El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

LA REINA HA MUERTO...

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Con la reina Isabel II de Inglaterra, a Jaime Peñafiel le ha sucedido lo mismo que con la Princesa Grace de Mónaco. Eran de esas soberanas que por ser la una, la representa­ción máxima de la belleza, y la otra, la de la realeza, nadie pensó que un día podían morir. Las grandes tragedias son peor presentirl­as que sufrirlas porque tanto la muerte de la princesa como la de Su Graciosa Majestad Británica pueden considerar­se las dos

EL PASADO JUEVES A LAS SEIS de la tarde me encontraba como invitado en el programa de Risto Mejide Todo es mentira, dedicado por entero a la agonía de la reina Isabel. Durante esas horas y con la llegada a Balmoral de todos sus hijos se especulaba con la posibilida­d de que pudiera haber muerto. Yo, haciendo uso de esa intuición que Dios me ha dado, me atreví a decir, en directo a las seis en punto de la tarde: “Yo creo que la reina ha muerto ya”. Y miren ustedes por donde y estando, en directo, en otro programa Cuatro al día, presentado por Ana Terradillo­s, a las 19.30, se anunciaba por la Familia, la muerte de la Soberana.

Desde ese preciso momento de la frase tradiciona­l de “La Reina ha muerto, ¡Viva el Rey!”, Carlos se convertía, automática­mente a los 73 años, en el nuevo Soberano, con el tratamient­o de Carlos III y su esposa Camilla, de 75 años, en Reina Consorte.

Hace unos meses, en concreto el pasado 6 de febrero, la propia reina Isabel expresó públicamen­te su apoyo absoluto hacia la duquesa de Cornualles: “Es mi sincero deseo de que, cuando llegue ese momento, Camilla sea conocida como reina consorte mientras continúa su propio y leal servicio”. La noticia llegó poco después de concederle el nombramien­to de Dama Real de la Muy Noble Orden de la Jarretera. La primera reina consorte desde 1937 y será coronada con el Rey, en una ceremonia similar pero más simple. Resulta curioso recordar hoy que cuando el príncipe Carlos contrajo matrimonio con Camilla, la muy cortesana prensa española se atrevió a descalific­arla diciendo que nunca sería reina porque era una divorciada. Cuando Felipe se casó con Letizia, otra divorciada, tuvieron que tragarse lo que habían escrito. Tras la muerte de la reina, no solo su hijo se convierte en Rey y Camilla en Reina consorte, sino que el príncipe Guillermo, duque de Cambridge, de 40 años, en Príncipe de Gales y su preciosa esposa, Kate Middleton, en la nueva Princesa de Gales.

MI CENA CON CARLOS EN BUCKINGHAM

Siempre he sentido una gran admiración por el hoy rey Carlos III de Inglaterra. Fui testigo de su boda, el 29 de julio de 1981, en la Catedral de San Pablo. Su gran equivocaci­ón: casarse con la mujer menos adecuada, la más inmadura, la menos equilibrad­a, la menos “profesiona­l” y las más frívola que había intentado “ligarse” al rey Juan Carlos durante unas vacaciones en Palma. Durante años y por culpa del impacto emocional de la muerte de aquella desgraciad­a, muchos británicos y ciudadanos de medio mundo dejaron oír su voz airada, pidiendo la renuncia del príncipe, hoy Rey de Inglaterra, a favor de su hijo Guillermo, olvidando que las monarquías no son selectivas, sino hereditari­as. Afortunada­mente, aquella histeria colectiva de la que fui testigo el día del entierro desapareci­ó con el tiempo y el tema de la sucesión volvió a su sitio, donde estaba. El heredero natural de la reina ha sido quien tenía que ser y Camilla, “la mala de la película”, gustará o no, la Reina Consorte. Carlos, a sus 73 años, ha sido el heredero de mayor edad, superando a su tatarabuel­o, Eduardo VII, que accedió al trono con 60 años.

Puedo presumir de haber sido invitado a la mesa del hoy Rey de Inglaterra, gracias a mi amigo del alma Manuel Colonques, en el propio palacio de Buckhingha­m, en 2017. Para tal ocasión, decidí llevarle un regalo muy especial. Se trataba de una fotografía de su padre, el fallecido Felipe de Edimburgo, tomada el 9 de abril de 2001, durante la entrevista que mantuvo conmigo hacía ... ¡20 años!, la única vez que se ha sometido a las pregun

“Ni me puedo imaginar a mi padre comiendo con un periodista”, dijo él por la foto con su padre que le enseñé

tas de un periodista, como me lo reconoció su propio hijo Carlos cuando vio la foto. “No me puedo imaginar a mi padre con un periodista”. Posiblemen­te sabía la poca simpatía que por la prensa sentía el duque de Edimbugo, hasta el extremo de que, durante una visita a Gibraltar en nombre de la reina, al descender del avión no se le ocurrió otra cosa que preguntarl­e al Gobernador quiénes eran los periodista­s y quiénes ...¡¡¡los monos!!!

LA REINA CONSORTE

Camilla, la nueva Reina Consorte del Reino Unido, ha tenido que sufrir un calvario de dolorosas estaciones que llenaron de sufrimient­o su vida, desde 1971, cuando inició su relación amorosa con el príncipe, hasta que se casaron, el 8 de abril de 2005.

Camilla, al igual que Letizia, es una mujer fuerte y directa que supo aguantar los ataques y desprecios no solo de la prensa británica sino de muchos ciudadanos. Antes que esposa fue una polémica amante hasta el extremo de que cuando Carlos pretende casarse con Camilla, su tío lord Mountbatte­n, le advierte: “¡Cuidado Carlos, uno no se casa nunca con su amante!”. Y aunque se amaban, decidieron darse un tiempo y reflexiona­r los dos sobre esta relación. A pesar de ello, Carlos seguía pensando que era la mujer de su vida. No le importaba, como a Felipe, cuando conoce a Letizia, que no fuera virgen, casta y pura como le recomendab­a su tío Mountbatte­n.

Pero Carlos no solo decidió poner tierra de por medio, sino también el océano, incorporán­dose a la escuela naval de Darmouth para prestar servicio en el Caribe durante nueve meses.

La separación no enfrió esta pasión sino que, incluso, la incrementó y se convirtió en amor desesperad­o. Hasta que un día Carlos vio anunciado en The Times el compromiso matrimonia­l de la mujer que amaba con Andrew Parker Bowles. La boda se celebraría el 4 de julio de 1973.

Cuando se volvieron a ver, Camilla le propuso ser su amiga sin derecho a sexo y le pidió que fuera padrino de su primer hijo, Tom, nacido en 1975.

Después del nacimiento de su segundo hijo, Laura, en 1979, Camilla descubre que su marido le engaña y decide volver con Carlos. ¿Por venganza?, ¿porque seguía amándole? Lo cierto es que volvieron a sus relaciones clandestin­as. Tan secretas que Camilla no deseaba pasar de ahí, sobre todo por sus dos hijos. Por ello, aconsejó a Carlos, incluso, que se casara. “A ser posible con una joven virgen y de pocas luces para que, en su día, acepte la situación del trío real”, según la escritora Concepción Calleja.

También su padre, el príncipe Felipe de Edimburgo, le exige que se case con Diana Spencer, a la que desprecia, pero considerab­a manejable, tonta, simple y sin personalid­ad. Ideal para ser la esposa de su hijo y darle un heredero. ¡Menudo folletón amoral tanto por parte de Felipe como de la nueva Reina Consorte!

Carlos, sin voluntad, se casa no solo sin amarla, sino que nunca la amó. El regalo de bodas que Camilla ofreció a su amante fueron unos gemelos con dos “c” entrelazad­as, todo un símbolo, un mensaje y una premonició­n de lo que serían sus vidas en el futuro.

Y, ¡POR FIN!, LA BODA

Habían de pasar nada menos que seis años para que Camilla, la mujer más odiada no solo en el Reino Unido sino en el mundo entero, se convirtier­a, el 8 de abril de 2005 y con la autorizaci­ón de la Reina y la bendición del arzobispo de Canterbury,

Rowan Williams, en la esposa del príncipe de Gales y futuro rey, desde el 8 de septiembre de 2022, y ella en duquesa de Cornualles y reina consorte, hoy.

Pero siete días después del anuncio de la boda, el 17 de febrero, la reina comunicó a su hijo que no tenía ningún deseo de volver a ver a Camilla antes de la boda y que ésta, en modo alguno, iba a celebrarse en el castillo de

Windsor sino en Windsor´s Guildhall, el Ayuntamien­to, edificio situado en una calle llena de tabernas, restaurant­es y tiendas, nada adecuado para un futuro rey. Y que se olvidara de tener 750 invitados para el servicio religioso en la capilla de San Jorge en Windsor que seguiría a la ceremonia civil. Sería una ceremonia pequeña y familiar durante la cual, la reina ni miró una sola vez a Camilla. El London Daily

Mail publicaba al día siguiente: “La reina, tan reservada y contenida, está furiosa ante lo que considera mera farsa”.

Aunque Felipe y Letizia habían sido invitados a la ceremonia, declinaron la invitación por la sencilla razón de que mamá cumplía años. ¿A qué mamá se referían? Posiblemen­te, a la de Letizia. Se rumoreó que la prima Lilibeth había pedido a su primo el rey Juan Carlos que no fuera nadie de la Familia Real Española a la boda. Todo pudo suceder.

Llegar hasta aquí no fue fácil. Como no lo fue que la reina Isabel conociera y aceptara a la prometida de su hijo y heredero.

La primera vez fue en un hotel, con motivo del cumpleaños del rey Constantin­o. Carlos le presentó a Camilla, que le hizo una profunda reverencia aunque la Soberana se marchó sin despedirse.

La segunda ocasión fue en el palacio de Buckingham donde el violinista Rostropovi­ch ofreció un concierto. Tras mucho insistir, Carlos logró la presencia de su madre. Camilla volvió a saludarla con el mismo ceremonios­o plongeon.

En esta ocasió,n los reyes Juan Carlos y Sofia conocieron a la hoy reina consorte que ocupó en la cena un lugar junto a don Juan Carlos mientras el príncipe lo hizo junto a Sofia.

Este es el resumen de la vida de dos seres que lucharon por su amor, atravesaro­n tempestade­s y, al final, extrañamen­te, y como si del cuento del Príncipe y la Cenicienta se tratara, desde el pasado jueves son el rey Carlos III y la reina consorte Camilla.

Camilla, al igual que Letizia, es una mujer fuerte y directa que supo aguantar los ataques de la prensa

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