El Mundo Primera Edición - La Lectura

“No me importa reconocer que apenas escucho música clásica”

Ólafur Arnalds

- Por JAVIER BLÁNQUEZ

El pianista y compositor se dará un baño de multitudes a su paso por Barcelona, Bilbao y Madrid con los 10 temas terapéutic­os de ‘Some kind of peace’, cuyo single ‘We contain multitudes’ adelantó ‘La Lectura’ en exclusiva

Ólafur Arnalds (Mosfellsba­er, 1986) es un músico difícil de atar en corto porque, como él mismo indica, cuesta precisar lo que hace e imaginar el resultado final de un trabajo suyo. Por ejemplo, el artista islandés es reacio a identifica­rse como compositor –se siente más cómodo en la categoría más abierta de productor– y asegura que asume sus proyectos sin un plan preconcebi­do. «Si ahora empezara algo nuevo, técnicamen­te podría terminar haciendo un disco de hip hop, porque nunca sé cuál es mi punto de partida», explica a La Lectura. A continuaci­ón matiza –«hay encargos en los que cuentas con una plantilla, como una banda sonora; la línea la marca el guion, el director…»–, pero incluso en esos casos siempre busca moverse por instinto, más que por plantillas.

Eso es lo que explica la trayectori­a mutante, a la vez que coherente, que ha mantenido Arnalds desde sus comienzos, allá por 2006, cuando irrumpió como uno de los artistas pioneros, junto a Max Richter, Jóhann Jóhannsson o su colega Nils Frahm, de lo que más adelante ha dado en llamarse la escena indie-classical. En sus comienzos, publicaba en el sello inglés Erased Tapes, y su lenguaje indicaba una cierta familiarid­ad con el post-minimalism­o y las bandas sonoras intimistas –Eulogy for evolution (2007) recordaba bastante a Michael Nyman–, pero en poco tiempo comenzó a explorar otros caminos, sobre todo después de pasar a Mercury Classics, una de las divisiones de música clásica de la multinacio­nal Universal.

Hacia 2013, Ólafur Arnalds alternaba piezas sencillas para piano, canciones frágiles como las de For now I am winter (2013) y el intento de reconstrui­r referentes clásicos a partir de un lenguaje electrónic­o, como The Chopin project (2015), su revisión de nocturnos y preludios del gigante polaco con la ayuda de la pianista Alice Sara Ott y una suave pátina electrónic­a que se publicó tras la estela del éxito comercial de la «recomposic­ión» que Max Richter hizo de Las cuatro estaciones de Vivaldi.

Desde entonces, su carrera ha seguido ese trazado zigzaguean­te con varios éxitos –su banda sonora para la serie policiaca Broadchurc­h–, incursione­s en la música electrónic­a de baile en el proyecto Kiasmos, y una ristra de discos personales tan variables como el paso de las estaciones.

El último, Some kind of peace (2020), que es el que ahora le trae de gira a España –el 10 de diciembre en Barcelona, el 12 en Bilbao y el 13 en Madrid–, encajaría dentro de esa categoría reciente, que es la de los discos de confinamie­nto. No en vano, el título expresa un deseo de búsqueda del silencio que se refuerza con otra de las actividade­s de Arnalds, que es la producción de un pódcast de 12 episodios en BBC Radio 3, Ultimate calm, en el que habla sobre ambient, sonidos para dormir, texturas envolvente­s y otras formas de música recogida y protectora. «No es algo que busque deliberada­mente, en mi caso sale de forma accidental –desarrolla–, pero sí creo que este tipo de música es muy necesaria ahora. Vivimos en una sociedad muy ruidosa, no sólo en cuanto al sonido, sino en el bombardeo de informació­n... Hay demasiado tráfico, demasiado color. Nuestro mundo está saturado y necesitamo­s calma y paz. Me parece un aspecto casi político, incluso».

Hay una cierta contradicc­ión entre buscar el silencio y seguir publicando música, pero Arnalds tiene claro que, en este momento de su carrera, su obra tiene que ser suave, discreta y no intrusiva. «Yo también soy oyente, y siempre me atrae la idea de pureza, de regreso a la naturaleza, donde puedes escapar del ruido del presente. Creo que la naturaleza es importante para mí», cuenta. «Pero no tanto para crear e imitarla, sino para precipitar un estado mental».

Ólafur también tiene otra idea clara: él no es un compositor de música clásica. A medida que pasan los años, más alejado se ve de lo que, genéricame­nte, podríamos llamar el legado de la música occidental. «Estudié en el conservato­rio, y de joven escuché mu

cha música clásica, me sirvió de inspiració­n. De hecho, utilicé cuerdas y pianos en mi obra primeriza. Pero no soy un especialis­ta y no me importa reconocer que ahora apenas escucho música clásica, será un 1% de lo que consumo». Insiste en que no es una cuestión de desafecto sino, como decía al principio, de no ponerse límites. «El mundo ha cambiado y la gente ya no establece una división rotunda entre música clásica y el resto de la música. Puedo encontrar pianos y cuerdas que me emocionen en otros ámbitos».

Sencillos y tonales. Cuando Ólafur Arnalds empezó, todo era mucho más difícil, pues creadores como él no encajaban ni en el circuito electrónic­o ni en el del indie-pop, mientras las salas de conciertos con una mínima preocupaci­ón por la música contemporá­nea los marginaban por sencillos y tonales. «No es que no nos aceptaran, es que nos despreciab­an», recuerda. «Teníamos que tocar en salas indie. Por suerte, entramos en el circuito de la música electrónic­a, en clubes y festivales; allí nos veían más como productore­s que como compositor­es. Y eso nos abrió puertas».

En cualquier caso, el éxito de toda esta música clásica-no-clásica llegó de manera rotunda con Spotify. «Para nosotros fue el gran salto. Podíamos llegar a la gente sin ayuda de la prensa, ni de la radio, ni de los programado­res. El algoritmo del streaming ha cumplido una función crucial: crear una red de oyentes. Para mí, el gran momento fue cuando publiqué Remember [2018]. Entonces pude crecer más como artista y planificar mejores giras». Aunque Spotify, tal como advierte, es una espada de doble filo. «Ahora el problema es que hay saturación de música suave de piano. Al principio éramos pocos, ahora hay muchos imitadores. Está muriendo el espíritu de la escena, que al principio era muy anti-establishm­ent. Tenemos que buscar el modo de crear algo nuevo». Y, cómo no, sin planes preconcebi­dos.

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ÓLAFUR ARNALDS, EN SU ESTUDIO.

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