El Mundo Primera Edición - Weekend - La Otra Crónica

DE LOS INVENTORES DEL TARDEO, LLEGA CASA SALESAS

- CUCHÉ AVEC MOI BEATRIZ MIRANDA

¿PRESA IBÉRICA O ALCALÁ MECO? Os avancé la semana pasada que había estado en el local de Íñigo Onieva, Casa Salesas, con unas amigas. Reservé al asunto un párrafo de mi columna, pero dada mi experienci­a, decidí dedicarle la columna entera de esta semana. A modo adelanto, deslicé que no soy target del lugar y casualment­e dos días después el gastrónomo Alberto de Luna colgó su demoledora crítica en Instagram. Pues bien, yo no soy experta, pero sí ex gorda y me gusta cocinar y jalar. Además, por mi edad, tengo horas de vuelo en restoranes buenos, malos y reguleros y estoy en ese momento vital que apetece más comer o cenar bien que irse de copas a ligar. En mi caso ya he pillado y no me puedo permitir el lujo de tener resaca. Dicho esto, reconozco que cometí el error de ponerme las expectativ­as altas en cuestión de zampe al entrar por la puerta de lo que fue antaño la discoteca Speak Easy, donde me pegué horas de salseo en mi juventud. Este sitio está genial para posturear, conocer gente, ver a algún famoso y bailar (si te gusta esa música ambiente). Pero no para comer bien. El problema es que nos lo vendieron como si fuera Amazónico o cualquier garito de Jorge Juan donde ves futbolista­s, ricos venezolano­s y prostituta­s de lujo pero al menos cocinan bien, porque son de grupos como El Paraguas u otros de calité contrastad­a. Pero la realidad es que Casa Salesas es como Fanático, un local que, en resumen, tiene una escultura gigante de un elefante haciendo malabarism­os para hacerse selfies y sirve para quedar por Tinder. Casa Salesas es más aspiracion­al, un punto de encuentro para cayetanos heteruzos (allí estaban Iván Espinosa de los Monteros con Carlos García-Adanero) y pel de rics a quienes les gusta tomarse un copazo en sofá bajo mientras le ven las piernas a chicas de la edad de sus hijas. Nos cobraron 46 euros per cápita (éramos 4) por un picoteo de croquetas, mejillones, ensaladill­a, calamares y presa ibérica muy secorra (presa ibérica al Alcalá Meco, dice Emilia). No tomamos postre pero sí dos botellas de vino (cuesta 7 euros la copa). El tamaño de la carta es como de Atlas Aguilar y, eso sí, los camareros fueron bastante amables. A las 23 h, sin avisar, pusieron la música a toda castaña para echarnos u obligarnos a pedir una copa, cosa que no hicimos. Pusimos rumbo al tan de moda anexo Los 33, no había sitio y acabamos en el Café de los Espejos. Moraleja: no volveremos a no ser que la comida mejore. Están a tiempo de cambiar. Donde comí bien fue el sábado en el 50 cumpleaños de Isabel González, gran amiga, periodista y subdirecto­ra del programa Es la Mañana de Federico Jiménez Losantos. Su marido Luis le dio un fiestón sorpresa en el pisazo de Adolfo ojazos Briz y Emilio Ayala frente al Botánico y allí nos juntamos con Alaska, el propio Fede, Fabiola Martínez... y la gente querida de Isabel. El catering nos gustó mucho, se llamaba Vega, como todas las niñas de la clase de mi hijo pequeño. Valeria Vegas, su marido Isabelo, Lorena Vázquez y yo parecíamos recién salidos de Supervivie­ntes, nos lo comimos todo. Lo mejor, las croquetas de la madre de Isabel y el jamón. Tengo que preguntarl­e a Isa, que estaba exultante, si era de tujamóndir­ecto.com. Concluí que era el momento de irme cuando alguien sacó un capote auténtico a la pista de baile improvisad­a que montamos en la terraza.

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GTRES Íñigo Onieva.

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