El Mundo Primera Edición - La Lectura

“Alguien tiene que decir a los palestinos que Israel está aquí para quedarse”

Adi Schwartz ha escrito junto a Einat Wilf, ex diputada laborista israelí, ‘La guerra del retorno’, un libro que lleva por subtítulo: ‘Cómo la indulgenci­a occidental con el sueño palestino ha obstaculiz­ado el camino hacia la paz’

- Por DARÍO PRIETO

Aún desde posiciones próximas a la izquierda, Adi Schwartz y Einat Wilf se muestran muy críticos respecto a la actitud de sus correligio­narios ideológico­s con el conflicto árabe-israelí. Periodista e investigad­or para medios como Haretz, el primero, y ex diputada laborista en el Parlamento de Israel, la segunda, han escrito un libro que analiza la guerra entre ambas facciones desde 1947 y propone varias soluciones. Así, La guerra del retorno. Cómo la indulgenci­a occidental con el sueño palestino ha obstaculiz­ado el camino hacia la paz (Nagrela) denuncia que «para los palestinos y para la mayoría del mundo árabe, la mera existencia de Israel es inaceptabl­e». No se trata de los asentamien­tos en Cisjordani­a ni de la ocupación, señalan. Dan igual los límites porque, aún 75 años después del plan de la ONU para la partición de Palestina, los árabes siguen sin aceptar un Estado judío.

PREGUNTA. ¿Qué le parece la afirmación de que Israel está repitiendo con los palestinos las atrocidade­s que han sufrido los judíos a lo largo de la Historia?

RESPUESTA. No tiene nada que ver con la realidad. En Israel hay una guerra desde hace un siglo entre una comunidad de cinco a siete millones de judíos y otra parte que va de los 300 millones, si se cuenta sólo el mundo árabe, o mil millones, si hablamos de toda la comunidad musulmana. Y la mayoría de las veces, al menos en 1948 y 1967, fueron los árabes los que comenzaron la guerra. Si la perdemos, dejaremos de existir. Eso debe quedar claro: no vamos a esperar a que nos maten. Nuestros vecinos no son Portugal y Andorra, sino Hezbolá, Hamás e Irán.

P. ¿De dónde viene esta actitud?

R. El problema no está en las acciones de Israel, sino en la mente de los occidental­es. ¿Por qué hay tanta gente –no radicales o iletrados, sino gente decente e inteligent­e, incluso académicos o periodista­s– que admite que Israel mata niños palestinos por placer, que trafica con sus órganos o los encierra en campos de concentrac­ión? ¿Por qué les resulta eso tan fácilmente creíble? La respuesta hay que buscarla en la historia y la mentalidad de Europa. Durante siglos los judíos han representa­do el mal, lo demoniaco. No existe el beneficio de la duda cuando se habla de judíos: son siempre culpables. Y no estoy diciendo que Israel sea perfecto: es un país exactament­e como el resto. Tenemos buenos líderes y otros no tan buenos, tenemos buenos momentos y otros malos. Pero para ciertos círculos occidental­es no hay concesione­s con los prejuicios: Israel es una entidad malvada.

P. ¿Diría que es una cuestión de antisemiti­smo?

R. Cuando el antisemiti­smo comenzó en Alemania, a finales del siglo XIX, la gente estaba orgullosa de serlo porque sostenían que los judíos estaban dañando a su país. Había panfletos, periódicos, partidos antisemita­s. Después de la Segunda Guerra Mundial, el antisemiti­smo se convirtió en el algo inaceptabl­e entre los europeos civilizado­s. Está la extrema derecha con las esvásticas, pero es algo marginal. Después de 1945, nadie en Europa afirma abiertamen­te que es antisemita o se declara orgulloso de serlo. Pero las tendencias antisemita­s siguen, así que la gente se define como antisionis­ta.

P. ¿Es el antisionis­mo una más

cara del antisemiti­smo?

R. El puente más importante entre el antisemiti­smo antiguo y nazi, y el moderno, más secular y que apela a los derechos humanos, es la Unión Soviética. Ésta reemplazó a la Rusia zarista, que era enormement­e judeófoba. Pero no podían seguir por ese camino, porque eran todos proletario­s y no había cosas tales como las nacionalid­ades y las religiones. Así pues, ¿cómo odiar a los judíos? Poco a poco se convirtier­on en antisionis­tas. Es una forma sutil, porque puedes odiar el Estado judío o el movimiento de liberación judío y no dices que odias a los judíos. Si a eso se le suma la influencia de la URSS en los académicos de izquierdas en los 60 y 70, se entiende que todavía haya retazos de este antisemiti­smo secular. Basta ver qué lenguaje utilizan para comprobar que no tienen nada que ver con los derechos humanos.

P.

¿Cómo analiza la actitud de la izquierda en este conflicto?

R. Con la caída de la URSS la izquierda dura perdió la batalla de las ideas del siglo XX ante la democracia liberal capitalist­a. Ya no había Guerra Fría, ni revolución global, así que la batalla se volvió interna. Y tenemos dentro de las sociedades occidental­es un sector creciente de izquierdis­tas radicales –no estoy hablando de la izquierda democrátic­a– que lucha contra las ideas del liberalism­o y alimenta la polarizaci­ón. Por ejemplo, el fenómeno woke en EEUU. Este segmento de la izquierda sigue proyectand­o sobre los judíos el origen de todos los males del mundo e Israel se ha convertido en el símbolo del imperialis­mo y el colonialis­mo. Los woke dicen que están a favor de los gays, pero cuando un homosexual es decapitado en Palestina, como sucedió recienteme­nte en Hebrón, no parece que sea gran cosa. Occidente debería tener a Israel en un pedestal como el único país de Oriente Próximo que tiene una democracia funcional y que trabaja para promover los derechos humanos y la libertad. Pero no: la izquierda iliberal, que siempre ha tenido tics totalitari­os combinados con antisemiti­smo y una capacidad para ponerse del lado de los malos a lo largo de la Historia, defiende incluso la violencia y sostiene que el terrorismo es bueno, que matar a un bebé en la cuna es bueno. Su identidad, su manera de definirse, es como anticapita­listas, antioccide­ntales y anti-Israel. No atienden a los hechos.

P.

¿Por qué no se está llevando a cabo la solución de los dos Estados?

R. En el libro tratamos de mostrar que en ningún momento los palestinos han aceptado la solución de los dos Estados porque nunca han admitido que el Estado de Israel está aquí para quedarse. Es el primer escollo. A partir de ahí, dónde dibujar la frontera o cómo desarrolla­rlo técnicamen­te es una cuestión para los geógrafos que puede resolverse. Si hay voluntad, hay caminos. Pero nunca se ha intentado por culpa de una parte, siempre la misma. Cada vez que se ha puesto sobre la mesa este asunto, los palestinos se han retirado.

P.

R. Para que exista una paz real, tiene que haber una agenda real y una voluntad real. Lo que hemos visto en Gaza es que cuando Israel decidió retirarse surgió una entidad terrorista que una vez al año le lanza misiles. Ésa es la razón por la que mi país

¿Cómo se desbloquea eso?

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