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LA COPIA DE LA ALHAMBRA EN RIAD DE SU HIJO FAVORITO CAÍDO EN DESGRACIA
El príncipe Abdelaziz bin Fahd quería una réplica del palacio nazarí en el desierto de Riad. Artesanos andaluces trabajaron en secreto para construirlo.
EL PRINCIPE ABDELAZIZ BIN FAHD (49) es el hijo menor y favorito del fallecido rey Fahd de Arabia Saudí. A la sombra de su padre amasó una fortuna de 5.000 millones de dólares que le permitía caprichos como su impresionante yate de 147 metros de eslora, que los veranos solía recalar en Ibiza, su jet privado, un boeing 737, y numerosos palacios y mansiones por el mundo. Acumuló gran poder como jefe de la oficina del Consejo de Ministros, controlaba los medios de comunicación y muchos apostaron por él como sucesor. Algo que no ocurrió, y finalmente, con la salud seriamente dañada por su afición a la cocaína, cayó en desgracia con su primo, el príncipe Salman, heredero saudí, que llegó a decretar su arresto domiciliario en 2018.
Abdelaziz era, como su padre, un enamorado de España y cuando los veranos iba a visitarle a su palacio de Mar Mar, en Marbella, solía recalar en Granada para contemplar un monumento que era su obsesión: la Alhambra. Tanto le atraía el complejo nazarí donde residió Boabdil, el último rey moro andalusí, que en 1997 acampó con jaimas, alfombras y un numeroso séquito en el Llano de la Perdiz, altiplano situado encima de la Alhambra.
Dicen que pidió alojarse en el interior de La Alhambra pero se lo denegaron, y hasta aseguran que ofreció una cuantiosa suma para comprar una parte del altiplano y construirse un palacio sobre la Alhambra, pero tampoco lo logró por ser terreno público. Desesperado por hacer su sueño realidad, tomó una decisión: construir su propia Alhambra en el desierto, un millonario capricho que el rey
Fahd concedió a su hijo.
El enclave elegido fue un terreno en las afueras de Riad, la capital saudí, de 10,6 hectáreas, junto al que se levantó un promontorio artificial similar al de Granada, que se pobló de bosques con especies traídas de Australia. Solo faltan en el conjunto las cumbres de Sierra Nevada.
GRIETAS Y DESPERFECTOS
El faraónico proyecto, apodado la Alhambra de Oriente, se puso en marcha en 1998 y se terminó en 2002, hace ahora 20 años. Con una superficie de 12.000 metros cuadrados, reproduce cada rincón de la Alhambra nazarí, incluida parte de la muralla y bosque, pero se eliminó el palacio de Carlos V y la iglesia de Santa María, construcciones cristianas añadidas en el siglo XVI.
Gracias a los planos y diseños originales, que obtuvieron en colaboración con el patronato de la Alhambra, a miles de legajos con anotaciones y fotos a escala real, la copia es tan exacta que incluye grietas y desperfectos. El propio Abdelaziz se ocupó de que se contrataran los mejores historiadores, cartógrafos, arquitectos, fotógrafos, jardineros y expertos en mobiliario nazarí además de artesanos de Granada, Almería, Marruecos y Turquía.
Las obras se asignaron al grupo francés Oger Internacional y allí trabajaron a destajo 150 técnicos y más de 5.000 operarios, en su mayoría filipinos, que invirtieron cuatro años en lo que sus antepasados granadinos tardaron 7 siglos. El palacio se cubrió con 1,6 millones de ladrillos, 500 columnas de mármol de la firma almeriense Camar, y 4.500 metros cuadrados de loza para suelos, cerámicas y azulejos fabricados a mano en la ollería Ruiz Muros, de Otura. Sus artesanos, cuyos antepasados se establecieron en el siglo XVI en el Albaicín, acudieron durante tres años en secreto cada noche a la Alhambra para medir cada pieza que reprodujeron. Además, Ramón Rubio, jefe de taller de restauración de Yeserías de la Alhambra, permaneció dos meses en Riad al frente de los operarios.
De las 13 fuentes, la mítica de los Leones fue la más laboriosa de imitar: hubo que tirar el patio entero porque quedó pequeño, y la fuente, compuesta por doce leones distintos, requirió que personal de Camar se desplazara a Arabia para engarzar los materiales. Pese a la prodigiosa perfección de esta Alhambra gemela, en el conjunto se introdujeron algunos elementos del siglo XXI para acondicionarlo y se incluyó una discoteca subterránea bajo el Generalife que lógicamente no existe en su hermana andalusí.
A día de hoy, el secretismo en torno al monumento sigue vigente, pues los que participaron en su construcción temen hablar y son pocos los privilegiados que han podido visitarlo. Cuentan que los sultanes granadinos mataban a los arquitectos que edificaron la Alhambra para evitar que su belleza fuera copiada. No parece que se haya llegado a ese extremo con los artífices de su gemela del desierto, aunque todos sus operarios fueron obligados a firmar una clausula de secreto: el que se fuera de la boca sería inmediatamente despedido.