El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

LOS EXCESOS DE LETIZIA...

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Letizia, en lo referente a su aspecto físico, no tiene sentido de la medida. Con ella siempre va la polémica cuando no el escándalo. “Aunque nadie quiere ser ridícula”, como decía Molière, porque el ridículo deshonra más que el deshonor. Hasta la prensa británica se ha hecho eco de esa ridícula obsesión fuera de lugar de Letizia por querer demostrar no solo que es joven y cool ante la reina Sofía sino que, como madre, intente competir públicamen­te con sus hijas. La prensa inglesa la critica, una vez más, por llevar minivestid­os a sus 50 años: “She´s too old for this look and divides fans as she wears short dress!” (es demasiado mayor para ir así y este look ha dividido a sus fans).

Fans o partidario­s. Hasta la “socialité” Carmen Lomana, siempre tan respetuosa en los temas sobre la monarquía, ha manifestad­o su opinión crítica aunque no acabo de entender qué ha querido decir cuando reconoce “nunca he sentido tanto la dignidad Real de nuestra Reina Emérita Doña

Sofía que en ese paseo con sus nietas y Letizia, consorte de España en “minifalda”. ¿Quería demostrar algo? Hacer sentir que lo de su juventud, lo de que ella es joven está fuera de lugar”. Yo añadiría que simplement­e es patético. Por su parte, el diseñador Juan Avellaneda ha declarado “a mí no me gusta que una madre quiera utilizar su look súper juvenil para demostrar que es joven. Y eso da mal rollo”. Por su parte y como era de esperar de Esperanza Aguirre, que para eso es la cortesana mayor del reino, reconoce: “A mí me indigna que se metan con la Reina Letizia”. Criticar su ridícula manera de vestir, como ha hecho la prensa británica, no es meterse con la Consorte real, que no reina. Simple y sencillame­nte es referirse a su manera de vestirse. No es que yo la quiera comparar con Luisa Isabel de Orleans, la consorte del rey Luis I, hijo de Felipe V, escandaliz­ado por el inadecuado comportami­ento de su nuera, que gustaba de mostrarse en público con un liviano camisón, sin ropa interior, que no es el caso de la nuera del rey Juan Carlos. Ni tampoco con mi paisana Eugenia de Montijo. Ni con Cristina de Suecia que escandaliz­ó con su extravagan­te comportami­ento y ansias de libertad. Y todas esas reinas, consortes o titulares que Cristina Morató nos descubre, revelando el lado más humano y menos conocido. Algunas excéntrica­s, caprichosa­s, pero mujeres de carne y hueso bellas, magnificas, inteligent­es, sensuales pero, sobre todo, polémicas. Expuestas en los medios de comunicaci­ón a veces no muy acertadame­nte. Por exceso o por defecto. Obligadas a llevar sobre sus hombros la pesada carga de representa­r al país con dignidad.

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