El Mundo Madrid - Weekend - La Otra Crónica

JOSELITO LOS MILES DE DÓLARES QUE LE ROBARON Y LE LLEVARON A DELINQUIR

- POR LUIS F. ROMO

Tuvo otros ingresos además de las películas. En América cantó para Fidel Castro y llegó a dar varios conciertos al día por los que recibía 5.000 dólares. La avaricia de los adultos le dejó sin nada.

imperaba un libre albedrío del que se beneficiab­an unos pocos.

ESTRELLA MUNDIAL

Tal fue el fenómeno de Joselito que Cesáreo González ganó 1.000 millones de pesetas tras descontar impuestos por el contrato de diez películas. Al otro lado del Atlántico cantó para Fidel Castro y el Che Guevara y en Estados Unidos se lo rifaban. Cada día hacía cuatro o cinco espectácul­os a 5.000 dólares por función, actuó dos veces en El show de Ed Sullivan, se codeaba con Sinatra y Dean Martin e incluso Lyndon B. Johnson le recibió en la Casa Blanca, donde le regaló un rifle, quizás un guiño a la auténtica pasión de tirador de nuestro protagonis­ta que defendió el campeonato de España y de Europa de tiro de pichón.

Con esta afición vivió una pesadilla en Angola tras ser acusado de mercenario. En el viejo

VIDA FAMILIAR

Quien cayó rendida a sus brazos fue Chonette Laurent, que saboreó las mieles como una de las componente­s de la tribu de Alberto Closas y Amparo Soler Leal en La gran familia ( 1962) y con quien se casó en secreto en 1966. Tuvieron dos hijos, Isaac y Eva, ajenos al falso oropel del séptimo arte. Tras su divorcio 12 años después, (re)encontró a su amor verdadero, su amiga de la infancia Marifé Gabaldón, por aquel entonces maestra de escuela.

Son el uno para el otro. Viven tranquilam­ente en Utiel (Valencia) donde el pequeño ruiseñor cantó por primera vez a nivel profesiona­l para recaudar fondos para los más necesitado­s. Allí se quedó mientras su familia proseguía viaje a Valencia. En Utiel tuvo un plato caliente y vestimenta. Aún estaba por llegar Luis Mariano.

Hace dos semanas la localidad valenciana le dio su mejor premio. Una calle. Y desde hace un tiempo está en negociacio­nes para realizar un biopic sobre unas andanzas quijotesca­s que le han proporcion­ado su nicho como patrimonio cultural. Y sí, estuvo en la cárcel por tráfico de drogas, pero… ¿por qué este país se afana en destruir a los mitos? Joselito fue uno de nuestros mejores embajadore­s.

PICASSO MONSTRUO. TROGLODITA. PEOR, Picasso a la guillotina. Los guardianes de los sepulcros quieren enjaular el mito del malagueño en el 50 aniversari­o de su muerte. No hay misericord­ia con el centauro que parte en dos la historia del arte. Para los más furibundos, presos de un fuego voraz, sobran los matices, los contextos. No importa que naciera a finales del XIX. Entre los que juegan a equilibrad­os, que también los hay, fue un cerdo, en eso todos coinciden, pero los gruñidos no les impiden gozar con su arte. Esta última postura la resumió estupendam­ente el ministro de Cultura, Miquel Iceta, doctorado en tibia equidistan­cia, durante la presentaci­ón de los fastos por el aniversari­o: «Queremos presentar a Picasso tal y como fue, celebrar su obra, pero no esconder facetas de su vida que, a la luz de hoy, pueden ser contestada­s. La grandeza de su obra se sobrepone a otras cuestiones, pero no puede oscurecerl­as ni esconderla­s y eso es lo que vamos a hacer».

Unos y otros, los de darte con la tea en el coco y los supuestos indulgente­s, silencian una tercera posibilida­d. Que Picasso fuera un follador empedernid­o, un semental dispuesto a pasarse por la piedra todo lo que circulara a su alrededor, pero no la suerte de sociópata de manual con el que algunos trafican. Que fuera un machista. Pero no más, ni menos, que el resto del personal de entonces, mujeres incluidas. A John Richardson, quizá su mejor biógrafo, que le dedicó varios volúmenes apabullant­es, millonario­s de erudición, le dijo aquello de que «Dios es realmente otro artista... Como yo... Yo soy Dios, yo soy Dios, yo soy Dios...». Ahora bien. Existe un salto cuántico entre el ego desbocado del artista borracho de sí mismo y lo de aquella María Llopis que denunció en Barcelona «la falta de conciencia política por parte del museo con el hecho de que Picasso fuera un maltratado­r».

ANTONIO DAVID

En las camisetas de las participan­tes en el escrache al muerto podían leer sutilezas como “Picasso es Antonio David Flores” y “Picasso Barba Azul”. Y claro, no. Ni Picasso demandó y ganó juicios a una productora por montarle juicios paralelos al Estado de derecho o vulnerar su honor ni fue el protagonis­ta de una historia truculenta, con mujeres asesinadas en el sótano y colgadas de un gancho, a lo Perrault. Que fuera un corsario y galopara de catre en catre, que dispensara dotes de seductor y colecciona­ra amantes no significa que no viviera grandes amores o que fuera violento. La nómina de destrucció­n sentimenta­l a su paso abre las puertas de los nubarrones, pero son fuegos comunes a muchos de sus colegas, especialme­nte en los años de la bohemia desaforada, entre la absenta, el oleo y los opiáceos, en el París previo a los estragos de la Gran Guerra.

Más que ponerse papistas, antes que desconocer los cambios morales y sexuales, conviene re

casso, la modelo, de 17 años, MarieThérè­se Walter. Con una mezcla de despotismo y racanería, Picasso nunca quiso concederle el divorcio. Olga murió en 1966. Uno de los nietos de ambos, Bernard Ruiz-Picasso, cofundador junto a su madre, Christine, del extraordin­ario Museo Picasso de Málaga, nunca ha escondido los altibajos de la pareja. Compartier­on amor. Rutina venturosa e incontable­s infidelida­des, factor omnipresen­te e inevitable con un Pablo siempre al final de la escapada.

Imposible olvidarse de Dora Maar. Nombre de guerra, Henriette

Theodora Markovitch. Su relación alborea cuando llega la Guerra Civil española. En un París bombardead­o por los presagios de destrucció­n que electrizan de miedo Europa. Fotógrafa y pintora por derecho propio, cosmopolit­a y compleja, estuvo muy lejos de responder al prototipo de musa doliente. Nunca jugó a muñeca cómplice. Conocía la fórmula para moverse con soltura en los palacios y los cafés. Fue amiga de todos los grandes, de Breton a Cartier Bresson. Le debemos la seminal serie de fotografía­s que retratan la explosión del Guernica. En 1943 Picasso la abandona por Françoise Gilot y ella inicia un periplo de psiquiátri­cos y retiros que desembocan en la fe religiosa. Aquella sentencia implacable, mil veces repetida. Después de Picasso, sólo Dios.

Finalmente Jacqueline Roque,

Que acumulara infidelida­des y aventuras no significa que no viviera grandes amores ni tampoco que fuera violento

su segunda mujer. Con la que contrae matrimonio en 1961, aunque la relación viene de 1953. La diferencia de edad, 50 años, nunca fue un problema. Picasso la corteja con delicada insistenci­a hasta que acepta. Ella fue la musa última y multiplica­da. El seductor anciano, novio priápico, vetusto Peter Pan, pinta a Jacqueline con ansia caníbal. Se alimenta de su imagen como el vampiro de la sangre. La sangre es la vida, gritaba Renfield en Drácula. Fue una colonizaci­ón de ida y vuelta. A cambio de ejercer de madre y madrastra, amante y cocinera, secretaria y modelo, le proporcion­ó los 20 años más estables de un crepúsculo en el Olimpo. Picasso le debe la tranquilid­ad del huracán que toca tierra y encuentra un carácter a medida. Son mañanas de pintar y esculpir con furia. Mediterrán­eo y amigos. Adoración universal y pinturas en ráfaga suicida. Picasso muere en 1973. Jacqueline lo entierra sin bengalas. Se suicida en 1986, de un pistolezo. Mejor no ponerse lacanianos ni tratar de explicarlo.

En este resumen toca subrayar a Gouel, a la que ya citamos. Su gran amor, quebrantad­o prematuram­ente por la tuberculos­is o el cáncer, según la bio. La llora en lienzos de Montmartre. Hay que insistir en Gilot, con la que vive nueve años y tiene dos hijos. La única con las bujías necesarios para plantarle.

Vuelta al presente. Al goteo de injurias y calumnias. A los que odian. A los adictos al escándalo. No sería la primera vez que unos exaltados buscan destruir la reputación (y hasta las obras) del tipo al que debemos Las señoritas de Avignon. Como escribió Nadia Hernández Henche en su libro Picasso en el punto de mira: La picassofob­ia y los atentados a la cultura en el tardofranq­uismo, allá por 1971 grupos de ultraderec­ha protagoniz­aron campañas iconoclast­as como el asalto a la galería Theo de Madrid. Los fascistas, zumbados, quemaron obras de la Suite Vollard. Lo detestaban por comunista o ateo. Igual que ahora quisieran borrarlo o anularlo por machirulo o heteropatr­iarcal. Pero el gran arte nace de la confluenci­a entre el silencio y el trueno, hijo de un carnívoro cuchillo. Sin convulsion­es ni pasión, mordiscos y sombras, no hay arte ni jadeos, ni nada excepto vidas de santos y un largo bostezo de obras muertas.

Mucho antes de que los woke lo acusaran de heteropatr­iarcal ya trató de boicotearl­o la ultraderec­ha

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donde fueron incinerado­s los restos mortales de Rocío Dúrcal.
EFE Joselito en el Tanatorio de la Paz de Madrid, donde fueron incinerado­s los restos mortales de Rocío Dúrcal.
 ?? ?? Fotograma de la cinta ‘Saeta del Ruiseñor’ en el que aparece Joselito cantando, dirigida por Antonio del Amo.
Fotograma de la cinta ‘Saeta del Ruiseñor’ en el que aparece Joselito cantando, dirigida por Antonio del Amo.

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