Y MIENTRAS, DOÑA SOFÍA EN GRECIA

El tormento de la presencia entre dos personas que se odian es mucho peor que el de la ausencia, que puede ser una liberación. O, como decía Lope de Vega, el principio de la ausencia es como el fin de unos sentimientos que si se han agotado encuentran su único placer en martirizar con esa ausencia a la persona que un día se amó.

Tal cosa está sucediendo entre Don Juan Carlos y Doña Sofía, el único miembro de la familia que no ha viajado a Abu Dabi. Salvo Felipe y Letizia, que están disfrutando de esta ausencia.

El viaje de Sofía a Grecia para visitar a su hermano, el ex rey Constantino, gravemente enfermo, aunque no peor que Don Juan Carlos, ha puesto de manifiesto

y públicamente el fin del matrimonio que sin explicación alguna sigue existiendo legalmente. ¿Por qué no se ha divorciado ya la Emérita cuando tantos motivos ha tenido? Aunque existe desde hace mucho tiempo una separación de facto. Posiblemente, porque ella es enemiga de los divorcios. Así lo demostró y lo dijo en un incidente entre el matrimonio que cuenta Antonio L. Bouza, el gran amigo de Don Juan Carlos (dudo que lo siga siendo) en su libro El rey y yo (La Esfera de los Libros, 2007) y me lo confirmó un testigo excepcional, el gran Sabino Fernández Campo, el hombre más leal que el Rey ha tenido nunca: “Los entonces Reyes tenían una gran bronca durante un desayuno, una más de las muchas que jalonaron su convivencia, cuando Don Juan Carlos, en un arranque de ira, le gritó a su esposa ‘te odio, te odio...’. Doña Sofía, sin perder la calma, le respondió: “Ódiame, pero jódete que no te puedes divorciar”.