El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica
AMOR EN LA OLIMPIADA DE LA MUERTE
El 5 de septiembre de 1972, el pasado lunes hizo ¡¡¡50 años!!! los Juegos Olímpicos de Múnich acabaron en un baño de sangre, tras una masacre del grupo terrorista Septiembre Negro, que asesinó en la villa olímpica a once atletas de la delegación israelí y a un oficial alemán. Aquellos Juegos pasarán a la historia gracias al nadador norteamericano y judío Mark Spitz, que ganó siete medallas de oro. Pero no podemos olvidar que allí surgió el amor entre una azafata alemana, Silvia Sommerlath, hija de un alto ejecutivo y de una dama de origen español apellidada Toledo, encargada de la recepción de las personalidades internacionales, y el príncipe heredero de Suecia, Carlos Gustavo, que asistía en representación de su país. El apuesto y rubio príncipe, un hombre tímido, incapaz de expresarse con fluidez debido a su dislexia, y la azafata se dieron la mano al ser presentados y él fue incapaz de quitarle la mirada en toda la noche. “Fue un flechazo”, me reconocería en una larga entrevista que ya siendo rey me concedió en su palacio de Estocolmo, en marzo de 1983. Cierto es que no perdieron el tiempo, aprovechando las noches para realizar escapadas a los clubes de Munich, donde hablaron y bailaron hasta el amanecer y se enamoraron.
Tuvieron que pasar casi cuatro años para que, el 19 de junio de 1976, Silvia, de quien el Gobierno sueco investigó su vida, la de su familia y sus amistades, sus tendencias y hasta sus aficiones (si se hubiera hecho lo mismo en España, quizá Letizia no sería hoy quien es), se convirtiera en reina consorte al casarse con el hombre que conoció en tan dramáticas circunstancias. En un momento de la ceremonia, a la que este periodista asistió especialmente invitado, se le oyó decir a la novia, recordando el terrible y sangriento día en el que conoció al hombre con el que se estaba casando: “Creo que voy a llorar”.
El rey Carlos Gustavo ha declarado recientemente que no piensa retirarse jamás, dejando bien claro y de forma rotunda y enérgica que no piensa abdicar nunca. “Un rey lo es de por vida”, confesaba en la rueda de prensa con motivo de su 60 cumpleaños.
Esta respuesta me ha recordado a la de la reina Margarita de Dinamarca quien, al preguntársele por la misma cuestión, respondió sin vacilar: “No, en Dinamarca eso está fuera de lugar. Reina hasta la muerte.” Como así ha hecho la prima Lilibet, la gran reina Isabel de Inglaterra, quien, en uno de los últimos encuentros que tuvo con el rey de España, le dijo: “Juanito, nunca abdiques” (siempre que tu hijo y tu nuera no te echen, como le ha sucedido al gran Rey Juan Carlos I).