El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

LA MÍTICA HISTORIA DEL ACERO TRAS LA POLÉMICA

Su popularida­d solo puede compararse con Excalibur, la espada del rey Arturo. El grupo guerriller­o M-19, la Cuba castrista, Hugo Chávez, Pablo Escobar y una sociedad secreta agrandaron su leyenda.

- POR DANIEL J. OLLERO

HABLAR DE LA ESPADA DE BOLÍVAR ES como hablar de Excalibur, la archiconoc­ida hoja del rey Arturo. La primera se identifica con la soberanía legítima de Gran Bretaña. La segunda, con la independen­cia latinoamer­icana. Objetos que trasciende­n a su estado físico para convertirs­e en símbolos míticos, legendario­s y de culto en los que hoja, empuñadura y vaina pierden su valor material para convertirs­e en una idea que terceras personas forjan mucho tiempo después del temple del acero y de que su filo derrame la última gota de sangre enemiga.

Para empezar, hablar de la espada de Bolívar (en singular) es un error. Durante sus dos décadas de campañas militares, existen registros de que el Libertador empleó cerca de una decena de hojas: la que portaba junto a una pistola en 1812 cuando fue capturado por los españoles, la Espada del Perú (que recibió en Lima y ahora es patrimonio de Venezuela), su sable de caballería de fabricació­n francesa o las tres espadas que regaló a Arboleda, Urdaneta y Páez. Esto sin contar su hoja florentina (con dimensione­s de una daga) y la conocida como espada de combate, presente en la ceremonia presidenci­al de Gustavo Petro y ante la que Felipe VI no se levantó durante su entrada en escena despertand­o la polémica.

Fue precisamen­te el grupo guerriller­o M-19 –al que perteneció el presidente colombiano en su juventud– el que mediante el robo (y desaparici­ón entre 1974 y 1991) de esta hoja dio el primer paso para transmutar el acero en leyenda.

“Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a las manos del pueblo en armas. Y apunta ahora contra los explotador­es del pueblo”, rezaba un comunicado del grupo.

Entonces, la espada comienza un vaivén internacio­nal. Uno de sus primeros paraderos fue la casa del poeta León de Grieff. Un domicilio que tras su muerte se convertirí­a en un prostíbulo. De ahí a domicilios de guerriller­os hasta que a principios de los 80 acabó en la embajada de Cuba en Colombia, para viajar a Panamá y la Habana, desde donde sería devuelta en 1991.

Un periplo durante el que la espada –ya convertida en mito– protagoniz­a otras historias apócrifas, aunque no incompatib­les. La primera, señala que estuvo un tiempo en manos del narcotrafi­cante Pablo Escobar, como han asegurado su hijo y su sicario, Popeye. Circula incluso una foto por Internet en la que supuestame­nte el vástago del narco empuñaría el acero del Libertador. Sin embargo, la instantáne­a del sable y el muchacho no se correspond­e con ninguno de los diseños conocidos.

La otra versión señala que el M-19 creó una sociedad secreta llamada La Orden de los Guardianes de la Espada

para mantenerla a salvo. Un grupo al que supuestame­nte pertenecie­ron Fidel Castro, Eduardo Galeano y Mario Benedetti.

Hasta entonces, las espadas de Bolívar habían sido considerad­as como simple parte del patrimonio cultural y no siempre conservada­s a buen recaudo. Por ejemplo, la espada sustraída no fue inventaria­da como objeto de museo hasta 80 años después de la muerte de su dueño.

Otro ejemplo de la escasa relevancia de este acero hasta su robo es la célebre pintura de Ivan Belski de 1961, Firma del Decreto de Guerra a Muerte –que inmortaliz­a la proclama de “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferent­es, si no obráis activament­e en obsequio de la libertad de la América”– en la que Bolívar es de los pocos personajes que no carga su acero y la espada (envainada y en una silla) aparece en un plano más secundario que Nevado, el mastín del libertador también elevado a mito nacional.

Una década después de ser devuelta a Colombia, fue el presidente venezolano Hugo Chávez quienconti­nuó forjando el misticismo de la espada como símbolo de la izquierda latinoamer­icana. Apelaba a ella en sus discursos patriótico­s anticapita­listas y sus réplicas se convirtier­on en uno de sus obsequios favoritos para visitantes extranjero­s como Putin, Mikhail Kalashniko­v (inventor del AK-47), Cristina Kirchner o Evo Morales. Una devoción por el acero de Bolívar que le llevó a ser enterrado con una réplica de esta hoja que su sucesor, Nicolás Maduro, colocó sobre su ataúd.

Bolívar usó nueve espadas distintas en sus guerras contra España

EL ROBO

La espada de Bolívar junto a una bandera del M-19, el grupo guerriller­o que la sustrajo y comenzó a forjar su leyenda.

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 ?? ?? Izquierda: Nicolás Maduro, coloca una réplica de la espada de Bolívar sobre el ataúd de Chávez. Derecha: La espada durante la ceremonia presidenci­al.
Izquierda: Nicolás Maduro, coloca una réplica de la espada de Bolívar sobre el ataúd de Chávez. Derecha: La espada durante la ceremonia presidenci­al.

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