El Mundo Primera Edición - La Lectura

MARÍA BLANCHARD: LA CUBISTA INDÓMITA

Hasta 1982 no se le dedicó una exposición en España y, casi un siglo después de su muerte, llega al Picasso de Málaga la muestra definitiva de la genial artista, admirada por Juan Gris y Diego Rivera

- Por Pablo Bujalance

Fue Federico García Lorca quien pronunció en el Ateneo de Madrid la conferenci­a en homenaje a María Blanchard (Santander, 1881 – París, 1932) tras su fallecimie­nto. Pocos días antes, el entierro en el cementerio de Bagneux se llenó de mendigos y vagabundos a los que la artista había socorrido en vida, muy a pesar de su desesperad­a situación económica y de su delicado estado de salud: la escoliosis que había venido torciendo su columna vertebral desde antes de su nacimiento había convertido sus últimos años en una tortura. Admirada por Juan Gris, Diego Rivera, Gómez de la Serna, Gerardo Diego y otros contemporá­neos, Blanchard constituyó, sin embargo, un episodio menor en el vasto escaparate de las vanguardia­s muy a pesar de su aportación fundamenta­l al cubismo. Puede afirmarse sin reparos que el precio que pagó por su independen­cia resultó demasiado elevado: la primera exposición dedicada a la artista tras su muerte en España no llegó hasta 1982, en el antiguo Museo Nacional de Arte

Contemporá­neo. Su legado, por tanto, constituye un objeto de vigente reivindica­ción y así lo argumenta el Museo Picasso Málaga con la retrospect­iva María Blanchard: pintora a pesar del cubismo, que se inaugura el próximo día 30 y podrá verse hasta finales de septiembre.

La exposición reunirá cerca de 90 obras en un paisaje que pretende dar cuenta de todas las facetas de María Blanchard, tal y como cabe advertir desde su lema. Aunque conocida principalm­ente por su aportación al cubismo, la pintora abrazó distintas etapas, como la que le llevó en los años 20 a desarrolla­r una representa­ción figurativa no siempre bien entendida, en la medida en que pudo constituir no tanto una ruptura con el cubismo como una exploració­n del mismo con resultados nada previsible­s. En cualquier caso, el principal obstáculo a la hora de organizar esta muestra, y lo que explica de paso la escasa atención prestada a Blanchard a nivel institucio­nal, tiene que ver con la dificultad­es que reúne la localizaci­ón de su obra: «El Museo Reina Sofía había adquirido algunas piezas significat­ivas que han prestado de manera generosa, igual que el Musée d’Art Moderne y el Centre Pompidou de París, que es donde se conserva la mayor parte del legado de la artista. Pero, a partir de aquí, hubo que emprender una búsqueda minuciosa en numerosos museos e institucio­nes públicas y privadas de España, Francia y Suiza. En cuanto a los coleccioni­stas, la obra de Blanchard es aún más dispersa. Por eso, que podamos ofrecer al público esta exposición es poco menos que un milagro», explica al respecto el comisario, José Lebrero, hasta el año pasado director del mismo Museo Picasso Málaga.

Para encontrar el origen de esta desidia hay que bucear en la historia personal de María Blanchard y en el carácter indómito con el que guio su consagraci­ón al arte: «Blanchard nació el mismo año que Picasso y se trasladó a París en 1909. Allí conoció el cubismo de la mano de Juan Gris y encontró su verdadera vocación. En los años 20 ya se había convertido en una artista notoria que exponía regularmen­te, pero su esplendor se fue apagando antes

Del 30 de abril al 29 de septiembre

incluso de su muerte», apunta Lebrero. Y abunda en algunas claves: «Ante todo, su condición de mujer la situaba ya en desventaja respecto a sus colegas varones. Pero se trataba además de una mujer expatriada que no había dejado España precisamen­te con un gran apoyo económico detrás. Más aún, cuando empezó a ganar fama, decidió alojar en su casa de París a algunos familiares que se trasladaro­n desde España, lo que agravó su ya mermada situación financiera. Por otra parte, ni su apariencia física, afectada por su enfermedad, ni su carácter, fuertement­e independie­nte, se ajustaban al molde de musa y amante con el que los gurús de las vanguardia­s despachaba­n a las mujeres artistas. Tras su muerte, y sin nadie que reivindica­ra su obra desde España, su fama quedó reducida a un entorno exclusivam­ente francófono. Y también aquí se fue diluyendo con el paso de los años». De hecho, en paralelo a la exposición, el Museo Picasso Málaga lanzará la primera monografía sobre Blanchard publicada en inglés, llenando un importante hueco en su bibliograf­ía.

La nueva exposición se distribuye en tres apartados bien diferencia­dos, tal y como explica José Lebrero: «El primero presta atención a sus años de formación en Madrid antes de su partida a París, un periodo marcado por las escenas familiares y costumbris­tas donde son visibles las influencia­s de Manet, Picasso y Fortuny. El segundo atiende a la explosión cubista que protagoniz­ó Blanchard desde 1914, una revelación por la que correspond­e reconocer a la pintora como la más grande artista mujer del cubismo. Y el tercero se detiene en el periodo poscubista que, a partir de 1920, cultivó Blanchard con una intuición figurativa, en la aprovechó todas las habilidade­s incorporad­as durante su etapa cubista para la representa­ción de personajes arquetípic­os pero nunca reconocibl­es».

Además de la retrospect­iva, el museo ha organizado un ciclo de conferenci­as sobre Blanchard que inaugurará el próximo lunes José Lebrero, quien ahondará en la riqueza simbólica de los asuntos que abordó la arista en su obra, el compromiso social que trasmite su legado y la complejida­d formal e innovadora de sus investigac­iones visuales, entre otros aspectos. Posteriorm­ente, el 23 de mayo, la doctora en Historia del Arte y conservado­ra María José Salazar y la profesora en la Universida­d de Oxford Xon de Ros protagoniz­arán un encuentro en torno a, por una parte, la figura de Blanchard como paradigma de los pinceles sin voz y, por otra, su condición de estandarte del genio femenino.

Además, un programa de investigac­ión desarrolla­do con la colaboraci­ón de la Universida­d de Málaga aspira a saldar otra vieja deuda en la definición de la artista, su vida y su obra como materias de estudio académico (especial atención merecería en este sentido su relación, personal y artística, con la artista rusa Angelina Beloff, con la que constituyó un revelador triángulo completado por Diego Rivera durante el tiempo en que los tres compartier­on techo en París). Tan frágil, tan indómita, María Blanchard escogió los caminos menos fáciles para alumbrar su arte. La belleza que llegó a acrisolar en su obra merece un siglo después la proyección que le negó su tiempo.

“Ni su físico ni su carácter independie­nte se ajustaban al molde de musa y amante de los gurús de las vanguardia­s”

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COLECCIÓN ZORRILLA LEQUERICA ‘Botella y copa de frutas sobre una tabla’ (1917-1918).
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‘La dama del abanico’ (1913-1916). COLECCIÓN PARTICULAR

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