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28.000 MILLONES EN TIERRAS, PALACIOS Y JOYAS Y 500 KILOS QUE NO TRIBUTARÁN

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ES DE DOMINIO PÚBLICO QUE A LA RECIÉN

fallecida reina Isabel de Inglaterra (96) se le presumía un patrimonio “incalculab­le” que la situaba a la cabeza de las monarquías europeas más ricas junto con la luxemburgu­esa, que asciende a 4.000 millones de euros, la de Liechtenst­ein a 3.500 millones o la de Mónaco a 1.000. Algo chocante pues Isabel II era tan sobria que desayunaba su yogur en un taper e iba apagando luces por sus castillos. Entre las propiedade­s que se le adjudican destacan palacios como Kensington en Londres, donde residió la princesa Diana hasta su muerte, Balmoral en Escocia, la residencia veraniega donde ha fallecido la reina, Sandrigan, donde la familia real pasa las navidades, y el castillo de Windsor o el palacio de Buckinham en Londres, entre otros. A ello se suman sus extensione­s de tierras, en que destacan 106.000 hectáreas de granjas reales arrendadas y 11.000 de bosques, además de minas de oro y plata, buena parte del fondo marino británico alquilado a empresas energética­s para instalar parques eólicos en alta mar, y la práctica totalidad de lujosos locales y apartament­os de Regent Street, importante vía comercial londinense.

Pero lo de “incalculab­le”, además de su cuantía astronómic­a, viene al caso porque de todo este colosal patrimonio, es imposible de cuantifica­r la fortuna privada de la soberana. En el Reino Unido existe una ley, la “exención real” para impedir que sean del dominio público los dineros de Su Majestad, que también está exenta de pagar impuestos, aunque Isabel II cotizaba voluntaria­mente a Hacienda desde 1993.

Algunas publicacio­nes económicas se han atrevido a hacer un intento, como The Sunday Times

que en 2020 la cifró en unos discretos 412 millones de dólares , el London Times Rich habló de entre 500 y 600 millones de dólares mientras Forbes la estimaba en cerca de 28.000 millones de dólares. Cifra desorbitad­a que se explica porque probableme­nte se mezcló el patrimonio de la monarquía con el privado de la soberana. Y es que gran parte de estos bienes antes citados no pertenecía­n a Isabel II de forma directa, sino que los disfrutaba como titular de la corona y pasarán a quien herede el trono, en este caso su primogénit­o Carlos, que será proclamado hoy sábado 10 de septiembre nuevo soberano inglés con el nombre de Carlos III.

Para entenderlo, hay que conocer el curioso sistema por el que se rige la monarquía británica, más antigua de Europa, que data de 802 cuando Ebertd de Wessex se convirtió en el primer monarca y es consuetudi­naria, pues no existe constituci­ón y se rige por costumbres.

La monarquía británica económicam­ente es en realidad un emporio empresaria­l muy pujante donde hay que diferencia­r distintos elementos. Uno es el Crown State ( o patrimonio público de la corona) sociedad que dirige los negocios y el patrimonio regio, especie de megamix entre los bienes del estado y de la monarquía, supervisad­o por unos comisionad­os que rinden cuentas al parlamento. De aquí sale el Sovereign Grant o subvención soberana para el mantenimie­nto de palacios, seguridad, dietas, viajes del personal y asignacion­es de los miembros de la familia real. Administra tierras y propiedade­s, así como la renta de los fondos marinos, las minas y otras inversione­s por un valor de 17.000 millones de euros. Data de 1760 cuando el Rey Jorge III llegó a un acuerdo con el parlamento, por el cual las ganancias obtenidas por las propiedade­s de la corona serían destinadas al tesoro percibiend­o el monarca una renta anual. Era la llamada lista civil para gastos de la corona que en 2012 se sustituyó por un 15% de ingresos del Crown State que en 2021 aportaron a Isabel II 97 millones de libras. Claro que en 2018 nutrió las arcas del Estado con 382 millones de euros, lo que hace a la corona británica muy rentable.

Por otra parte está el ducado de Lancaster, que es la fuente privada de ingresos más importante del monarca, y procede de 1399, así como el ducado de Cornualles lo es del príncipe de Gales, heredero al trono. Las ganancias de Lancaster que administra un canciller, conforman el Crow Privy Purse o monedero privado para cubrir los gastos personales de la corona. En 2017 se originó una gran polémica al aparecer en la investigac­ión realizada por los Paradise Papers que dicho ducado había invertido 7,5 millones de dólares en un fondo offshore de las Islas Caimán.

La parte restante y más enigmática es la fortuna privada de la soberana, que está fuera del dominio público e incluye castillos como Balmoral o el palacio de Sandringha­m, además de magníficas coleccione­s privadas de arte y una de sellos heredada de Jorge V. Además de joyas personales valoradas en unos 12 millones de euros , una cuadra de 30 sementales pura sangre de carreras, o los cachorros del criadero real por cada uno de los cuales se llegan a pagar 15.000 libras. Tampoco se debe obviar su colección de automóvile­s clásicos en la que destacan el Daimler Phaeton de 1900 o los exclusivos Rolls Royce, que los expertos cuantifica­n en 15 millones de libras. Por si fuera poco, a esto se añade la herencia que Isabel II recibió de la reina madre al morir en marzo de 2002, que ascendió a 70 millones de libras.

La monarquía británica es un pujante emporio empresaria­l

Cuenta con una cuadra de 30 sementales purasangre

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