El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica
LA ESPAÑA PLURINACIONAL Y VEGANA, ATRAPADA POR LA FOLCLÓRICA Y EL TORERO
USTEDES SEGURAMENTE NO SE HABRÁN dado cuenta, pero estamos viviendo en una simulación. El engaño a lo estilo Matrix consiste en lo siguiente: al salir a la calle, la realidad que se presenta ante nuestros ojos es la de una España razonablemente próspera y moderna en la que es posible desayunar ensalada vegana de quinoa y leer poesías cursis en el smartphone mientras nos desplazamos en coche eléctrico hasta el coworking. Pero si algún agente exterior nos diera la pastilla roja y lograra desconectarnos del trampantojo para observar el mundo real sin engaños, entonces descubriríamos la cruda verdad: seguimos atrapados en el siglo XIX.
Pueden hacer la prueba sintonizando Telecinco a diario o consultando viejos ejemplares de Diez Minutos cuando vayan al dentista. Que no nos distraigan señuelos como el nuevo tatuaje de Rosalía: el grueso del contenido lo siguen generando folclóricas, toreros y guardias civiles, como si esto fuera un cuento de Prosper Mérimée ambientado en esos paisajes agraces de Despeñaperros abajo. No hay manera de vivir un solo día en este país sin que haya alguna novedad sobre Isabel Pantoja o José Ortega Cano y ha llegado un punto en el que podemos cambiar de cadena pero no podemos cambiar de famosos.
Desde hace décadas la espina dorsal en España se articula a partir de la vida, las desdichas y las familias de dos tonadilleras: Isabel Pantoja y Rocío Jurado. El grueso del cotilleo lo siguen generando folclóricas, toreros y guardias civiles, como en un cuento de Prosper Mérimée
Estas últimas semanas han sido un exceso. De José Ortega Cano, por ejemplo, llevamos un empacho profundamente indigesto ahora que se intensifican los rumores de separación de Ana María Aldón –el otro día salió el diestro a manifestar que está harto de Telecinco, pues hay más imágenes suyas que minutos de publicidad–, pero es que esto viene de lejos. Cometimos el error, hace unos años, cuando se quedó viudo, de dar a Ortega –sólo cabe un Ortega en España– por amortizado, que ya no tendría nada nuevo que dar. Dimos por hecho que su cumbre como personaje sería su boda y aquellas palmas que le hizo a Massiel en pleno éxtasis etílico.
Craso error: de Ortega Cano ha emanado una estirpe de freaks mediáticos que causa gran estupor –Gloria Camila y José Fernando, a quien nos cuesta distinguir de
Raphaël Varane–, con él ha vuelto la España negra y, para aligerar, nos ha regalado una nueva imagen tras sus recientes operaciones de estética en la que ha inventado el concepto ‘cejas a lo bigote de Aznar’.
FOLCLORE APOLILLADO
El diestro de Cartagena podrá pedir que no le saquen en la tele y en las revistas, pero es inevitable: si algo no ha podido esconder la simulación de la España sostenible y resiliente es el tremendismo bárbaro que nos encanta, ese folclore apolillado y ese regodeo en lo montaraz, ya todo muy decadente en aspecto, pero muy vivo en interés. Un dato importante: Telecinco saca excelentes datos de audiencia en el País Vasco (14% de share en todo 2021) y en Cataluña (12.4%), no demasiado lejos de Andalucía (17.3%). Lo de la España asimétrica puede funcionar para algunas cosas, pero no para el cotilleo.
El ejemplo práctico y actual de Ortega Cano es sólo el punto de partida para observar una realidad más profunda: durante años y décadas, la espina dorsal en España se articula a partir de la vida, las desdichas y las familias de dos tonadilleras: Isabel Pantoja y Rocío Jurado. Sería pertinente incluir también a Lola Flores, con la salvedad de que su familia ha preferido trabajar y