El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica
DE AZOTE DE LA MAFIA A “OBJETIVO CRIMINAL” DEL FBI Y DENUNCIADO POR SU EX MUJER
El que fuera el alcalde más querido de EEUU está al borde de la imputación por interferir en las elecciones presidenciales de 2020 y su última esposa le reclama cuantiosas deudas de su divorcio.
TRAS LOS ATENTADOS DEL 11S Rudolph Giuliani (78) tuvo dificultades para pagar la cuenta en cualquier restaurante de Nueva York. No se trataba de falta de liquidez, ni de un enfrentamiento con los hosteleros. Simplemente, era un hombre tan querido en la ciudad que camareros y clientes se empeñaban en invitarle. Su impronta en la urbe era innegable. Como fiscal, había acabado con décadas del reinado de la mafia siciliana que controlaba el crimen organizado en la ciudad. Más tarde, como alcalde, puso fin a la epidemia de 3.000 homicidios al año y unió Manhattan tras los ataques yihadistas contra las Torres Gemelas convirtiéndole en uno de los hombres más admirados de la Gran Manzana.
20 años después, el capital político y la simpatía de Nueva York hacia el que fue apodado como “el alcalde de América” han volado por los aires. Su papel como abogado personal y acérrimo defensor de Donald Trump, sus intentos de revertir el resultado electoral en las últimas presidenciales y el dinero que adeuda a su ex mujer tras el último divorcio le han dejado solo (hasta Trump reniega de él) y al borde de una doble imputación.
El que fuera azote del crimen y la mafia se ha convertido en “objetivo de una investigación criminal del FBI” y este miércoles ha tenido que declarar ante un gran jurado del estado de Georgia. Las autoridades sospechan que, ejerciendo como abogado personal del presidente Trump, habría presionado a cargos públicos y autoridades electorales con la finalidad de revertir el escrutinio gracias al que Joe Biden se proclamó presidente.
Una comparecencia que el propio Giuliani lleva tiempo intentando aplazar. De hecho, debería haberse producido este lunes pero sus abogados alegaron problemas de salud que le impedirían coger un avión para acudir a su cita. Una excusa insuficiente a ojos del juez que le ordenó presentarse a la cita “en tren, en autobús, en Uber o por el medio que sea”.
El caso que se está armando contra Giuliani es un proceso complicado que podría acabar con el ex fiscal entre rejas. Algo que, según ha publicado el New Yorker, sería del agrado de su antiguo cliente, Donald Trump.
Según la citada revista, el idilio entre Trump y Giuliani se rompió definitivamente hace unos días cuando la archienemiga del ex presidente en el partido republicano, la congresista Liz Cheney, fue derrotada en las primarias del estado de Wyoming. Cheney, que juega un papel fundamental en la investigación política del asalto al Capitolio del 6 de Enero, perdió contra la candidata trumpista, Harriet Hageman.
Trump se encontraba disfrutando del momento en televisión cuando un Giuliani visiblemente ebrio decidió dar una rueda de prensa improvisada en la que aseguró que las primarias estaban “amañadas” y exigió un recuento. Las declaraciones enfurecieron a Trump hasta el punto de que el ex presidente lanzó un bote abierto de kétchup contra la televisión mientras mascullaba: “¡Que le encierren!”.
El proceso de Georgia no es la única cuenta pendiente del ex alcalde en los tribunales. La semana pasada, su tercera ex mujer, Judith, le reclamó por vía judicial 262.000 dólares que su ex marido le adeuda tres años después de su tumultuoso divorcio. Una cita que Giuliani también intenta eludir pero los abogados de Judith han advertido que de no comparecer “podría ser inmediatamente detenido y encarcelado por desobediencia al tribunal”.
Irónicamente, Giuliani fue uno de los creadores del espectáculo informativo alrededor de los juicios estadounidenses e inventó distintas artimañas durante su etapa como fiscal sur de Nueva York en los 80. La más destacada, el paseillo de los acusados ante las cámaras (que él mismo ahora tiene que sufrir en sus comparecencias) para que los periódicos y las televisiones tengan imágenes con las que publicitar los casos que a Giuliani le interesaban.
Gracias a ellos –especialmente al proceso contra las cinco familias (Bonanno, Colombo, Gambino, Genovese y Lucchesse) de la mafia de Nueva York en el que descabezó la organización siciliana para siempre asestándola un golpe mortal– pudo lograr el suficiente capital político para dar el salto a la Alcaldía de Nueva York. Allí gracias a su papel paternal y su mensaje de unidad hacia
“¡Que le encierren!”, masculló Trump tras lanzar un bote de kétchup contra la pantalla al verle por televisión
los neoyorquinos tras el 11 de septiembre consiguió el halago de políticos de todo el mundo, le apodaron “el alcalde de América” y hasta la reina de Inglaterra le nombró caballero. Un tipo al que todo el mundo en su ciudad le quería invitar a un trago. 20 años después, nada queda de aquel reconocimiento.