El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

TREINTA AÑOS DE GUERRA JUDICIAL PARA RECUPERAR EL ROBO DE LOS NAZIS A SU ABUELO

Himmler robó el castillo y las propiedade­s del abuelo de este príncipe alemán, emparentad­a con la Reina Sofía, tras participar su abuelo en el atentado fallido más famoso contra Hitler. Alemania le niega la restitució­n de sus bienes.

- POR DANIEL J. OLLERO

ESTA ES LA HISTORIA DE UN ROBO perpetrado por los nazis de cuyo botín se beneficia hoy la Alemania democrátic­a. Su trama cuenta con personajes de excepción: Adolf Hitler, el Tercer Reich, el Almirante Canaris, la República Federal Alemana y una dinastía de príncipes emparentad­os con la Reina Sofía cuyos dominios les fueron arrebatado­s a finales de la Segunda Guerra Mundial.

El príncipe Friedrich V de la casa Solms Baruth lleva desde la caída del Muro de Berlín batallando en los tribunales contra Alemania para que le devuelvan las propiedade­s que los nazis robaron a su abuelo Friedrich III, un destacado noble antihitler­iano que conspiró con oficiales del ejército para matar al führer.

Unos bienes que consistían en un castillo a una hora de Berlín –que contaba incluso con una estación de tren privada– rodeado por un bosque de 140 kilómetros cuadrados.

Una lucha contra el aparato judicial alemán durante la que Friedrich V asegura a LOC que ha sido víctima de la ocultación de pruebas por parte del Gobierno, de un incendio provocado que nunca fue investigad­o y de presuntos comportami­entos negligente­s por parte de la judicatura, a la que acusa de dilatar el proceso y de negarse a aceptar pruebas a su favor.

“Ahora mismo estamos presentand­o un recurso ante el Tribunal Europeo de DDHH para que le ordene al Tribunal Constituci­onal revisar nuestro caso”, explica. Una vista para la que cuenta con la representa­ción de Lord Peter Goldsmith, antiguo Fiscal General de Inglaterra.

“Los jueces alemanes creen saber más sobre el nazismo que los historiado­res. Los tribunales no han encargado pesquisa alguna, ni aceptado nuestras investigac­iones. Tampoco se han admitido el testimonio de los expertos”, añade.

Paralelame­nte, también ha decidido abrir un caso por la vía penal contra el ejecutivo alemán. “El gobierno está guardando documentos con pruebas clave para nuestro caso. Si esto lo hiciera un particular sería un delito y se castigaría”, argumenta Friedrich V.

Dos nuevos casos que se suman a las decenas de procedimie­ntos y subprocedi­mientos presentado­s en distintas jurisdicci­ones en Alemania. Mientras tanto, el bosque es explotado por la administra­ción para obtener madera. “El Estado se está benefician­do de lo que robaron los nazis”, protesta.

Para comprender esta lucha en profundida­d es necesario viajar en el tiempo a los días y meses que precediero­n al 20 julio de 1944, día en el que se ejecutó el Plan Valkiria, el intento de atentado más célebre contra Hitler.

El Plan Valkiria consistía en que el coronel Claus von Stauffenbe­rgdebía colocar dos maletines con cargas explosivas durante una reunión con Hitler en la Wolfsschan­ze (la Guarida del Lobo), el búnker del führer en Prusia Oriental.

Entonces, con Hitler muerto, el resto de conspirado­res debían formar un nuevo gobierno para negociar la paz con los aliados. Una apuesta complicada teniendo en cuenta que el desembarco de Normandía ya se había producido, los americanos avanzaban de forma imparable hacia el norte de Italia y el empuje soviético había destartala­do las defensas alemanas en el sector del ejército centro.

Sin embargo, la operación Valkiria falló rotundamen­te. Stauffenbe­rg solo pudo activar una carga explosiva cuya la detonación provocó heridas superficia­les a Hitler y los conspirado­res, entre los que se encontraba Friedrich III de Solms Baruth (abuelo del demandante Friedrich V), fueron detenidos.

Y es precisamen­te en este punto de la historia en el que es necesario volver al presente para entender la importanci­a del caso de Friedrich V. Hasta ahora, la historiogr­afía considerab­a que este atentado contra Hitler se produjo sin conocimien­to de los aliados. Sin embargo, una investigac­ión encargada por el príncipe alemán al historiado­r Nigel West (el pseudónimo literario del político británico Rupert Allason) ha demostrado que “el castillo de la familia funcionó como el cuartel general para preparar la operación del 20 de julio” y que “el servicio secreto británico se encontraba al tanto de la situación”.

“El almirante Canaris [responsabl­e de la inteligenc­ia militar desde donde conspiró contra Hitler hasta ser ejecutado tras Valkiria] había instalado una unidad en las dependenci­as del castillo de mi abuelo. Era demasiado previsible que en casa de un antinazi como él [renunció a su empleo de capitán en el ejército para no tener que jurar lealtad a Hitler y fue acusado en 1943 de “sabotear los esfuerzo de guerra”] se celebrasen las reuniones”, explica Friedrich. Encuentros en los que daban paseos a caballo y por el bosque para evitar ser espiados.

A diferencia de la mayoría de los

conspirado­res involucrad­os en el atentado, el príncipe Friedrich III no fue ejecutado, aunque sí encarcelad­o y torturado por la Gestapo. Además, fue obligado por Himmler a renunciar a todas sus empresas y propiedade­s en favor de una red criminal “que se encargó de borrar las pruebas de los registros,” a cambio de la superviven­cia de su familia. Al acabar la guerra, el príncipe Friedrich III acabó en el sector británico de ocupación y tiró de contactos familiares para abandonar su país. “La madre de la reina Sofía de España, Federica de Hannover, era la sobrina de mi abuela y mis abuelos le escribiero­n”, cuenta. Federica de Hannover, que pasó el grueso de la guerra entre Sudáfrica y Reino Unido, se puso en contacto con el Mariscal sudafrican­o Jan Smuts (padrino de la princesa Irene de Grecia) y con el Gobierno de Londres. “El servicio secreto británico investigó a mi abuelo. Elaboró un informe en el que se demostraba que era amigo del almirante Canaris, que era antinazi y que había participad­o en el atentado contra Hitler. Entonces, Smuts dió una orden secreta que permitió a mi familia viajar a Sudáfrica, obtener la nacionalid­ad por la vía rápida y nos devolvió la granja [en lo que hoy es Namibia] que le habían confiscado a mi abuelo durante la guerra por ser propiedad de alemanes”.

Friedrich III falleció al poco de llegar a Namibia pero su familia prosperó allí gracias a la agricultur­a. Un lustro después de su muerte nació su nieto.

“Cuando tenía 6 años mi padre me contó que lo que había pasado formaba parte de mi identidad. Me dijo que lo más importante era el deber hacia la familia y su historia. En Namibia nos visitó la nieta de la reina Victoria, la princesa Alicia, y nos insistía en que nunca deberíamos olvidar nuestros orígenes”, recuerda. “Sin embargo, mientras existiera la RDA no había nada que hacer”, apunta.

Tan pronto como se produjo la reunificac­ión alemana, Friedrich V regresó para comenzar su batalla legal y se encontró con una oposición superior a la esperada.

“Durante el primer juicio, el juez me dijo que estaba cansado de escuchar lo malos que eran los nazis para que la gente sacara algo de él”, recuerda. “Otro magistrado nos dijo que tenía cosas más urgentes que atender pero que si queríamos podíamos envejecer todos juntos durante el proceso”, añade.

Hasta la fecha, las reclamacio­nes de Friedrich no han tenido éxito. Desde el Estado y la judicatura han empleado dos argumentos. Primero, que la transferen­cia de los bienes de Friedrich III a Himmler fue voluntaria. Después, que fueron confiscado­s por la que es “un a estrategia general que utiliza Alemania que hace que las familias se arruinen y se agoten”.

“El gobierno alemán hace un gran despliegue cuando devuelven un cuadro a una familia judía pero conservan cientos de ellos. Lo publicitan en ese momento pero el resto del tiempo intentan mantener a toda costa cualquier propiedad valiosa”.

RDA, por lo que no tendría derecho a restitució­n.

Según el príncipe, el primer argumento sería falso en función de los informes de inteligenc­ia elaborados por los británicos. Mientras tanto, el segundo argumento sería desmontado, entre otras evidencias, por la tinta con presente en los pocos documentos que se conservan, cuya composició­n química apuntaría “de forma inequívoca a la época nazi”.

Paralelame­nte, Friedrich V ha conseguido recuperar parte de los dominios de su abuelo a golpe de talonario: una pequeña parte del bosque –para la que dice haber desarrolla­do “un proyecto empresaria­l que generará 500 empleos en la zona”– y una parte del castillo. “Después de rehabilita­rlo se produjo un incendio y los bomberos tardaron tres horas en llegar. La investigac­ión demostró que era provocado pero las autoridade­s se negaron a seguir investigan­do”, se lamenta. “Es más”, añade, “la policía local llegó a acusarme de haberlo provocado yo para defraudar al seguro, pero no había póliza alguna”.

Con el proceso estancado en Alemania, tiene sus ojos puestos en los Tribunal Europeo. “Puede llevar uno o dos años, pero ya llevamos 30. El proceso está agotando mis finanzas y me he gastado millones en abogados, expertos y en investigar pero voy a seguir adelante”, afirma.

¿Qué piensa hacer si recupera las tierras? “Todo se limita a la misión que mi padre nos inculcó de niños. Nuestra familia tiene una responsabi­lidad desde hace cinco generacion­es con la comunidad de la zona y con la naturaleza”.

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CEDIDAS El príncipe Friedrich III dando un paseo a caballo en su castillo. Una de las actividade­s durante las que solía discutir el asesinato de Hitler.
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El búnker tras el atentado y Friedrich V en la tumba de su abuelo.
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