El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

EL SECRETO TRAS EL ORGASMO WOMANIZER

14 rondas de prueba, 10.000 puntos de datos, 108 entrevista­s, 259 testadores humanos y exigentes pruebas de resistenci­a y caída son algunos de los requisitos imprescind­ibles para que un nuevo producto se ponga a la venta.

- POR DANIEL J. OLLERO

LA RAE DEFINE LA PALABRA ORGASMO COMO la “culminació­n del placer sexual”. Sin embargo, a la hora de hablar de juguetes íntimos para adultos –una industria que mueve 32.720 millones de euros cada año, según Grand View Research– el orgasmo es la culminació­n de un proceso de ingeniería, diseño y estudios cualitativ­os.

Desde punto de vista electromec­ánico, la mayoría de los juguetes sexuales más populares –como los succionado­res de clítoris o los vibradores– tienen una estructura y un funcionami­ento simple: cables conectados a un interrupto­r, una batería y un pequeño motor (como el de una maquinilla de afeitar) fijados a una carcasa. Tan sencillo que, aparenteme­nte, un manitas con algo de tiempo libre sería capaz de construir.

Y así fue precisamen­te como se revolucion­ó la industria de los juguetes sexuales. Hace justo 10 años, un ingeniero alemán de 65 años, Michael Lenke, leyó que más de la mitad de las mujeres tenían problemas para alcanzar el orgasmo y buscó una solución en su taller casero. Se inspiró en los ingenios para la limpieza de peceras y tardó 18 meses con ayuda de su mujer, que fue probando un prototipo tras otro, hasta historia que ha vendido más de 6 millones de unidades.

Lo que hace una década era cosa de un taller casero y conversaci­ones de pareja, se ha convertido en un mercado multimillo­nario que emplea las últimas tecnología­s en impresión 3D, controles de calidad y una metodologí­a de investigac­ión universita­ria. Todo ello, gracias a Lenke [hoy jubilado en Mallorca] y su Womanizer: el buque insignia de LoveHoney Group, un conglomera­do empresaria­l valorado en 1.200 millones con 4.000 millones en beneficios, que lidera esta industria.

Además, en el que fuera un proyecto de dos hoy participan “17.000 probadores de juguetes (69% mujeres y 235 de España) y 1.000 empleados”, explica Johanna Rief, responsabl­e de empoderami­ento sexual de la firma.

Una gran número de testeadore­s de juguetes para adultos cuyas exmica periencias, recogidas por académicos y aplicadas por los ingenieros, determinan si un nuevo artilugio sexual será un éxito o fracasará.

“Es virtualmen­te imposible fabricar un producto para todos los tipos de cuerpo, aunque hay recursos que ayudan, como que el juguete tenga brazos ergonómico­s para ajustarse a los orificios y ejercer una presión deseada”, explica el ingeniero responsabl­e de los prototipos, Dan Shor. “Por eso, cuando más del 70% de los probadores nos dan buen feedback, lo consideram­os un éxito”, añade.

El primer paso para dar con un nuevo producto parte de un proceso creativo en el que participan médicos, diseñadore­s y otros profesiona­les. Cuando la idea está definida, los ingenieros construyen sucesivos prototipos en sus oficinas de Berlín. “Utilizamos impresoras 3D de distintas calidades a medida que el juguete va refinando”, precisa Shor.

Hasta llegar a la fabricació­n industrial, las versiones de los prototipos se ponen a prueba en humanos: “Lo enviamos por correo, dejamos que los usuarios lo prueben y después contactamo­s con ellos. Utilizamos una metodologí­a muy parecida a la de la investigac­ión acadéy transmitim­os las conclusion­es en informes a los ingenieros”, cuenta Elizabeth Neumann, responsabl­e de la experienci­a de usuario. “Gracias al feedback de las pruebas nos han surgido ideas para desarrolla­r nuevas líneas de juguetes”, añade Shor. En total, el conglomera­do de LoveHoney Group comerciali­za actualment­e más de 150 productos.

“Lo normal es que haya 14 rondas de prueba de un producto. Las primeras, con empleados que se ofrecen voluntario­s. Después con amigos y familiares. En las 12 rondas sucesivas, se envían a mujeres de todo el mundo con distintas caracterís­ticas anatómicas a las que entrevista­mos y enviamos cuestionar­ios para que nos cuenten su experienci­a: cómo lo agarran, cómo lo han utilizado y qué les ha parecido. Llegamos a estudiar detalles como si los botones deben hacer click o si el artículo debe de tener luces led que indiquen su carga”, desarrolla Neumann.

En total, sintetiza la experta, antes de que un nuevo estimulado­r de clítoris se ponga a la venta “ha pasado por al menos 14 rondas de prueba, con 259 testeadore­s distintos de los que hemos recogido 108 entrevista­s y más de 10.000 puntos de datos recopilado­s a través de cuestionar­ios”. A modo de ejemplo, cuentan que para su versión del conejito (el vibrador populariza­do por la serie Sexo en Nueva York) se realizaron 150 mediciones antes de dar con el ángulo preciso que debían tener las orejas del aparato.

Paralelame­nte, entre fase y fase de prueba, los ingenieros depuran el producto y lo someten a controles de calidad: “Tiene que aguantar 10.000 giros en tres ejes (vertical, horizontal y torsión), la fricción abrasiva y caídas. Además, por una cuestión de discreción, nos aseguramos de que el volumen no supere un nivel de decibelios y de que el motor aguante 300 horas”, detalla Shor.

Aun así, el producto no estaría listo para la venta. Estos expertos cuentan que para que sea rentable, debe poder ensamblars­e en menos de 10 minutos en su fábrica de China y que las líneas sean capaces de producir un mínimo de 1.000 unidades al día. De ahí se distribuye a las tiendas como paso previo a su uso en la intimidad.

La industria de los juguetes sexuales mueve 32.700 millones al año

Los artículos se someten a la torsión, la abrasión y las caídas

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CEDIDA Johanna Rief de LoveHoney Group posa con el Nova 2 y el Womanizer, algunos de los juguetes sexuales más exitosos.
 ?? DANIEL J. OLLERO ?? El Nova 2 de We-Vibe sometido a una prueba de decibelios en una estancia insonoriza­da.
DANIEL J. OLLERO El Nova 2 de We-Vibe sometido a una prueba de decibelios en una estancia insonoriza­da.

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