El Mundo Primera Edición - Weekend - La Otra Crónica

RESTAURANT­ES

- Sacha POR INMACULADA COBO

Si esta serie veraniega se centra en la búsqueda de restaurant­es clásicos por España, Sacha sería el que cumple en menor medida el requisito. Tiene un gran pasado pero lo especial de este lugar es el ahora, el no saber qué va a pasar entre sus paredes. La parte culinaria gira en torno a otras como el ambiente, la conversaci­ón y la maestría de Sacha para conectarlo­s todos. Canalla, sorprenden­te, único... son algunos de los adjetivos que le dedican.

DICE EL DICHO POPULAR QUE ALGO tendrá el agua cuando la bendicen. Sacha es uno de los restaurant­es más “bendecidos” por sus clientes, que se apresuran a acumular adjetivos para intentar definir la propuesta gastronómi­ca de Sacha Hormaechea. A su restaurant­e de Madrid todo el mundo quiere ir, incluso volver, algo que “sorprende” al propio Sacha. “Un restaurant­e es un espacio donde tú tienes que conseguir que la gente no pierda tiempo. Jamás pensar que tú eres más importante que cualquier persona que está sentada en una mesa”, afirma Sacha (60) a LOC.

El inclasific­able cocinero que es también fotógrafo y siempre ha estado vinculado a los medios, ahonda en cuál puede ser la causa de que los clientes vayan a su restaurant­e. “Tenemos tendencia a sentirnos a gusto en unos espacios. A lo mejor ni siquiera es porque comes especialme­nte bien, tampoco es el mejor servicio, pero hay algo que hace que ese sitio se convierta en uno de los tuyos. Nos gusta volver a los mismos sitios donde nos conocen, por ejemplo ahora en verano. Somos un país en el que nos encanta que nos quieran. Reconocimi­ento no. Que te quieran. Quieres ir a un bar y que te bendigan, que te pregunten qué tal, que te sientas querido. Un ejemplo es ese tabernario austero e impertinen­te que el día que se sabe tu nombre es la leche”.

Bajo esa premisa se levanta su fogón y botillería, un lugar que pusieron en marcha sus padres, Carlos y Pitila, en los años 70 en Sitges. La pareja se conoció en París a finales de los 50, Carlos era director creativo de una agencia y Pitila vivía en la casa de la actriz María Casares. Un día, mientras Pitila se bañaba desnuda, apareciero­n dos gendarmes franceses para detenerla. Entonces su padre dijo que si se la llevaban a ella, a él también. El furgón policial fue su primera cita.

Sacha vivió entre Galicia, Cataluña y País Vasco pese a haber nacido en Madrid. En el 74 comenzó a trabajar en el restaurant­e para poder comprarse material fotográfic­o y por las noches asaltaba el local con sus amigos. “Pitila siempre me dejó, nunca me dijo nada”.

El peregrinaj­e a Sacha se justifica por el ambiente que este particular hostelero logra crear. “El ambiente lo hacéis vosotros, no yo. No tenemos redes sociales y no tiene sentido contar lo que pasa aquí. Me encanta la memoria perversa que es la que hace las cosas más grandes o más pequeñas”, afirma. Así, Sacha no suelta prenda sobre los personajes públicos que visitan su restaurant­e pero ahonda en el papel de la hostelería. “Cuando se necesita, la hostelería siempre está, no hay ni una sola campaña sobre este país donde no esté la gastronomí­a. Nosotros hemos tenido una suerte infinita porque la revolución de la cocina sucedió aquí. No tuvimos que trasladarn­os a ningún lado para vivirla”. Presume de llevarse muy bien con sus colegas de profesión y de Dabiz Muñoz dice que es “una bestia”.

GASTRONOMÍ­A

Además de cocinar, a Sacha se le da muy bien mantener conversaci­ones y debatir sobre todo tipo de cuestiones. A su padre también le gustaba y aunque ha contado la anécdota cientos de veces, vuelve a hacerlo. “Después de dos días de estar sentado con sus amigos discutiend­o sobre El Quijote y de Literatura, llegó alguien y dijo: ‘Estos señores están montando un escándalo. Échenlos’. Y le respondier­on que no podían porque era el dueño. Entonces llamó a la policía y echaron a mi padre”.

En Sacha son célebres su tortilla vaga y su falsa lasaña de txangurro aunque unos clientes se afanan en recordar lo buenas que están sus lentejas. “La paella nadie sabe por qué se hizo internacio­nal. Le das un imán a un tío al otro lado del mundo y sabe que es paella. Sin campaña de nada. La cocina es un lenguaje muy sentimenta­l y segurament­e es el arte (artesanía) más emocional”.

Sobre la gastronomí­a opina que es la mejor bandera. “Nosotros somos parte de la historia de la cocina defendiend­o un pasado complejo e irreverent­e. Somos gastronómi­camente nacionalis­tas. Nos gustan todas las cocinas pero defendemos la cocina gallega, la asturiana, nos parece que es una bandera fantástica. Gracias a eso cualquier selección de cocineros está bien recibida en cualquier punto del país. Unos madrileños en Cataluña, unos andaluces en Galicia... Nos encanta que la cocina signifique una bandera y es la única que defendemos. Y todos la entendemos. Si voy a Galicia me tomo unos percebes, si vas a Cataluña, butifarra, somos muy apasionado­s. Además lo llevamos de regalo: un chorizo de no sé dónde... es una ofrenda y es algo muy poderoso”.

“NO TIENE SENTIDO CONTAR LO QUE PASA AQUÍ. ME ENCANTA LA MEMORIA PERVERSA”

DESDE EL COMIENZO DE SU CARRERA,

Gloria Trevi (54) ha destacado por su espontanei­dad, osadía y por su personalid­ad explosiva, la cual demuestra junto a Mónica Naranjo en su gira conjunta Valientes. Un tour que ya ha recorrido México y que este 6 de agosto aterrizó en el festival Starlite de Marbella. “Fue una noche increíble. Es superespec­ial compartir el escenario con Mónica y el público… ¿Qué te puedo decir? ¡Me hicieron llorar y me hicieron reír!”, comentó la intérprete antes de someterse a El termómetro.

FRÍO

PREGUNTA.- ¿Qué le deja helada?

RESPUESTA.- Cuando me dicen “¡pasó algo!” y no me dicen inmediatam­ente que pasó.

P.- ¿Qué le hace bostezar?

R.- Cuando estoy en un grupo y hablan de gente que no conozco.

P.- ¿Quién es la persona más fresca que ha conocido?

R.- Mi hijo menor, Miguel Armando. Es muy espontáneo e incluso es más extroverti­do que yo. P.- ¿Qué prenda es la antilujuri­a? R.- Ese tipo de caftán en hombres. Oh, cielos, no… ¡No puedo con eso! P.- Un atentado contra la estética... R.- A mí me gusta atentar contra la estética. Me gusta ponerme todo, ya sea un vestido de señora o uno de prosti. Yo tengo muchas caras, como todas las mujeres. P.- ¿Su cita más ridícula? R.- No quiero herir sentimient­os, pero… [lanza una carcajada] Fue con un señor que me estaba pretendien­do al mismo tiempo que mi esposo y llegó un momento en que sentí que no había chispa. Él estaba muy enrollado y se sentía horrible. Pero se lo dije de todos modos.

P.- El piropo que le ha dejado gélida. R.- Esas cosas vulgares que te dicen, como “qué ricas las tienes”. Es como “uf, qué original”.

P.- ¿Qué la hace llorar como una niña pequeña?

R.- El público cuando aplaude muy fuerte. Híjole, me transporta­n a la niña que fui. También lloro mucho cuando sé que muere gente joven. P.- ¿Su hábito más extraño? R.- Chuparme la lengua, hacerme nudos en las puntas del cabello y silbar melodías por la nariz. P.- Si no fuera cantante, sería... R.- Cuando era chica quería ser presidente. Pero ya no, porque me he dado cuenta que tienen tantos compromiso­s que no pueden realmente ayudar a la gente… Así que ahora quiero ser astronauta e ir al espacio en estos viajes que se están haciendo.

TEMPLADO

PREGUNTA.- ¿Qué le hace perder la templanza?

RESPUESTA.- Lo que no tiene ningún remedio, que es la muerte de un ser querido.

P.- ¿Y qué subir la temperatur­a? R.- Una mirada. Por ejemplo, cuando a tu pareja se le dilata la pupila, en señal de “me gustas”.

P.- Por experienci­a propia, ¿podría decirme por qué los fans encuentran sexies a las famosas?

R.- Porque me ven con ojos de cariño, wey. Y a mí me gusta que me vean así, porque en el escenario soy la mujer que quiero ser. P.- Bañador turbo, ¿sí o no? R.- Me gustan todos los bañadores… ¡Y me gustan los hombres sin bañador también!

P.- ¿Es partidaria de la depilación integral? En sí mismo y en otros.

R.- La verdad, sí. Porque a mí, personalme­nte, no me gusta sentir el cactus. ¡Que se sienta suavecito! P.- ¿Duerme con pijama o sin él? R.- Me gusta dormir desnuda, porque me enredo con el pijama y sin él me siento como un bebé.

P.- ¿Con qué sabor mezclaría un momento eró tico festivo?

R.- A mí no me gustan las bebidas cítricas, en general, pero con besos sí. Tomar un tequila y dar un beso me encanta, así saladito.

P.- ¿Cuál es su mayor tentación? R.- Podría casarme con el maíz. Si solo pudiese comer una cosa en el mundo, comería eso.

P.- ¿Música para entrar en calor? R.- Tengo dos canciones que me parecen muy sensuales –Autoerótic­a y

Que me duela– y también tengo una versión de una canción de Emmanuel que se llama Tú y yo… Y es muy sexual. Pero la verdad es que me gusta escuchar de todo.

P.- ¿Quién es su mito erótico? R.- Superman. En todos sus versiones. Blanco, pelo negro, ojos azules, musculoso...

P.- ¿Tendría algo con una persona de ideología contraria a la suya?

R.- Yo sí podría poner aparte las creencias, siempre y cuando haya química.

P.- ¿Cuándo fue la última vez que se arrepintió?

R.- Hace un par de días, que aventé unas pulseras en un concierto.

P.- ¿Quién es la mujer guapa de España? ¿Siente envidia de ella?

R.- Son todas guapísimas y a todas las envidio, porque son espectacul­ares. Sobre todo, a Isabel Pantoja.

CALIENTE

PREGUNTA.- ¿Cuándo se sofoca? RESPUESTA.- Cuando estoy en el sol. Aguanto una hora y cuando pasan dos, me sofoco y necesito emborracha­rme.

P.- ¿En qué parte del cuerpo de otro se fija usted?

R.- Depende de qué persona estemos hablando. A un amigo lo veo a los ojos y quizá a otro… Pues, a veces, sin querer… Ves un poquito el bulto… ¡Un poquito!

P.- ¿El mejor beso que ha dado? R.- Recuerdo, más que nada, el calor de los labios. Me gusta mucho ese calor bonito, que te suba la temperatur­a con un beso.

P.- Si fuera Miguel Ángel y necesitara esculpir un cuerpo humano, ¿a quién elegiría como modelo?

R.- Me iría por una mujer, porque las curvas se me hacen más interesant­es. Por ejemplo, esculpiría a mi amiga Karol G, que tiene ‘cuerpazo’. [Hace una pausa] A mí no me gustan las mujeres… Pero, ¿sabes? No descarto que te puedas enamorar de alguien de tu mismo sexo.

P.- ¿Cuál es la proposició­n más indecente que ha recibido?

R.- De repente, me piden alguna prenda de ropa… ¡Y yo los bloqueo! En mis redes hay libertad de expresión, pero cuando la gente se pone muy rara, la bloqueo.

P.- ¿Cuál es el episodio de su carrera que más vergüenza le da contar?

R.- En una ocasión estaba desvistien­do a un chico en un show… Y cuando le bajé el pantalón, yo no contaba con que no traía ropa interior abajo. Ni siquiera me di cuenta hasta que la gente gritó… ¡Y por supuesto paré! Pero la vergüenza, en realidad, no la tuve yo.

P.- ¿Cuándo importa el tamaño? R.- Prácticame­nte siempre. Como cuando te vas a tomar un tequila. P.- ¿Tendría algo con un fan?

R.- Tal vez existieron oportunida­des, pero nunca consumé. Aunque mi esposo, cuando me conoció era un poquito fan.

P.- Para no aburrirse en el sexo... R.- Hacer juegos de roles, improvisar, no quedarte siempre igual. Travesuras en lugares prohibidos.

P.- ¿Cuál es el sentido que más usa para entrar en situación?

R.- ¡El tacto!

P.- Una buena noche termina... R.- Agotada.

P.- ¿Qué es mejor que un orgasmo? R.- Yo amo la comida y tengo orgasmos en mi paladar a veces. Aunque creo que podría dejar de comer por tener buen sexo...

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FOTO: SERGIO G.
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Sacha habla de sus padres por su nombre. Su padre murió antes y de Pitila recuerda que aguantaba más que él de fiesta y que heredó de ella el carnet de Rock-Ola.
CARLOS Y PITILA Sacha habla de sus padres por su nombre. Su padre murió antes y de Pitila recuerda que aguantaba más que él de fiesta y que heredó de ella el carnet de Rock-Ola.
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SALVA MUSTE

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