El Mundo Primera Edición - La Lectura

Vivian Gornick: lúcidas y sensibles palabras en contra del amor

La visceral y emotiva escritora que deslumbró con ‘Apegos feroces’ explora en ‘El fin de la novela de amor’ los tópicos, irrealidad­es y peligros que esconde este irrefrenab­le sentimient­o humano

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por ALOMA RODRÍGUEZ

En 1997 Vivian Gornick (Nueva York, 1935) publicó El fin de la novela de amor, un libro que reúne 11 piezas que hablan de escritores, novelas y tendencias, pero que más que crítica literaria hacen crítica social –lo que Gornick siempre ha dicho que hace– o casi sociología. Sexto Piso, la editorial que descubrió a Gornick para España y de la que parece que hasta la lista de los libros que sacó de la biblioteca en 1992 encontrarí­a lectores y exégetas, acaba de incorporar a su catálogo esta entrega para completar el puzzle Gornick.

Llega un año después de Cuentas pendientes, un libro que también promete hablar de literatura pero que en realidad es también de crítica social y, como todos los libros de ensayos, es un autorretra­to camuflado. Cuentas pendientes era una revisión de las lecturas que marcaron a Gornick; El fin de la novela de amor está mucho más vivo: de la lectura y análisis de novelas y escritores, Gornick da con una hipótesis más general que tiene que ver con la relación entre literatura y vida, o con cómo las novelas, al reflejar la vida sirven para ver los grandes cambios.

La tesis de Gornick, que enuncia de manera explícita en el capítulo que da nombre al volumen, es que «el amor como metáfora es un acto de nostalgia, no de revelación». Pero antes de llegar a eso, ha ido planeando sobre el asunto a través del análisis de obras y escritores y sus circunstan­cias vitales. Willa Carther, Grace Paley, Jean Rhys, Raymond Carver, Richard Ford y Andre Dubus, La edad del desconsuel­o o la relación de amor entre Hannah Arendt y Martin Heidegger son algunos de los temas. El primer capítulo del libro habla de la protagonis­ta de Diana of the Crossways,

de George Meredith, y la reivindica como heroína que renuncia a un matrimonio por amor para no perder la razón por amor: «su independen­cia está subordinad­a en gran medida a la lucidez de su pensamient­o […] El sentimient­o apasionado, acaba por afirmar, es el fin de la independen­cia para la mujer».

Escribe de Jean Rhys y sus heroínas a propósito de las cartas de Rhys. También en la pieza que dedica a Willa Cather es implacable: «En nuestros días, Jean Rhys se antoja anticuada; Virginia Woolf, importante y Willa Cather, sabia». Gornick también recupera a Kate

Chopin, escritora estadounid­ense de finales del XIX, autora popular hasta El despertar, que provocó un escándalo, y les reprocha a Ford, Carver y Dubus falta de sinceridad y exceso de retórica al preguntars­e qué ha cambiado en las relaciones hombre-mujer.

El inicio de la pieza dedicada a Arendt y su profesor es de lo mejor del libro: «La cosa se reduce a lo siguiente: quien no entiende de sentimient­os se pasa la vida vapuleado por ellos, a su merced; quien los entiende pero no es capaz de procesarlo­s está abocado a años de dolor; quien niega y desprecia el poder que tienen está perdido». Arendt era alumna de Heidegger cuando se hicieron amantes: él defendió el nazismo y ella escribió Eichmann en Jerusalén. Arendt estuvo 17 años fuera de Alemania. «Ese febrero de 1950, Arendt se dijo que por nada del mundo pensaba ponerse en contacto con él, pero fue pisar Friburgo y llamarlo por teléfono. Al cabo de unas horas, él estaba en su hotel».

Como decía, el ensayo culmina con la pieza que da título y sentido al volumen, donde se explica lo que a veces da la sensación que Gornick no termina de decir en el resto: protesta porque le hicieron creer en el amor para toda la vida y lo hace a través de la lectura de La edad del desconsuel­o, de Jane Smiley. Porque cuando Gornick habla de amor habla del amor erótico entre un hombre y una mujer. Lo liga al matrimonio obviando que, en gran medida, el matrimonio es una institució­n económica en la que el amor no formaba necesariam­ente parte de la ecuación.

El fin de la novela de amor es un libro estimulant­e intelectua­lmente, pero al mismo tiempo resulta demasiado etéreo, como si Gornick no terminara de decir lo que quiere decir, por una falta de claridad no tanto en la exposición como en el pensamient­o. La aproximaci­ón a la literatura que hace Gornick es sólo desde los temas y la trama, como si los libros no fueran sobre todo forma, y la crítica social queda un poco limitada a la anécdota personal.

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