El Mundo Madrid - Weekend - La Otra Crónica
DE RICA NIETA DE MAGNATE A VIVIR POBRE Y DESORIENTADA BAJO TUTELA ESTATAL
EEUU se ha hecho cargo de una ‘sobrina’ anciana
y desconocida de Tita Thyssen. Su padre se distanció del clan y se instaló en Nueva York con una fortuna de 20 millones que malgastó. Ingresada en el Mount Sinai desde abril, debe 600.000 dólares. El New York Times ha desvelado su historia.
NUEVO DRAMÓN EN EL SENO DE LA familia Thyssen-Bornemisza que da para unos cuantos libros. Esta semana The New York Times ha desvelado la existencia de un nuevo y misterioso miembro de la saga, una anciana desconocida hasta la fecha que permanece ingresada en un hospital de Manhattan desde hace 9 meses a la espera de que alguien se haga cargo de ella.
Se trata de B irg i t Thyssen-Bornemisza, hijastra de Stephan; es decir, sobrina de Heini y Carmen y prima de Borja y Francesca. Una mujer de 80 años, en un principio no identificada, que los paramédicos recogieron del suelo de un lujoso apartamento al sur de Central Park el pasado mes de abril.
Esta señora llegó a la sala de urgencias del Mount Sinai West desorientada, con síntomas de un derrame cerebral, y desde entonces ocupa la habitación 23. Permanece en cama, conectada a una sonda de alimentación y apenas recibe la visita ocasional de una empleada que le lleva flores. Su vida es un misterio: no tiene número de la Seguridad Social ni familia directa que la reclame, ya que ninguno era conocedor de su situación hasta la publicación del reportaje.
No hay rastro de Birgit en Google, ni fuente de ingresos identificable, y su factura en el hospital supera ya los 600.000 dólares. ¿Quién los pagará? De momento, nadie.
El Mount Sinai pidió en verano su tutela, la ilustre paciente no
puede estar en la UCI por más tiempo si no lo necesita. Birgit podría haber mejorado pero al no tener dinero ni seguro no ha recibido rehabilitación, su caso es muy raro dentro de lo común que es que una persona mayor acabe sus días sola y abandonada en la Gran Manzana.
Protegida por la burocracia sanitaria que prevalece sobre la le
Su padre, Stephan, era científico. Ayudó a los nazis y tras la guerra vivió en Cuba. Su hermano Heini le mantenía
gal en EEUU, hasta ahora Birgit ha podido recibir atención médica, pero hoy no se gobierna a sí misma, un triste final que ha pretendido evitar toda su vida. The New York Times ha averiguado su fascinante historia.
Birgit Muller nació en 1942 en Hannover, Alemania. Su madre, Ingeborg Muller, y su padre se divorciaron cuando ella era un bebé. En 1946, Ingeborg se casó con el barón Henrik Gábor István Ágost Freiherr Thyssen- Bornemisza de Kászon et Impérfalva, que se hacía llamar Stephan. Era geofísico y el hijo mayor de uno de los hombres más ricos de Europa que había hecho fortuna en la industria del metal y tenía una importantísima colección de arte.
Stephan sentó la cabeza con Ingeborg y reconoció a Birgit después de años protagonizando escándalos, entre ellos marcharse a Texas siendo adolescente con su novia o matar de un tiro a una amante por accidente.
Durante la II Guerra Mundial, mientras otros miembros de su familia huían, se quedó en Alemania y ayudó a los nazis supervisando una empresa que fabricaba armamento con trabajadores de campos de concentración. Tras la contienda, Stephan se trasladó a Montecarlo con su mujer e hija. También se llevó una institutriz austriaca para la niña y a su mayordomo de guantes blancos.
Más adelante, vivieron en La Habana, llevando consigo obras de arte que decoraron las suites que ocuparon en el Hotel Nacional. Con miedo a que les encontraran, vivieron enclaustrados en el hotel y empezaron a enloquecer. Se negaron a que reformaran sus habitaciones e hicieron una huelga de hambre en sus suites cuando les cortaron la electricidad. Durante días vivieron de la comida del minibar. Entonces Birgit tenía 14 años.
En 1961 se marcharon a Nueva York y se instalaron en el Hotel Plaza. Salieron en prensa de sociedad hasta 1964, pero se les perdió el rastro al trascender que su tío Fritz había sido encarcelado por apoyar el ascenso de Hitler al poder y que su hermana Margit había huido a Uruguay tras la investigación de una fiesta que organizó en 1945 en el castillo familiar de Austria durante la que algunos invitados nazis mataron a 180 judíos.
Stephan se distanció del clan, pero dependía económicamente de su hermano menor, Heini, que controlaba los negocios y la fortuna familiar. Se publicó que percibió 20 millones de la saga y que los malgastó. Y que vivió desde entonces hasta su muerte gracias a una pensión mensual de miles de dólares que recibía de una fundación.
Con los años, Stephan e Ingeborg se volvieron cada vez más raros y escurridizos y pagaban todo en efectivo. No tenían tarjetas de crédito ni número de la Seguridad Social, ni consta, claro, que pagaran impuestos en EEUU. Su obsesión era ser anónimos.
Stephan murió en 1981 de una especie de anorexia, ya que esos últimos años sólo tomaba blisters de vitaminas. Su hermano Heini dijo de él de hecho que parecía un “esqueleto”. No hubo esquela ni testamento. Pero Heini le dijo a Birgit que le daría una pensión mensual de 4.000 dólares, el doble de la que percibía Stephan.
Ingeborg y Birgit intensificaron su unión y aislamiento del exterior. Iban juntas a todas partes vestidas con trajes a juego de Bergdorf’s y Saks, eran dos mujeres peculiares y extrañas. Se mudaron a Central Park y llenaron su apartamento de pieles y obras de arte. A Birgit le encantaba pintar y se matriculó en 1994, a los 52 años, en la Art Students League. Su madre la acompañaba a clase y la esperaba en la puerta. Nunca se relacionó con nadie, mucho menos con un hombre. No se le conocieron romances.
A punto estuvo de exponer su obra en una galería, pero no lo consiguió. La esposa de su profesor de pintura, Anne Costello Coyle, que la conoció y ha hablado con el NYT, cuenta algunas de las excentricidades de madre e hija. Sólo se subían a los ascensores acompañadas de operarios. Padecían fobia a los gérmenes y nunca iban a un baño público. Jamás se subían a
un taxi y ante el miedo de que les robaran el bolso, llevaban bolsas de papel con dinero y cosméticos.
Caminaban kilómetros al día por la ciudad. En uno de sus maratones, Ingeborg sufrió un derrame. Su hospitalización la dejó sin ahorros, ya que no tenía seguro médico. Birgit conservó las cenizas de su madre junto a las de su padre porque no pudo pagar la incineración.
Tita Thyssen le enviaba un cheque mensual modesto a ambas que mantuvo hasta que perdió contacto con Birgit, que contrató una empleada hace años tras lesionarse una mano. Esta empleada ha sido contactada por el NTY y ha contado que se encontró su casa hecha un desastre y sucísima. Algo paradójico, ya que Birgit “se lavaba las manos 100 veces al día”, ha dicho esta señora desvelando su TOC. Menos mal que cada mes, la fundación familiar de Suiza siguió enviando su
cheque, aunque éste se redujo a la mitad cuando Ingeborg murió.
A menudo Birgit lloraba por su madre. Sin embargo, también la odiaba porque aquella relación sin duda enfermiza entre ambas impidió que ella hiciera su vida.
Otra hermana de Heini fue investigada por celebrar una fiesta en la que varios nazis mataron a 180 judíos
Birgit pintaba muy bien y se vestía a juego con su madre, de la que no se separaba ni para ir a clases de arte
El Covid aisló aún más a Birgit, que se mudó a un estudio en la planta baja del edificio donde vivía al empezar a faltarle el dinero.
En una de las audiencias para obtener su tutela, su empleada,
que hizo un intento de devolverla a su casa y hacerse cargo de ella, mencionó que su jefa le había dicho que tenía escondido dinero en efectivo por un total de 10.000 dólares y le habló de un almacén que podría tener objetos de valor, incluyendo obras de arte propiedad de su padre.
Todo apunta que los únicos cuadros que tiene los pintó ella, por cierto, muy buenos, han dicho algunos entendidos que la han visto.
Continuará… Aunque de momento esta señora seguirá dependiendo del Estado. Lean arriba lo que cuenta a LOC Carmen Thyssen. Francesca, de momento, apelada por
Crónica, no se pronuncia.