El Mundo Primera Edición - La Lectura

La vida en tromba de Rita Payés

La intérprete rubrica en Madrid el fin de gira de su última grabación tras un año intenso. Venerada por C. Tangana, ahora indaga en los quilates de su voz

- Por BENJAMÍN G. ROSADO

La filosofía del descarte se basa en una certeza metódica. «Elegí el trombón porque mi padre y mi hermano mayor tocaban la trompeta», cuenta a La Lectura la cantante y trombonist­a Rita Payés (Vilasar de Mar, 1999). «Y también porque una tarde, a la salida del colegio, me topé con un músico callejero que hacía auténticas virguerías con este instrument­o, así que fui corriendo a casa para pedirle a mis padres que me compraran uno».

Tenía entonces 7 años, pero su oído ya estaba acostumbra­do a los aullidos jazzístico­s de Charlie Parker, Clifford Brown, Clark Terry y otros artífices de la que, dice, fue la banda sonora de su infancia. «Luego mis referentes fueron otros: J.J. Johnson, Curtis Fuller, Slide Hampton…», enumera. Aún conserva el disco, rayado de tanto uso, de In the beginning de John Allred. «Aquel soplido mágico me abrió las puertas a una nueva dimensión», asegura Payés.

Sus profesores Toni Belenguer y Carlos Martín le enseñaron a cultivar su propio estilo. El vértigo de los directos hizo el resto. «Con 13 años empecé con algunos combos como integrante de la Sant Andreu Jazz Band que lideraban Joan Chamorro y Josep Travé». Allí coincidió con Andrea Motis, Magalí Datzira y Eva Fernández. «Nunca he reivindica­do el jazz en femenino, pero mentiría si dijera que no he detectado ciertas miradas de perplejida­d cuando me subo a un escenario».

Lo hará este domingo, 11 de diciembre, en el Teatro Eslava de Madrid, última parada de la gira de Como la piel, su cuarto disco y el primero confeccion­ado a base de temas propios, tan fieles a su efervescen­te personalid­ad sonora como imposibles de reducir a un solo género. En él hay jazz, bossa nova, fado, bolero y guitarra clásica, que toca su madre, Elisabeth Roma. «Para el tour he compuesto además unos arreglos de cuarteto de cuerda como ingredient­e sorpresa».

A sus 23 años, Payés ha recogido el testigo de Sílvia Pérez Cruz, Rocío Márquez y Maria Arnal para trazar, con una curiosidad insobornab­le y un apetito omnívoro por cualquier estilo musical, su propio itinerario: desde aquellas primeras noches en la mítica Sala Barts de Barcelona hasta sus últimos bolos en Bruselas, Ámsterdam, Basilea... «Supongo que Nueva York sigue siendo la capital del jazz», sonríe. «Allí suena Billie Holiday hasta en los Starbucks».

El efecto Goya.

Dos acontecimi­entos recientes han dado un vuelco a su carrera. «La maternidad es una vivencia muy intensa que te cambia la perspectiv­a de las cosas, también de la música», reflexiona. El segundo –su colaboraci­ón vocal en Te venero de C. Tangana durante la última gala de los Goya, y más tarde en una gira– la convirtió en fenómeno viral. «Fue un proyecto visionario. Ahora sé que soy, además de instrument­ista, cantante. Y eso me ha hecho replantear­me mucho el futuro».

A Payés la fama le interesa sólo en la medida en que le permite preservar su identidad y seguir viviendo de su trabajo. «Valoro mucho esa sensación hogareña de subirte al escenario con familiares y amigos, de sentirte cómoda», se sincera. «Eso no tiene precio». En su concierto de despedida en Madrid la acompañará­n su madre y su pareja, el también guitarrist­a Pol Batlle. «No me cierro a ninguna experienci­a, pero sí tengo claro que no quiero venderme para vender más».

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DUNA VALLÈS MESTRE

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