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EL HOMBRE POR EL QUE LA REINA SOFÍA DEJÓ DE COMER CARNE

Su padre es el hombre que más influencia ha ejercido sobre la Reina Sofía. Su fallecimie­nto, hace seis décadas a los 46 años, dejó devastada a su primogénit­a, que se hizo vegetarian­a en su lecho de muerte. Gracias a él tuvo una idílica infancia que aún re

- POR CONSUELO FONT

SEGURAMENT­E, EN EL desmedido amor que siente la Reina Sofía por Don Felipe tenga mucho que ver que le recuerda a su padre, el rey Pablo de Grecia, el hombre que más influencia ha ejercido sobre la Emérita. Aunque el monarca nació cuatro años después de la muerte de su abuelo, dicen que ha heredado de él su carácter apacible y mesurado, su austeridad y su afán por lograr formar una familia unida.

Pablo de Grecia compartía con su primogénit­a su amor por la cultura y la música, especialme­nte por su pieza favorita, La pasión según San Mateo, de Bach, que Doña Sofía es capaz de escuchar hasta cinco veces seguidas. Su padre la definía como“lo más grande que se ha escrito”, por lo que pidió oírla mientras se despedía de este mundo el 6 de marzo de 1964, con solo 46 años.

Padecía un cáncer de estómago del que había sido operado de urgencia días antes y, a pesar de los dolores que sufría, se negó a que los médicos le administra­ran tranquiliz­antes porque quería estar consciente hasta el final. En su lecho de muerte su hija Sofía, destrozada de dolor, hizo la promesa de no volver a comer carne, adoptando a partir de entonces la dieta ovolactove­getariana

Nacido el 1 de diciembre de 1901, Palo, como le apodaban en familia, no parecía tener opción de reinar, pues era el tercero de los varones del rey Constantin­o de Grecia y la princesa Sofía de Prusia, hermana del kaiser, y por delante iban sus hermanos Alejandro y Jorge. Eso hizo que se marchara a Alemania para alistarse en la Marina imperial y posteriorm­ente lograra un empleo en Inglaterra como mecánico de motores en la firma Armstrong, bajo el seudónimo de Paul Beck.

Los avatares que en el siglo XX sufrió la dinastía griega, con las dos guerras mundiales, en que sucesivame­nte perdieron y recuperaro­n el trono e incluso estuvieron exiliados en Egipto y Sudáfrica, unidos a las inesperada­s muertes de sus hermanos mayores, Alejandro y Jorge, llevaron al trono griego a Pablo tras la II Guerra mundial.

El flamante monarca se había casado en enero de 1938 con Federica de Hannover, 20 años más joven y todo un carácter, a la que todas las primaveras regalaba la primera orquídea salvaje que brotaba en el campo. De origen alemán e hija del duque de Brunswik, de su unión nacieron Sofía, Constantin­o, que sería el último monarca griego, e Irene. Durante la II Guerra Mundial, Alemania e Italia invadieron Grecia y los miembros de la familia real tuvieron que escapar a Sudáfrica. Pronto Pablo tuvo que abandonar a su mujer e hijos en el

país africano para liderar desde Inglaterra al Ejército griego junto a su hermano, el rey Jorge II, que fallecería inesperada­mente de un ataque al corazón en 1947. Cuando Pablo ascendió al trono tuvo que enfrentars­e a la reconstruc­ción de un país asolado por la contienda y a la amenaza de caer en la órbita del bloque soviético, del que ya formaban parte las repúblicas limítrofes.

ARMONÍA FAMILIAR

Pese a ello, siempre trató de evitar que los graves problemas de su reinado repercutie­ran en su armonía familiar. Excelente padre, nunca perdió la costumbre de reunir cada velada a sus tres hijos alrededor de la chimenea de su residencia de Tatoi para leerles leyendas mitológica­s griegas. También escuchaban música clásica, pues había ideado una especie de hilo musical para que sonara en todas las habitacion­es de Tatoi, que más que un palacio, era una enorme finca rodeada de bosque en las afueras de Atenas. De ahí los bonitos recuerdos que Doña Sofía tiene de su infancia, donde creció en una familia bien avenida, y su gran frustració­n por no haber logrado esa armonía en su matrimonio con el Rey Juan Carlos.

Muy culto, ademas de gran melómano y virtuoso del piano, Pablo de Grecia era un profundo conocedor de la filosofía de Platón, del que llegó a escribir un tratado. Pese a la afición por las joyas de su mujer, la reina Federica, mucho más explosiva de carácter que su marido y a quien el socialista Karamanlis reprochaba su afición por el lujo, el monarca era un hombre austero que viajaba por el Mediterrán­eo en un buque de guerra, pues decidió prescindir del yate real.

Su temprana muerte fue una tragedia para sus tres hijos, especialme­nte para Doña Sofía, casada desde 1962 con Don Juan Carlos y reina de España. Su recuerdo ha estado siempre presente hasta el punto de que cada año, por su aniversari­o, sus hijos y nietos acuden al mausoleo real de Tatoi, ubicado a los pies del monte Parnés, donde, entre otros monarcas griegos, están enterrados el rey Pablo, la reina Federica, y ahora también Constantin­o, fallecido en enero de 2023.

Pese a la afición por las joyas de su mujer, fue un hombre austero

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GTRES La princesa Sofía junto a sus padres, los reyes Pablo y Federica.
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GETTY Los reyes Pablo y Federica con sus tres hijos en Tatoi.

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