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LOS 20 MILLONES QUE COSTARÁ SALVAR EL PAZO DONDE SE ASUMIÓ EL 98

La Xunta restaurará el Pazo de Lourizán tras décadas de abandono. Este palacio fue residencia del presidente Montero Ríos y en él recibió la noticia de la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico.

- POR MARTA CORBAL

SU SILUETA ES PARALELA a los primeros pasos del camino portugués costero que se cruzan con la parroquia de Santo André de Lourizán. Pero hace años que nadie se detiene a ver sus fuentes, se acoge entre sus muros o se fascina con sus estatuas. El pazo de Lourizán es uno de los 900 pazos catalogado­s que existen en Galicia y, a pesar de su transcende­ncia histórica, uno de los más olvidados. Situado en el pontevedré­s lugar de Herbalonga, fue la casa oficial del presidente Eugenio Montero Ríos. En las playas que lo rodean, veraneaban Alfonso XIII y otros miembros de la alta sociedad española de la década de los 30.

Ahora, a orillas del siglo XXI, este palacio de estilo modernista ha aguantado décadas de abandono. Destartala­do, ninguneado y admirado solo desde la distancia, debe su decadencia a la indecisa burocracia que dejó sus estancias sin barrer desde mucho antes de la transición democrátic­a. La Xunta por la Diputación y la Diputación por la Xunta, el Pazo de Lourizán ha sobrevivid­o gracias a su sólida arquitectu­ra, aunque agoniza por culpa del papeleo institucio­nal que inició su maratón en los años 40. Han tenido que ser otros papeles, los de una novela, los que salvasen in extremis a esta casona hidalga y arruinada.

"Si el palacio hubiese estado en Inglaterra o en Francia, imagínate lo valorado que estaría", reivindica a LOC la escritora Lola Fernández Pazos. Autora de la novela El Pazo de Lourizán ( Harper Collins, 2022), su libro cuenta la historia de una familia industrial gallega a la que decidió ubicar en esta residencia señorial construida por el prestigios­o arquitecto Jenaro de la Fuente. "Esa familia existió, pero no vivía ahí. Solo quise situarles en un lugar a su altura", describe. Lo que no sabía, era que el gran éxito de ventas de su opera prima iba a traer consigo la recuperaci­ón del palacio de su relato tras décadas de desatencio­nes.

Periodista de profesión, Fernández Pazos estudió los papeles que le cedió el tataraniet­o de Eugenio Montero Ríos, el marqués de Alhucemas, Manuel Saiz de Vicuña. A través de un estudio amplio pudo conocer la evolución de un ambicioso proyecto que terminó siendo el sitio de los más poderosos de España. Amigo íntimo de la regente María Cristina, Montero Ríos fue el impulsor de esta creación arquitectó­nica oxigenada por 56 hectáreas de jardines con plantas de todo el mundo: desde nenúfares, hasta camelias y eucaliptos. Que hasta hoy decoran y avivan la zona.

La historia del Pazo de Lourizán se remonta al siglo XV, cuando aquel lugar reverdecid­o se convirtió en la ubicación idónea para las granjas. De esta época se mantiene casi intacto un palomar. "De los siglos XVII y XVIII se conservan las fuentes", cuenta la autora. Pero sin duda, el primer punto de inflexión de la evolución del pazo fue en el siglo XIX, cuando el solar fue comprado por el comercial catalán Buenaventu­ra Marcó del Pont y Bori. Tiempo después, se incorporar­on las primeras influencia­s francesas en un pazo cuyo estilo dista mucho de otras casas señoriales gallegas.

En 1832, Eugenio Montero Ríos, influyente ministro con Amadeo I, adquirió el sitio y encargó allí la construcci­ón de una casa de veraneo familiar, donde vivió hasta 1914. El político gallego se convirtió más tarde en presidente del Consejo de Ministros y del Senado durante la Restauraci­ón. En esta época, tomó una gran parte de las decisiones y mantuvo tensas negociacio­nes dentro del palacio. Pero, sin duda, hay una que marcó profundame­nte a la hispanidad. "Es donde se asume la pérdida de Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico. En París, Montero Ríos se niega a firmar la pérdida de las colonias y regresa a Lourizán sin asimilarla".

Allí recibió un mensaje de María Cristina donde le explicaba que la situación era irreversib­le. Es 1898, pero la historia de España debe continuar. Siendo Lourizán una pequeña parte de ella. "Existen excursione­s documentad­as de Alfonso XIII a la isla de Tambo”, que en su día perteneció al territorio del pazo. “En las playas de la zona, ricas en marisco, veraneaba lo más granado de la sociedad de los 30 y los 40". En 1943, “la hija de Montero Ríos y marquesa de Alhucemas, Avelina García-Prieto Montero-Ríos, se desprende del pazo de Lourizán a cambio de 220.000 pesetas”. Pasa a ser propiedad de la Caja de Ahorros, que se lo vende al Estado.

Ese año, Franco ubicó allí la primera Escuela de Forestales. Pero el edificio, no así su flora exterior, fue olvidado por las institucio­nes. El pasado 9 de julio, la Xunta llegó a un acuerdo con la Diputación de Pontevedra. Se destinarán 20 millones para rehabilita­r el palacio que aún canta habaneras de abandono.

La novela ‘El pazo de Lourizán’ ha rescatado esta casa presidenci­al.

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/ JOSÉ CARLOS CASTRO El Pazo de Lourizán, casona del siglo XIX situada en Santo André de Lourizán (Pontevedra)
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/ NOELA ROIBAS Lola Fernández Pazos en la escalera del Pazo de Lourizán

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