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SUS HIJOS YA SON PRÍNCIPES PERO SU AFÁN DE PROTAGONIS­MO NUBLA SU FUTURO

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ES EL FIN DE UNA ERA. LA HISTORIA ya se escribe de una forma diferente. Tras el fallecimie­nto de la reina Isabel II a los 96 años en el castillo de Balmoral en Escocia, empiezan a escribirse nuevos capítulos. Uno de ellos bien podría titularse La venganza de Meghan Markle, el último verso libre (y molesto) de los Windsor que desde el principio se quejó del tratamient­o dispensado por su familia política. Y con la llegada de sus hijos, Archie (3) y Lilibet Diana (1), el resentimie­nto fue in crescendo porque perdían posiciones en la pirámide social.

Pero los duques de Sussex eligieron airear sus trapos sucios para vivir otra vida de cuento entre otros reyes y reinas (de la gran pantalla) en vez de sentirse esclavizad­os por un sistema arcaico monárquico. La subida al trono de Carlos III (73) ha bendecido al príncipe Enrique (37) y su esposa, ya que el hijo de Diana de Gales ha subido un escalafón en el organigram­a real y sus descendien­tes ya pueden ser considerad­os

Sus Altezas Reales el príncipe Archie y la princesa Lilibet Diana. FueJorge V, abuelo de la soberana fallecida, quien en 1917 estableció que los nietos de un rey adquieren automática­mente dichos títulos. Otra cosa es que quieran utilizarlo­s.

De momento, esto es una incógnita, pero no hay que olvidar que en Estados Unidos que todo lo relacionad­o a realeza y nobleza les sumerge en un estado de bienestar catártico. Y como el cine se ha encargado de perpetuar esa imaginería, basta con hacer un flashback para recordar las visitas a Pickfair -la emblemátic­a mansión de Mary Pickford y Douglas Fairbanks- por la que pasaron el duque de Alba, el rey y la reina de Siam, los duques de Windsor o lord y lady Mountbatte­n, el matrimonio que iluminó el camino a un joven Carlos, príncipe de Gales, cuando su padre, Felipe de Edimburgo mandó internarle en exclusivos centros educativos y su madre dirigía un imperio tras seguir los sabios consejos de su anciano primer ministro Churchill.

En Montecito, localidad del condado california­no de Santa Bárbara, los Sussex compraron por 14 millones de euros una mansión de estilo provenzal de 1765 metros cuadrados donde son vecinos de estrellas como Ariana Grande, Ellen DeGeneres, Gwyneth Paltrow y Oprah Winfrey, íntima amiga del matrimonio real que consiguió la polémica entrevista . Durante aquella conversaci­ón Meghan (41) soltó la bomba.

Meghan le dijo a Oprah que la Familia Real no le había dado el título de príncipe a Archie por una cuestión racista.

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AP La reina Isabel II junto a Meghan Markle y Harry.

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