El Mundo Primera Edición - La Lectura
Un plebiscito para reformar España
El analista y consultor político Ignacio Varela (Madrid, 1954) ha publicado Por el cambio. 1972-1982: Cómo Felipe González refundó el PSOE y lo llevó al poder (Deusto). Y el propio Varela duda a la hora de definir su libro. Que si es un ensayo sobre un tiempo –se dice–, que si es una biografía, que si desgrana el germen de un partido que ya no existe y muchos quieren que siga existiendo... También puede recordar a una palabra que el periodista Fernando Ónega usó para referirse a la biografía que él escribió sobre Adolfo Suárez: dijo que era un «cariño». Aunque Por el cambio es, en todo caso, un autocariño.
Así lo reconoce Varela, que ha escrito este libro porque, como Oscar Wilde, lo resiste todo menos la tentación. Y la tentación de volver a ser un veinteañero pero aportando lo que sabe ahora era demasiado grande. Entró por primera vez en un partido político con 17 años, a los 24 ya estaba diseñando campañas electorales y a los 28 le hicieron asesor presidencial de Felipe González. Cuarenta años después de las elecciones de 1982 que encumbraron a su presidente, Varela utiliza el depósito de la experiencia para explicar por qué aquello fue un fenómeno completamente irrepetible.
Desde el Congreso de Suresnes
IGNACIO VARELA
POR EL CAMBIO
Deusto.
512 páginas. 19,95 E Ebook: 8,99 E
a la campaña del 82, el autor desvela los entresijos de una parte de la vida política del PSOE de Felipe González [otras escapan al periodo elegido] que culminaron en un plebiscito. ¿Por qué en un plebiscito? Porque, como explica, sólo había dos posibilidades reales de poder: o gobernaba Felipe González Márquez o gobernaba González Márquez Felipe. Entonces España entró en el período más profundamente reformista de su historia contemporánea. Y también, como critica el propio Varela, abrió una época de partido dominante donde sólo había un Gobierno, «y diez años de Gobierno sin alternativa no es un escenario saludable». «Las elecciones del 82 son absolutamente irrepetibles», dice, «y afortunadamente irrepetibles».
También los cristianos trajeron la democracia
Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y catedrático de Derecho Constitucional, Óscar Alzaga (Madrid, 1942) comienza sus memorias, La conquista de la Transición (1960-1978), con una denuncia que explica por qué a los historiadores les va a ser muy difícil reconstruir documentalmente los años más decisivos de la reciente Historia de España. El 19 de diciembre de 1977, esto es, apenas dos meses después de haberse aprobado la Ley de Amnistía, el ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, dictó una Orden, «no publicada en el BOE», aclara Alzaga, «que dispuso unilateralmente ‘eliminar y destruir todos los antecedentes, informes y notas que existían en los archivos dependientes de las direcciones generales de la Guardia Civil y Seguridad relativos a la pertenencia o participación de personas en actividades u organizaciones políticas y sindicales legalmente reconocidas’».
De esta forma, a partir de las órdenes verbales del ministro, «respaldado desde la cúspide del Gobierno», se quemó toda la documentación existente sobre el sistema represivo de la dictadura. Un acto, explica el autor, «que no prestigia a nuestra Transición» y que dejó a España «sin ninguna comisión de la verdad, cuando en muchos otros países al salir de un período de particular dureza se han credo numerosas comisiones desde la convicción de la importancia que tiene para la cultura cívica de un pueblo poder saber de dónde viene».
Pero las memorias –«documentadas», explicita– del que fuera uno de los principales dirigentes de la democracia cristiana española aportan, además, una visión poco conocida de la actividad de los cristianos en la Transición. Porque la oposición al régimen, aclara Alzaga, no vino solo desde la izquierda, como demuestra el llamado Contubernio de Múnich, en 1963. Desde la celebración del Concilio Vaticano II, la Iglesia cambió su actitud hacia el régimen. Convertida desde la Guerra Civil en uno de los principales apoyos de la dictadura, ahora, y de la mano del presidente de la Conferencia Episcopal, Vicente Tarancón, los democristianos se convertirían en unos de los más firmes opositores al franquismo. El mismo Alzaga fue detenido, encarcelado y confinado en un estado de excepción, antes de contribuir a la creación de UCD y participar en la legislatura constituyente.