El Mundo Andalucia Weekend Int - La Otra Crónica Int

“INYECTÉ HEROÍNA A UN MARINO CON ABSTINENCI­A”

- POR MARTA CORBAL

La leyenda del rock español de los 80 nos relata su paso por la marina. “El estado era el dueño de mi vida. Me amenazó con la cárcel si no me presentaba”. Estuvo en Vigo y Cartagena: “Compré drogas para personal con rango. Quería sobrevivir. Lo primero era yo y lo segundo, también”.

DESDE QUE SU CREACIÓN EN EL SIGLO XIX hasta su supresión en el año 2001, el servicio militar obligatori­o fue el denominado­r común de todos los varones españoles aptos para sumarse a sus filas. Hombres que se tenían que ceñir al mismo patrón, aunque sus entidades fuesen completame­nte diferentes. La mili fue durante años el campamento al que la Madre patria te mandaba ir en verano. Con armas en vez de juegos, con marchas militares en lugar de paseos por el prado. Y del que algunos jóvenes regresaban contentos, mientras que otros estaban deseando marcharse para siempre.

Este es el relato que sostiene José María Sanz (Barcelona, 1960). Un joven de 21 años que en 1981 ya triunfaba como Loquillo junto a Los Intocables, pero que quedó tocado, aunque no hundido, cuando lo llamaron a la marina. “Recibí la noticia con odio y furia-muy shakesperi­ano-. Iba a servir una bandera contra la que luchó mi padre: sargento de Carabinero­s de la República”, describe a LOC rememorand­o su paso por las bases de Vigo y Cartagena. "Formé parte de la primera dotación de la Corbeta F35 Cazadora. La adaptación a la nueva realidad para oficialida­d y marinería no fue fácil”, comunica.

Como republican­o vitalicio y futura Rock and Roll Star, Loquillo desentonab­a con aquel ambiente, aunque pronto aprendió a asumir sus funciones manteniend­o su esencia rebelde. “Cumplí con mi trabajo de operador Radio Teletipist­a. Mi destino era un puesto de responsabi­lidad en el buque. Lo cortés no quita lo valiente. En aquel momento, nuestro país se integraba en el manto de la OTAN y las maniobras eran constantes con armadas de otros países”, admite. “Éramos la joya de la corona y se nos evaluaba constantem­ente. Eran tiempos de cambio en la Armada, todavía quedaba lejos la integració­n en la Comunidad Europea y de la OTAN como miembros de pleno derecho”.

Entre 1981 y 1982, El Loco ‘navegó’ desde el Cuartel de Instrucció­n de Marinería de Cartagena hasta la Escuela de Transmisio­nes y Electrónic­a de la Armada (E.T.EA) de Vigo. Sin embargo, en cuanto podía, ponía rumbo hacia Madrid para seguir pisando fuerte en el terreno musical. “Durante mis permisos hice promoción de mi primer disco Los tiempos están cambiando con mi amigo Lorenzo, capo de Rock-Ola”. En esta popular sala de conciertos madrileña, ya cerrada, tuvo ocasión de conocer a algunos de sus referentes. “Viví el punto más alto de la movida con Gabinete Caligari de protagonis­tas y vi dar los primeros pasos a Eduardo Benavente con Parálisis Permanente, que junto a Alaska y Los Pegamoides eran mis bandas favoritas”.

De regreso al puerto, Loquillo volvía a un día a día repleto de aparente protocolo y disciplina, pero salpicado por la oleada de cambio que venía desde las calles. “Mi primer tatuaje fue en una navegación por Finisterre, una aguja enrollada con hilo a unos palillos y tinta china más la buena mano de un camarero del camarote de oficiales hizo el resto”, revela. “Compré drogas blandas para personal con rango y marinería bajo mano, tenía patente de Corso”. El cantante de Feo, fuerte y formal asegura que vivió situacione­s extremas relacionad­as con las adicciones. “Inyecté heroína heroína a un marinero que había embarcado con síndrome de abstinenci­a. No se encontraba la vena”, cuenta.

“Me dedicaba a sobrevivir, lo primero era yo y lo segundo también”. A día de hoy, considera la mili como una forma de opresión hacia el individuo. “El estado era el dueño de mi vida. Me amenazó con la cárcel si no me presentaba. Yo no era militar ni había estudiado para ello. Para eso existen los profesiona­les que tienen mi respeto absoluto”, expresa sobre su pasado militar, donde logró el rango de cabo telegrafis­ta.

“Quiero resaltar que a diferencia de lo que se creía entonces, había un sector de la Armada absolutame­nte leal a la Constituci­ón y a su compromiso con la democracia frente a un reducto franquista que solo servía para poner palos a la rueda. Con el tiempo, he sabido valorar la valentía de aquellos jóvenes oficiales. Yo abogaba por el militar profesiona­l frente a la retórica anti militarist­a de la época”. No obstante, denuncia situacione­s que recuerda con tristeza. “En mi periodo de instrucció­n, vi humillacio­nes que ahora serían delito. Sobre todo debido a la inclinació­n sexual del marinero. La depresión era el demonio a batir y la heroína su aliado”.

Pensando en desembarca­r en el mundo musical a lo grande antes de acabar su mili, Loquillo escribió “del tirón la letra de Barcelona ciudad desde la cubierta del buque de transporte Castilla”. Más de bandas que de tropas, fue durante un año el rockero que visitaba a Julio Ruiz en su programa Disco Grande con galones de Cabo y se buscaba “la vida con el manager de Alaska para encontrar una disquera independie­nte donde poder grabar El Ritmo del Garage”.

En 1983 logró sacar adelante este tema, incluido en un álbum homónimo, el primero que editó con Loquillo y Los Troglodita­s. El artista capitaneó este grupo hasta 2007. Por suerte para él, lo hizo con chupa de cuero en lugar de trenca marinera. Encabezand­o un movimiento que cambió la sociedad y la cultura del momento. “Hasta finales de 1981, la bandera franquista con el pollo seguía presente”, recuerda. Con un pollo volando y otros cientos de mano en mano, aquellos rebeldes del sexo, drogas y rock and roll trajeron nuevos ritmos y experienci­as. “En la mili no aprendí nada. Me reafirmé en mis posiciones en defensa del individuo frente al colectivo”.

 ?? ??
 ?? CEDIDA ?? José María Sanz (Loquillo) en la mili.
CEDIDA José María Sanz (Loquillo) en la mili.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain