El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica
UNA ‘TIRANA’ EN LA FAMILIA WINDSOR
Ex trabajadores del palacio de Kensington tachan a la mujer del príncipe Harry de ‘sociópata narcisista’ en un libro explosivo. Mientras, sigue la ‘guerra’ de los Sussex con el rey Carlos III.
“UNA SOCIÓPATA NARCISISTA”. Así es como al parecer describen a Meghan Markle ex empleados de Kensington que trabajaron a las órdenes de los duques de Sussex cuando todavía formaban parte activa de la familia real británica. En este palacio londinense residió el matrimonio antes de mudarse en 2019 a Windsor. El dardo lo recoge en su nuevo libro, Cortesanos: el poder oculto detrás de la corona, Valentine Low, periodista que ha seguido los pasos de la familia real británica durante el último cuarto de siglo y que ha entrevistado a diferentes trabajadores palaciegos para dar forma a su bomba editorial, a punto de salir a la venta. Los integrantes del llamado club de supervivientes de los Sussex tachan a la mujer de Harry de “tirana” porque habría hecho llorar en no pocas ocasiones a un gran número de trabajadores por sus modales, faltas de respeto y trato abusivo. En realidad, no son acusaciones nuevas. La propia Meghan las negó cuando se difundieron en su día en los tabloides. Buckingham llegó a encargar una investigación sobre el supuesto acoso por parte de la duquesa de Sussex que denunciaron algunos empleados de la institución, aunque nunca se hicieron públicas las conclusiones del informe que se habría redactado. Un episodio que recordó mucho al escándalo protagonizado en su momento por la gran duquesa consorte de Luxemburgo, María Teresa, quien fue descrita como una “dictadora” en el informe Waringo que rubricó un ex funcionario de la Inspección General de Finanzas ya jubilado por encargo del primer ministro del país, Xavier Bettel. El caso es que Harry y Meghan no dejan de estar en el ojo del huracán. Y esta semana, en la que ha concluido el periodo de luto oficial decretado por Carlos III para la Corte en memoria de la difunta Isabel II, los príncipes caídos en desgracia han visto cómo se les relega a las últimas posiciones, junto al defenestrado duque de York, en el organigrama de la familia real en la web oficial de los Windsor. Dado que fueron ellos quienes tomaron la decisión hace dos años de apartarse de sus responsabilidades institucionales, Palacio les sitúa ahora incluso por debajo de otros miembros de la dinastía mucho menos conocidos como los duques de Gloucester o la princesa Alexandra, primos de la fallecida reina. Se desvanecen así de momento las esperanzas en una posible vuelta al redil de los Sussex y un acercamiento a La Firma, como popularmente se conoce a la familia real. Antes al contrario, en el entorno de Carlos III se aguarda con preocupación la publicación de otro libro, en este caso las memorias autorizadas del propio Harry, que podrían dinamitar aún más la relación con su padre. Y se especula que precisamente hasta que salga esa obra al mercado el nuevo rey podría esperar a decidir si finalmente concede o no a los dos hijos de los Sussex el título de príncipes, con tratamiento de Alteza Real. La carta patente que en 1917 emitió Jorge V ha servido desde entonces como norma por la que se ha impuesto la convención de que todos los nietos de un rey británico son elevados a la dignidad de príncipes. De ahí que, tras la muerte de Isabel II y la proclamación de su primogénito, en el Reino Unido existe gran interés por la posibilidad de que esto sea lo que ocurra con Archie Mountbatten-Windsor, nacido en 2019, y con su hermana Lilibet, de apenas un año. Pero no se trata de una cuestión automática. La concesión de títulos es prerrogativa personalísima del monarca. Y además existen precedentes que suponen excepción a la regla como el hecho de que los hijos del príncipe Eduardo –el benjamín de Isabel II– no hayan sido titulados príncipes nunca. Lo que acabe ocurriendo, por tanto, puede ser el mejor indicador de hasta qué punto hoy a los Sussex y a la familia real británica les separa algo más que todo un océano.