El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica
GUNILLA VS. VICTORIA FEDERICA: QUIÉN LO VIO PRIMERO, LO PAGÓ Y QUIÉN SE CABREÓ
Los históricos de Marbella recuerdan con nostalgia las fiestas con Jaime de Mora, Khashoggi, Cayetana, Sean Connery, Liz Taylor, Lola Flores y la discoteca de Régine. Todo y todos han pasado a mejor vida, y nunca mejor dicho.
Entonces no había photocall ni patrocinios publicitarios. Era la fiesta por la fiesta.
Hoy el Marbella Club sigue intacto como último vestigio de aquellos años dorados y el piano bar mantiene su atmósfera intimista y elegante. Una lástima que este verano no se celebre la fiesta que organizaban Hubertus Hohenlohe y Julián Porras en El Patio, convertido ahora en un restaurante ajardinado con música en vivo y un ambiente informal y agradable.
Hubertus inaugura el 1 de setiembre en la Fundación Unicaja de Málaga, su nueva exposición. Fotos con imaginación y mucho arte.
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Alrededor de El Patio están las tiendas de lujo y en el escaparate de la que tiene Simona Gandolfi, esposa de Hubertus, destaca el vestido de la firma italiana Amen que llevaron en la Gala de Starlite Gunilla von Bismarck y Victoria de Marichalar. Mismo modelo, dos celebrities distintas. Gunilla pagó los 1.300 euros que costaba. A Victoria se lo prestaron, pero no le dijeron que ya había otra invitada que iría vestida igual. Cuando se topó en Starlite con Gunilla enfundada en las mismas paillettes, cogió un rebote monumental de puertas adentro.
Los organizadores de la Gala la habían llevado a El Corte Inglés de Banús a ver modelitos, pero solo le gustó este de las lentejuelas multicolores, expuesto allí. Cuando fueron a pedirlo prestado, sin Victoria, en la boutique del Marbella Club les advirtieron que ya había otra invitada que lo había elegido y pagado para la gala y que esas coincidencias no suelen gustar. Pero les dio igual y se empeñaron de todas formas en vestir a la hija de la Infanta Elena con el mismo vestido que la condesa alemana, aunque sin decirle que tendría su réplica, sabiendo que no se hablaría de otra cosa, como así fue. Resultado, mucha publicidad para Starlite, publicidad para la tienda (este miércoles fue una señora a comprarse el modelo) y gran cabreo de Victoria. Gunilla nos cuenta que le dio exactamente igual. Ella lo vio primero y además pagó. “Yo nunca voy de prestado”.
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La Gala Starlite de Antonio Banderas y Sandra García-Sanjuan, patrocinada por Porcelanosa (allí estaba Cristina Colonques, directora de marketing de la empresa valenciana), siempre cuenta con alguna estrella internacional. Esta vez fue Richard Gere. El actor y su esposa española, Alejandra Silva, con los niños, llegaron al aeropuerto de Málaga en avión privado y allí les esperaban tres coches para llevarles a La Zagaleta, el resort más caro y exclusivo de Europa, creada por Kashoggi cuando el comerciante de armas era uno de los hombres más ricos del mundo.
Richard Gere quiso esa noche ser únicamente el marido en la sombra de Alejandra, premiada por sus acciones solidarias, pero el protagonista de Pretty Woman nunca pasa desapercibido con su carisma de galán, además de un trato afable y sencillo.
Esta gran fiesta del verano marbellí ha perdido un poco el ritmo de otras ediciones en las que intervenían Carlos Latre o Santiago Segura. Se echa de menos que la gente baile, como se hace en las galas benéficas de Nueva York o Montecarlo y una participación más activa de los invitados. La subasta para las distintas organizaciones solidarias que apoyan Banderas y Sandra puede resultar interminable aunque este año se batieron cifras récord: medio millón de euros. La invitada más generosa fue Raquel Bernal, esposa efímera de Álvaro Muñoz Escassi. La venezolana pagó por distintas ofertas nada menos que 100.000 euros.
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En Marbella, mientras teletrabaja como asesor jurídico de Amazon, Gonzalo Santos Ventosa piensa ya en su segunda novela, un thriller de intriga y suspense. Su obra anterior, La sonata de las sombras (Europa Ediciones), que firma como G.S. Rein, ha llegado a las librerías para convertirse en la lectura más apasionante del verano. Este joven escritor, abogado y adicto a la lectura, nos recuerda al mejor Allan Poe y algunos relatos góticos con tenebrosas historias de ocultismo. La trama engancha desde la primera página, en la Viena del siglo XIX, inquietante y sombría para seguir paralela al Madrid del siglo XXI. Un hallazgo.