El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

“LA SALSA (PICANTE) DE RICOS PARA GENTE POBRE” QUE HA HECHO MILLONARIO A UN EXILIADO

Tran comenzó vendiendo la Sriracha en botes de potitos lavados y ahora su empresa arroja unos beneficios de más de 150 millones al año sin gastar dinero en publicidad y sin equipo de ventas.

- POR DANIEL J. OLLERO

Una mala cosecha de chiles ha afectado a su producción este verano, despertand­o la psicosis de los consumidor­es

ABANDONÓ SU PAÍS COMO REFUGIADO tras perder la guerra y ha acabado forjando un imperio alrededor de la Sriracha, la salsa picante más famosa del mundo con unos beneficios de más de 150 millones de euros al año. Para ello, David Tran (77) solo ha necesitado vinagre, ajo, sal, azúcar, chiles y mucha cabezonerí­a. Una historia del éxito que, sin embargo, arranca como tragedia. Poco después de la caída de Saigón en manos del Vietnam del Norte comunista, David Tran decidió abandonar su país. Su vida corría peligro por partida doble: por haber servido como oficial en las fuerzas pronorteam­ericanas durante la guerra civil y por pertenecer a la minoría de etnia china que despertaba las sospechas de Ho Chi Minh. Sintiéndos­e acorralado, Tran y su familia abandonaro­n el país en 1978 a bordo del carguero taiwanés Huey Fong (Recogiendo Prosperida­d, en castellano). Un nombre que décadas después estaría presente en millones de mesas de hogares de todo el mundo. Tras recalar en Hong Kong viajó a Boston y de ahí a California, donde descubrió una nutrida comunidad de inmigrante­s provenient­es del sudeste asiático a los que quiso devolver “el sabor del hogar”. Fue entonces cuando armado de cinco ingredient­es básicos decidió crear su famosa Sriracha, basada en una pasta picante tailandesa provenient­e de la localidad de Si Racha, a la que debe su nombre. Sin embargo, aun le faltaba un logo y un nombre para su empresa. Algo para lo que tiró de referentes conocidos: un gallo (en honor a su signo del zodiaco del horóscopo chino) y bautizó a la sociedad como Huy Fong, el mismo nombre que el del barco con el que huyó de su país natal. Con los requisitos mercantile­s ya cumplidos, decidió emplear botes de potitos como recipiente para ahorrar dinero y se puso a recorrer la costa de California en una vieja furgoneta para vender su creación a los restaurant­es asiáticos de la zona. En su primer mes de trabajo en 1980 ganó 2.300 dólares. Más de 40 años después, las últimas cuentas disponible­s de Sriracha arrojan unos beneficios de 150 millones de euros. Un salto abismal teniendo en cuenta que la empresa de Tran contradice frontalmen­te principios básicos de la gestión empresaria­l que se enseñan en todas las escuelas de negocios. Para empezar, Tran nunca ha gastado un euro en publicidad, no tiene equipo de ventas, se ha negado a configurar Sriracha como una marca registrada, pese a que a lo largo de los años han surgido decenas de competidor­es. En entrevista­s con medios norteameri­canos ha explicado su posición alegando que los imitadores son “publicidad para su negocio” y no es capaz de “dar respuesta a la demanda que tiene”. Abastecer a todos sus consumidor­es ha sido un problema histórico para Tran. Sin embargo, el fenómeno se ha acrecentad­o durante este verano y sus botellas han comenzado a escasear y desaparece­r de las estantería­s de los supermerca­dos norteameri­canos. ¿La razón de fondo? “Las condicione­s climatológ­icas han afectado a la calidad de los chiles”, aseguraba la empresa Huy Fong en un email a sus clientes a principios de verano. Además, alegaban que “desafortun­adamente, está fuera de control” y que “sin este ingredient­e no somos capaces de producir más”. Ahora, tras meses de escasez, las aguas parecen haber vuelto a su cauce mientras la producción recupera la normalidad. Un anuncio que ha llegado a despertar la psicosis de los consumidor­es, que fueron fotografia­dos comprando decenas de botellas en sus carritos de la compra. A Sriracha le han salido muchos imitadores (entre los que se encuentran grandes marcas y empresas como Heinz, Starbucks, Lays o Pizza Hut) que han jugado a copiar el sabor y la imagen de la Sriracha, pero cuyos precios llegan a triplicar al de las botellas de Tran. Y es precisamen­te el precio una de las razones que el vietnamita alega para haber rechazado sistemátic­amente las multimillo­narias ofertas de inversores y fondos para hacerse con su producto. Su creador alega que quiere que Sriracha sea “una salsa de ricos con precios para gente pobre”. Además, se ha referido irónicamen­te a este condimento como su “novia” para justificar a ultranza la postura de que no está en venta.

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REUTERS David Tran posa con dos botes de su salsa Sriracha.

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