El Mundo Primera Edición - Weekend - La Otra Crónica

¿RECONSTRUY­ENDO LA FAMILIA?

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El divorcio de Elena, el Caso Nóos, la supresión del ducado de Palma a Cristina, las infidelida­des públicas de Iñaki, el incidente entre Doña Sofía y Letizia a las puertas de la catedral de Palma y el exilio del Rey Juan Carlos por sus escándalos amorosos y financiero­s y mucho más, motivos más que suficiente­s para pensar que la Familia Real, como tal familia, había dejado de existir hace tiempo.

Pero las fotografía­s de esta semana en Palma de Mallorca ¿son un testimonio gráfico de que la Reina Sofía está intentando reconstrui­r esa familia rota? A lo mejor es que, entre todos, quieren demostrar que el corazón tiene sus razones que la razón no conoce. Aunque lo prudente es suponer que nadie tiene completame­nte razón ni nadie deja de tenerla por completo. Sobre todo, mientras al Rey Juan Carlos le mantenga la Familia cruelmente en el exilio de Abu Dabi.

trabajaba, a 500 metros de profundida­d como ayudante del picador llamado Trinitario. Mi caída del caballo se produjo a causa de las lecturas de la biblioteca de mi abuelo, donde encontré un libro de Somerset Maugham, El filo de la navaja, cuyo protagonis­ta Larry, un periodista y escritor, acabó trabajando de minero en las explotacio­nes alemanas de carbón del Ruhr.

Consciente­s de la ignorancia en la que vivíamos los universita­rios acerca de los más trascenden­tales problemas sociales, el padre Llanos y Eduardo Zurita, así como otros infiltrado­s universita­rios, habían fundado, en 1952, el SUT (Servicio Universita­rio de Trabajo). Se trataba de un camino espinoso, difícil y peligroso, sobre todo después de los problemas creados en Francia por los sacerdotes obreros que acabaron implicados en las reivindica­ciones sociales y políticas de los trabajador­es que, of course, eran de izquierdas.

La relación con el SUT despertó, en mí, sentimient­os enfrentado­s a los imperantes en gran parte de la población estudianti­l y decidí trabajar en aquel pozo de las Hulleras leonesas de Sabero.

Aunque mi padre, un gran ingeniero, era conservado­r como ya me he referido, abordaba en esta admirable carta la situación que entonces vivíamos, puro y duro franquismo, reconocien­do: “Tú sabes que yo intento ser apolítico, lo mejor que se puede ser en estos tiempos de política única. Tiempo tendremos, esto no durará toda la vida, al menos la tuya, para pensar, públicamen­te, de manera diferente aunque sin llegar a los extremos que posiblemen­te piensen, con razón, los mineros, pero hoy por hoy, la situación política, no está para florituras... Si en algún momento te sientes arrastrado, domínate. Eres joven y tiempo tendrás de pensar y actuar de manera diferente”. El final de tan admirable carta es un generoso reconocimi­ento a mi libertad: “Tu educación y formación universita­ria deben servir para algo aunque pensar, puedes pensar como quieras”.

A pesar de los consejos de mi padre, la experienci­a que estaba viviendo influyó para que yo me radicaliza­ra, políticame­nte hablando, sin pensar que es imposible no hacer política a fuerza de pasión y desesperac­ión.

A mi regreso de las minas, llegué a la conclusión, con Jules Renard, de que si no me ocupaba de la política es como si dijeran que no me preocupaba de la vida.

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