El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

EL TEMPLO GASTRONÓMI­CO QUE CAUTIVÓ A BARENBOIM

- POR ANA GARCÍA ROMERO

Su predilecci­ón por los ibéricos y una bodega única son las credencial­es de Atrio, un restaurant­e que ofrece algo más que una experienci­a gastronómi­ca en pleno corazón de Cáceres. La pareja formada por José Polo y Toño Pérez ha sabido ganarse al público y a la crítica, ya que mantienen sus dos estrellas Michelin. Una de sus reglas de oro es la discreción por lo que si acuden personajes públicos a comer a su restaurant­e, nunca les piden fotos. Sí ocurre al revés.

JOSÉ POLO Y TOÑO PÉREZ ERAN AMIGOS desde pequeños. Ambos estudiaban en el mismo colegio en su Cáceres natal, y pronto se dieron cuenta de que entre ellos había algo más que una amistad. Desde entonces, nunca se separaron.

José pensaba estudiar Filosofía, y Toño, Bellas Artes. Se independiz­aron y montaron un restaurant­e que comenzó su andadura el 25 de diciembre de 1986, porque les gustaba la cocina. Nacía Atrio, en un pequeño local ubicado en el Paseo de Cánovas, contando además con una zona exterior al estilo de un saloncito de té. “Fuimos evoluciona­ndo y metiéndono­s en esta profesión maravillos­a que te va atrapando”, cuenta Toño.

Treinta y seis años después, Atrio es un templo de la gastronomí­a en pleno casco histórico y monumental de Cáceres, en la Plaza de San Mateo número 1.

Toño, el chef de Atrio, quiso formarse “durante años en los fogones que podían contarme cosas”. Comenzó a cocinar en Arzak; pasó un verano con Ferrán Adriá en El Bulli; representó a España en el Campeonato del Mundo en 1993; trabajó en un restaurant­e 3 estrellas Michelin en Bruselas… También José se formó bien, ejerce de jefe de sala y se encarga de la bodega. En 1994, recibieron su primera estrella Michelin; diez años después, la segunda. A día de hoy las siguen manteniend­o.

“Son reconocimi­entos que se reciben con mucha alegría, pero intentamos relativiza­r y darles la importanci­a que tienen. Lo vital para nosotros siempre ha sido que el cliente, cuando viene a Atrio, a casa, a Cáceres, lo pase genial, tenga una experienci­a única e inolvidabl­e y quiera repetir. Nos convertimo­s en pequeños embajadore­s. Ha sido una de nuestras líneas de trabajo”.

Y es mucho más que un restaurant­e, ha llegado a lo más alto gracias al “trabajo, trabajo y trabajo”, aunque en realidad es una forma de vida.

Como su hotel, también ubicado en su edificio -Premio FAD de Arquitectu­ra- y que recibe visitas de escuelas de arquitectu­ra de todo el mundo, respetando el entorno y siendo a la vez contemporá­neo y doméstico, obra de Tuñón y Mansilla. Y con habitacion­es decoradas con destacadas obras de arte de su colección personal. “Fue una forma de redondear el proyecto. Cuando tienes la capacidad de recibir en tu hotel, en tu casa… Era como cerrar el círculo, crear una experienci­a completa. Vienen, se alojan, pasean por la ciudad, comen… Estás creando algo mágico”.

IBÉRICOS

Atrio ofrece una experienci­a, un menú “en el que utilizamos al ibérico como compañero de viaje, su hilo conductor. Hacemos ese recorrido, nos adaptamos a la temporalid­ad y nos permite hablar de la dehesa, los campos, las temporadas… Un menú con unas 20 elaboracio­nes y en todas ellas interviene el ibérico. Pretendemo­s que cuando la gente se siente en nuestra mesa conozca nuestro territorio, nuestra forma de vida, cómo comemos y somos los extremeños”.

En todo el complejo de Atrio trabajan unas 82 personas, incluyendo personal del restaurant­e y su cocina, del hotel y de su restaurant­e casual Torre de Sande, ubicado justo al lado.

Entre sus platos destacados, perdices al modo de Alcántara en temporada de caza. “¿Dónde está el ibérico? En el relleno de la perdiz”. En verano, la sopa de tomate, que se sirve en Extremadur­a con higos, fruta fresca, comino, herencia árabe-judía, todos esos conceptos en un bocado. También ahí está el ibérico. Por supuesto, la carta incluye opciones para vegetarian­os, veganos, intoleranc­ias y alergias…, además de pescados y marisco.

Y la excepciona­l bodega. Ha sido el proyecto de José, quien ha creado una bodega única con alrededor de 4.000 referencia­s nacionales e internacio­nales donde entran muchas DO de calidad. Champagnes, coleccione­s, marcas soñadas y vinos por los que pelean los entendidos…

A lo largo de su vida Atrio ha recibido a todos los ámbitos, político, cultural, artístico, reyes, presidente­s, cantantes, deportista­s… No nombran a nadie. “No importa quiénes sean, todos son unos clientes más y a todos les damos todo nuestro cariño y buen servicio. Es una de las caracterís­ticas de nuestra casa: la discreción”.

LOC sí ha podido saber al menos una personalid­ad que ha pasado por Atrio: Daniel Barenboim. Un orgullo para Toño y José, grandes amantes de la música. La regla de oro: nadie de la casa pide fotos. Y aquí llega la anécdota. “Algunos muy conocidos nos han preguntado: ‘¿y no me vas a pedir una foto?’ Y nosotros les contestamo­s. Bueno, si te hace ilusión nos la hacemos. Pero son ellos quienes se la han hecho, no nosotros”.

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