El Mundo Nacional - La Lectura

Por los lugares de un cuerpo que nace

Aunando lo clásico y lo moderno, Juan Hermoso teje sus versos a partir de los dibujos y cuadros de Ingres

- Por PILAR MARTÍN GILA

JUAN HERMOSO

NI LA TORMENTA NI LOS PÁJAROS

La Garúa. 112 páginas. 14

Una parte del poemario se dedica a idear el cuadro de Ingres ‘Venus Anadiomena’. Cada poema enuncia un lugar de ese cuerpo que nace:

Todo poemario tiene su sonido, su música propia, que queda resonando en el interior del lector aún después de haber cerrado el libro. En el caso de Ni la tormenta ni los pájaros, podría decirse que lo que persiste es una combinació­n entre el gesto refinado de un canto clásico y la voz fracturada de una composició­n moderna.

Juan Hermoso (Madrid, 1973) construye el presente libro en torno al pintor JeanAugust­e-Dominique Ingres, especialme­nte en el tiempo de su estancia en Roma. Cada una de las partes en que se divide el poemario se abre con un momento (sus bosquejos de Roma, los de su Venus saliendo del mar…), un relato ideado, que da paso a lo poético como tentativa de penetració­n en aquello que precisamen­te no se puede pintar y tampoco decir. Esta tentativa es posible porque aquí, el poeta, ante la visión del mundo de Ingres, no entra en diálogo con los fundamento­s del arte en el sentido de disciplina académica sino con el arte mismo. No se acerca a Ingres como «pintor neoclásico», sino al pintor sólo desde la poesía sola.

Parecería oportuno traer aquí el tópico horaciano Ut pictura poesis, pero en este libro no vamos a encontrar la sola evocación pictórica. Hay algo que cuenta el trazo y también cuenta la poesía, pero no de una forma directa sino explorando un contar alrededor de. Así, de igual modo que la pintura casi es pintura realizada, la poesía es casi palabra dicha. Ante esta condición imposible del arte, y el anhelo de eso que entendemos como la pureza de lo bello, hay aquí, en aparente choque, un estallido de los sentidos, una constante llamada a lo material (el olor a trementina), al cuerpo y a su carne (el frío, las llagas), que, justamente, da lugar al silencio, a la posibilida­d, al vacío que puede llenarse con el nombre a las cosas.

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PALABRAS PARA ENCARNAR LO REAL

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