El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica
HABITACIONES SEPARADAS, POR SUPUESTO
Ignoro si cuando los Reyes españoles han entrado en el hotel Claridge’s como el matrimonio que sigue siendo, habrán maldecido el día que se conocieron en este hotel.
Lo que no existe la menor duda es de que habrán tenido habitaciones separadas. Como siempre y como en Zarzuela, incluso en la mejor época de convivencia. Al igual que casi todos los reyes. Incluida la fallecida reina Isabel. Lo supo todo el mundo el 9 de julio de 1982 cuando un hombre de 30 años, Michael Fagan, consiguió entrar en el dormitorio de Lilibet a las 7.15 mientras dormía. Por supuesto, supuso la mayor brecha de la seguridad en el palacio de Buckingham. Según se supo, la reina, que llevaba un camisón “de esos estampados de Liberty”, se mantuvo increíblemente tranquila y continuó así, hablando con él hasta que los agentes de la inseguridad llegaron. A la mayoría de los británicos más que sorprenderse de que un individuo hubiera entrado en el dormitorio de Su Majestad, fue saber que dormía sola. ¿Dónde estaba su marido?, se preguntaban. Aunque el palacio explicó las circunstancias de aquel incidente, no se refirió en ningún momento al hecho de que el matrimonio real no durmiera junto.
Pero el Daily Mail explicó a sus lectores que los verdaderos aristócratas no creen en la cama para dos, sobre todo cuando la convivencia ha matado el amor.
Aunque ya me he referido a ello en alguna ocasión, viene a colación la primera vez que se supo que los Reyes Juan Carlos y Sofía no dormían juntos. Fue en un viaje oficial a Chile, en octubre de 1990, y de cuyo séquito informativo yo formaba parte. El mismo día de la llegada, miércoles 17, un periódico de Santiago, el Fortín Mapocho, publicaba la noticia en primera página y a grandes titulares en rojo: “Los Reyes harán tutto en camas separadas”.
Yo lo recogí en la crónica mía como enviado especial. “¿Había necesidad de escribir esa columna? La Reina está furiosa”, me reprocharía Don Juan Carlos. ¡Ay!, que tiempos aquellos...
Un viejo y muy sabio amigo dice siempre que si los matrimonios o las parejas durmieran no ya en camas, sino en habitaciones separadas, durarían “hasta que la muerte les separe”. Posiblemente lleva razón, porque si la convivencia normal y corriente deteriora por sí sola las relaciones humanas, la sola cama o la sola habitación, aunque sea con dos camas, puede ser a veces el primer motivo de ese deterioro de la pareja cuando no existen otras más graves, como es el caso de Juan Carlos y Sofía.