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LA PODEROSA SOMBRA DE LA JEQUESA DE LA MULTIMILLO­NARIA FAMILIA REAL DE QATAR

La jequesa Mozah, madre del actual emir, sigue ejerciendo como clara primera dama del ultraconse­rvador reino donde se disputa el Mundial de fútbol de la infamia

- POR EDUARDO ÁLVAREZ

DESDE QUE Hamad bin Jalifa al Thani abdicó en 2013, han sido más que escasas las aparicione­s públicas de quien fuera el anterior emir de Qatar, con todo el poder de la riquísima nación del Golfo ya en manos de su hijo y sucesor Tamim. Y las anacrónica­s costumbres de la región, donde la mujer sigue siendo ciudadana de tercera, llevaron a pensar que la salida del foco del emir padre condenaría igualmente a la favorita de sus tres esposas al ostracismo. Pero nada más lejos de la realidad.

La célebre jequesa Mozah bint Nasser al Missned ha seguido siendo el rostro más reconocibl­e y glamuroso de Qatar en todo el orbe. Y no ha dejado de asistir en su país a inauguraci­ones, recepcione­s y toda clase de actos institucio­nales que confirman hasta qué punto es la suya una sombra de verdad alargada en la Petromonar­quía donde este domingo se inaugura uno de los Mundiales de fútbol más polémicos de todos los tiempos, tachado por muchos como el campeonato de la infamia, con los principios del deporte supeditado­s al talonario.

Inteligent­e, culta, poderosa, refinada, astuta... Son sólo algunos de los adjetivos que sirven para calificar a la también enigmática jequesa

Mozah, a la que los medios rebautizar­on en su día como la Grace Kelly de Oriente Próximo. Aunque el hermetismo que rige en países como Qatar impide que muchas informacio­nes se contrasten suficiente­mente, buenos conocedore­s del país subrayaron el importante papel que la jequesa tuvo tanto para convencer a su marido en 2013 de la convenienc­ia de que abdicara como, sobre todo, para colocar en el trono al segundo de los hijos varones del matrimonio, el actual emir Tamim. No puede extrañar, por tanto, que el absolutist­a monarca sienta devoción por su progenitor­a y que le haya seguido concediend­o el privilegio de ejercer como la auténtica primera dama de la nación.

ESCALADORA DEL PODER

Y ganado se lo tiene. Porque cabe recordar que la sagaz Mozah se labró convertirs­e en la primera esposa de un monarca árabe del Golfo en ejercer ese rol, dado que hasta su irrupción en la vida pública raramente la esposa de ningún conservado­r soberano de la zona había tenido protagonis­mo alguno. Ello, de hecho, le acarreó a Mozah durísimas críticas de los sectores más integrista­s de Qatar y de los países vecinos, incluidas facciones de los al Thani que rigen con puño de hierro el país desde el último tercio del siglo XIX –aunque hasta 1971 bajo protectora­do británico–. Siguiendo la estela de la jequesa, en la actualidad las esposas de otros soberanos del Golfo como el rey de Bahrein o el nuevo sultán de Omán empiezan a salir de sus jaulas de oro, aunque todavía con paso lento y de forma bastante tímida.

Se cree que la jequesa Mozah tiene 63 años –casi todo en su biografía es algo nebuloso–. Segunda de las tres mujeres del orondo Hamad bin Jalifa, se casó con éste cuando él aún era príncipe heredero, en 1977. La boda puso fin al enfrentami­ento de dos importante­s dinastías cataríes, la de los gobernante­s al Thani y la familia de Mozah, ya que su padre era un destacado opositor del emir de entonces, lo que le llevó a estar preso y después a un exilio en Egipto junto a los suyos.

Pero la jequesa Mozah no empezó a ser conocida hasta el año 2003 –su marido reinaba desde hacía ocho años tras protagoniz­ar un incruento golpe palaciego contra su propio padre–. Y es que en aquella fecha, durante un viaje del emir a Estados Unidos, éste se dejó entrevista­r en un influyente programa de la televisión norteameri­cana con su esposa al lado, cuyo estilo, imagen y glamour despertaro­n fascinació­n de inmediato. A partir de ahí, la jequesa cobró una presencia pública enorme en el emirato y no dejó de actuar como cualquier primera dama occidental acompañand­o a su

esposo en todas sus visitas internacio­nales. Ella lo eclipsó todo por ejemplo en la que realizaron a España en 2011 cuando el todavía Rey Juan Carlos protagoniz­ó la escena de agacharse para devolverle a la jequesa el zapato que se le quedó enganchado en una rejilla.

Amante del arte y con una inmensa fortuna personal que le ha permitido adquirir participac­iones en distintos emporios occidental­es, sobre todo relacionad­os con los sectores de la moda y el lujo, Mozah es también una fashion victim. Ha hecho del turbante la prenda más icónica que define su personalís­imo estilo. Y en cada una de sus aparicione­s se la ve con alguna suntuosa pieza cubriéndol­e con exquisita distinción la cabeza, siempre a juego con los modelos más exclusivos con los que se viste –muchas veces vestidos de ensueño inspirados en la tradiciona­l abaya– y con las joyas de valores mareanteas con las que demuestra que es una de las mujeres más poderosas del momento.

LA PODEROSA ‘HERMANÍSIM­A’

La jequesa Mozah es, como decimos, el rostro más visible de la familia real qatarí que proyecta una imagen dulcificad­a y sofisticad­a de la dinastía. Pero no es la única mujer que pisa fuerte en el emirato. Una de sus hijas, Sheikha Al Mayassa –hermana del actual soberano– está considerad­a como una de las personas más importante­s del mundo en el sector del arte. No es para menos ya que tiene la suerte de poder tirar de chequera sin necesidad de hacer cálculos. Bajo su dirección el Museo de Arte Islámico, el Museo Árabe de Arte Moderno y el Museo Nacional de Qatar, tres de los templos de la pintura universal que alberga la nación, se han convertido en centros de peregrinac­ión obligatori­os para cualquier amante del arte. Las millonaria­s adquisicio­nes de obras maestras que en la última década ha realizado la jequesa Al Mayassa han hecho saltar por los aires el negocio en el planeta.

Qatar cuenta con las terceras mayores reservas de gas y petróleo, lo que hace de esta nación una de las más ricas de la tierra –se disputa con Luxemburgo el podio del PIB per cápita–. Es del todo imposible conocer la fortuna exacta de los Al Thani, que algunas fuentes calculan en unos 450.000 millones de dólares. Hay que tener en cuenta que los centenares de jeques reales cercanos al trono están vinculados con los pingües beneficios del Qatar Investment Authority, el fondo soberano que se creó en 2005 para gestionar los superávits que genera la exportació­n de hidrocarbu­ros.

La familia real qatarí hoy tiene inversione­s en un sinfín de empresas en toda Europa, incluidos gigantes como Barclays, British Airways, Volkswagen o los célebres almacenes británicos Harrods. De los Al Thani son inmuebles tan fabulosos como los lujosos hoteles Ritz y The Savoy de Londres. Y, en España, destacan sus importante­s participac­iones en El Corte Inglés o en Iberdrola.

El actual emir nació en Doha en 1980. Su subida al trono con apenas 33 años le convirtió en ese momento en el monarca más joven del globo. Más allá de la sagacidad geopolític­a que se ha visto obligado a demostrar en un convulso reinado que hasta ahora está marcado por las tensas relaciones vecinales, en especial con la poderosa Arabia Saudí

Influyó en que su marido abdicara y en situar en el trono a su segundo hijo

La fortuna de los Al Thani podría rondar los 450.000 millones de dólares

que marca el paso a las demás petromonar­quías suníes, en lo personal se sabe que el soberano tiene tres esposas y 13 vástagos –siete varones y seis niñas–.

De las mujeres de Tamim bin Hamad se sabe bien poco, dado que, a pesar de la imagen aperturist­a y de renovación del emirato con la que Tamim llegó al poder, apenas se ha avanzado nada en la última década en respeto a las libertades y derechos humanos, ni tampoco en las conservado­ras costumbres de la Corte. Sí se conoce que su primera esposa, la jequesa Jawaher bin Hamad, es también su prima segunda. Con el enlace real con un miembro de la dinastía Al Thani se mantuvo, de hecho, la tradición arraigada que tanto chirría hoy en Occidente. Pese a que la jequesa Jawaher apenas se deja ver en actos en Qatar, completame­nte eclipsada por su suegra y su cuñada, sí ejerce de primera dama en el exterior acompañand­o a su marido en visitas de Estado como la que les trajo a España el pasado mes de mayo.

La relación de la familia real catarí con nuestro país no se limita a la diplomacia bilateral o a sus negocios aquí. La jequesa Mozah, por ejemplo, ha volado muchos años hasta la localidad alicantina de Altea para someterse a tratamient­os muy personaliz­ados de belleza en una de sus clínicas spas. Y en Mallorca recala también casi todos los veranos el Al Mirqab, uno de los yates más lujosos del mundo, con 133 metros de eslora y que costó unos 300 millones de dólares, del que disfruta el emir para su recreo estival.

Lujo, glamour, poder, derroche económico... caracteriz­an a una dinastía que, con o sin Mundial de fútbol, lo que no parece es dispuesta a avanzar en las reformas prodemocrá­ticas que le exige la comunidad internacio­nal.

 ?? CORDON PRESS ?? La jequesa Mozah disfrutand­o de una carrera de caballos en París.
CORDON PRESS La jequesa Mozah disfrutand­o de una carrera de caballos en París.

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