de Madrid. A ese mismo escenario regresará el 25 de enero, con Carmelo Gómez en la piel de Pacífico y Miguel Hermoso como Burgueño, y la dirección de Claudio Tolcachir a partir de una adaptación de Eduardo Galán.

Gómez explica a La Lectura que éste «es un material muy rico para trabajar» por la «percepción universal de los pequeños detalles» que tiene Delibes. «Es un maestro del naturalism­o y algunas veces recoge como si fuese un documental la realidad, lo que ve y escucha, pero siempre con una sensibilid­ad especial», explica el actor leonés.

Esa sensibilid­ad resulta imprescind­ible, sostiene Gómez, para tratar el tema de la violencia. «Hay una frase que dice alguien en la obra: ‘La guerra está en nuestros huevos’. Así, parece que la llevamos con nosotros. Y que esta cosa de que unos nos creamos superiores a otros y tengamos no solamente que vencerlos, sino aniquilarl­os, parece ser –según algunos personajes de esta función– inherente al ser humano», apunta el actor. «Yo tengo alguna esperanza de que no sea exactament­e así», formula, «y de que haya personas pacíficas, como el nombre de mi personaje, que estén luchando constantem­ente, en una resistenci­a pasiva, pero resistenci­a al fin y al cabo, para que se pueda hacer un mundo de otra manera que no sea siempre mediante la competitiv­idad».

El protagonis­ta de Días contados avanza que «el espectador se va a asombrar al ver a un personaje» como éste al que da vida, «un ser tan frágil y tan pequeño, debatiéndo­se entre temas tan conflictiv­os y tan poderosos».

Por su parte, Hermoso pro

clama que ésta «no es una obra sobre la guerra», a pesar del título, sino que pretende «buscar el impulso de agresivida­d elemental del individuo y ver hasta qué punto eso es lo que nos lleva a las guerras. O si es la civilizaci­ón y la ambición colectiva lo que nos mueve a estar tantos siglos matándonos unos a otros». Delibes toma «un personaje que atesora toda la bondad y la inocencia que uno pueda imaginar y lo somete a un contexto social y familiar en el que se hace arqueologí­a de la violencia y en el que se favorece más esa habilidad arcaica y primigenia que nos lleva a enfrentarn­os unos con otros, a defender el territorio».

Interpelan­do igualmente al público, Hermoso desea «que todos los espectador­es se hagan las mismas preguntas que se hace el doctor Burgueño». A saber: ¿Cómo demonios este hombre sensible y bondadoso ha podido asesinar a alguien? ¿Tiene el individuo un impulso natural de bondad o tiene uno agresivo? ¿Hasta qué punto influyen en este asunto la política y la sociedad?».

Contienda eterna. La guerra de Ucrania –que Gómez define del siguiente modo: «Rusia ha destrozado un país entero y lo ha dejado completame­nte en el escombro tirando petardos que hemos subvencion­ado nosotros con la energía barata»– parece confirmar el fatalismo bélico que se encarna en Pacífico. Pero el actor que se pone en su piel no quiere resignarse. «La vocación del ser humano no es hacer la guerra, sino más bien no provocarla», plantea. «La guerra está ahí, está en nosotros. Hay problemas, los vamos a tener y no hace falta que hagamos muchos esfuerzos para buscar un dolor que va a venir igual. Por eso, el esfuerzo que tenemos que hacer es amortiguar ese dolor que sabemos que va a venir».

Su compañero de reparto lo entiende de este otro modo: «Lo único que tendría valor para mí es que pudiéramos llegar a experiment­ar ese impulso violento y saber contenerlo, transforma­rlo en otra cosa». Y lo compara con otro aspecto de la naturaleza humana: «Si existiera una cirugía que tratase una parte del cerebro y ya nadie se volviese adicto a las drogas, ni al alcohol ni al tabaco, no habríamos dado ningún paso. Lo que tiene valor en un adicto es asumir su enfermedad y saber convivir con ella».

Una pregunta que se repite desde hace algunos años en el mundo del teatro es si éste puede contribuir a desactivar las violencias. Carmelo responde: «No comprender es lo que nos hace más desdichado­s. Y el arte nos ayuda a desactivar el miedo al absurdo. Porque el absurdo se desactiva cuando le miras a la cara. Para eso hacen falta armas. Y creo que el teatro te da esa posibilida­d a través de la ficción». Es, dice, «como mirar la Gioconda, pero dejar que la Gioconda nos mire. Porque si no nos dejamos mirar, tampoco sirve para nada».

Hermoso habla entonces de la polarizaci­ón y la trinchera que han ocupado el espacio público. «El cerebro humano tiende a simplifica­r para manejarse en la vida. ¿Y qué mejor simplifica­ción de la realidad que ver la vida o el mundo como una cuestión de buenos o malos, un enfrentami­ento entre el bien y el mal?», se pregunta. «Por otra parte, como individuos, sólo nos sentimos seguros cuando formamos parte de algo. Estar en medio, no en el sentido pasivo, sino de forma activa, interpreta­r las cosas, es muy incómodo. Un lugar no equidistan­te, sino dinámico: con la valentía de ponerse de pie por uno mismo, de pensar por uno mismo, de tener un pensamient­o crítico con todo y con todos. E, incluso, con el valor de cambiar de opinión».

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 ?? PENTACIÓN ?? CARMELO GÓMEZ (IZQDA.) Y MIGUEL HERMOSO, EN EL CARTEL DE ‘LAS GUERRAS DE NUESTROS ANTEPASADO­S’.
PENTACIÓN CARMELO GÓMEZ (IZQDA.) Y MIGUEL HERMOSO, EN EL CARTEL DE ‘LAS GUERRAS DE NUESTROS ANTEPASADO­S’.

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