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SE HACE FUERTE A BASE DE PELEAS, SEXO Y LÍOS CON LA POLICÍA
Desde octubre de 2021 están probando nuevas fórmulas. Su público fiel y sus guerras internas los mantienen. En su juego, entran hasta sus enemigos. POR
Las miserias y trapos sucios les funcionan. La ética y las lecciones, no
EL PASADO 14 DE NOVIEMBRE cuatro agentes de la Policía acudieron a la casa de Belén Rodríguez. Las cámaras de Sálvame captaron en directo cómo, tras hablar con ella, la patrulla cruzó la acera y subió hacia el balcón en el que se estaba filmando la escena, situado frente al apartamento de la periodista. La colaboradora, que llevaba varios días recluida en su domicilio, había descubierto el pastel: sus compañeros llevaban mucho tiempo esperando a verla asomada o saliendo de su portal. Para ello, contaron con la ayuda de un vecino “topo” que les cedió las vistas desde su ventana.
Tras aquella acción policial, Jorge Javier se sintió traicionado. “He intentado siempre que se la contrate en televisión. Me he partido la cara por ella”, le reprochó a la colaboradora. El presentador aseguró entre sollozos que la había bloqueado del móvil. Por su parte, Belén Ro ya tenía baneado a casi todo el elenco de Sálvame, del que se desvincula. Especialmente de Kiko Hernández, a quien en su día prestó 100.000 euros y ahora es su principal enemigo.
Las lágrimas de Jorge Javier, las trifulcas estridentes, las amenazas de Kiko a Belén Ro al grito de “te vas a cagar” e incluso la intervención de las fuerzas de seguridad habían valido la pena. Aquel día Sálvame alcanzó un 14, 4% de audiencia. Una cifra que los expertos consideran un éxito para un programa que lleva un año sin liderar su franja.
“Desde octubre de 2021 dejan de ir por delante en las audiencias y ahí han empezado a hacer muchas probaturas”, cuenta Rosa Belmonte, columnista de tele visión del
ABC. “Ha habido tantos cambios que a veces ni nos acordamos. A parte de toda la clase de fruta: sandía, limón, naranja...”, relata sobre los proyectos del último año, muchos de los cuales han caído en el olvido. “Lo de Belén, que era como El Diario de Patricia con Belén Esteban, duró dos días y Sálvame Lemon Tea, la sección de Terelu y María Patiño, dos meses”, repasa.
Lejos de lo que se percibe, todas estas acciones no estaban destinadas a recuperar su liderazgo, no a evitar un descenso. Según la periodista televisiva de El País, Paloma Rando, Sálvame lleva un mes atravesando un bache, que superará gracias a la creatividad que caracteriza al formato. “Como dijo Jorge Javier, Sálvame es un canto al absurdo. Un programa acostumbrado a reinventarse, pero que depende de muchos elementos externos y de los realities, que estos meses están muy apagados”, explica.
Sin Gran Hermano en la despensa y con la poca sustancia de Supervivientes o Pesadilla en el Paraíso, Sálvame debe nutrirse de cocina creativa y usar los ingredientes enganchen, aunque repitan. Para la columnista, es una gozada “tener tramas grotescas. Como el otro día, que se querían llevar las chinchillas de María Patiño porque decían que no las cuidaba bien. Son cosas que nos hacen reír siempre a los fans”.
Por otra parte, la ira es un pecado que capitaliza muy bien. Esta semana, Lydia Lozano y Al Bano van a tener otro cara acerca del error que la periodista cometió hace décadas, cuando publicó que la desaparecida hija del cantante, Ylenia, seguía viva. Desde el programa, no han tardado en encontrarle una aliada a la antagonista del cuento: Begoña Gutiérrez, la examiga de Isabel Pantoja que ahora se incorpora como colaboradora. “Me siento identificada con Lydia. Se pide perdón una vez, no veinte”, polemizó nada más llegar.
Pero si hay algo que mantiene a flote Sálvame, además de ser agresivo y extravagante, es su tono subido. Parte de sus hitos más efectivos se basan en relatos sexuales. Como el supuesto trío en el que Dinio aseguró haber participado con Carmen Alcayde. Hace meses, fue Belén Ro la que dijo haberse hecho un ménage à trois con Jorge Javier. No importa si es ficción, es catártico.
Por el contrario, cuando el programa trató de encauzar a la sociedad hacia un lado hubo un susto. A pesar de los buenos números de las docuseries de Rocío Carrasco, la atmósfera fucsia fue demasiado densa para un programa que siempre ha pecado de pecar. Y cuyo mayor acierto es presumir de los errores humanos que hacen del escarnio algo personal y no político.