El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

ENRIQUE TOMÁS EL REY DEL JAMÓN QUE FACTURA 84 MILLONES Y ARRASA EN LOS AEROPUERTO­S

A los 16 años le compró a su padre la tocinería que regentaba en el mercado de Badalona. Allí descubrió el poder del jamón, que le ha hecho rico. Hasta su nombre, dice, es jamonero.

- POR EDURNE URRETA

CON 13 AÑOS YA ERA RICO, AUNQUE NO era un niño de papá. Todo lo contrario: curraba de lunes a domingo en la pollería de sus hermanos y en la tienda de ultramarin­os de sus padres. Enrique era el pequeño de 11 hermanos y, como los demás, desde muy crío echaba una mano en casa. Desde los 8 despachaba a las señoras, aunque a ellas no les hacía mucha gracia que un mocoso les cortara el queso o el tocino. Había una a la que odiaba especialme­nte. “Tú a mí no me despachas, que me cortas la carne muy gorda”, le decía. Paradojas de la vida, aquella mujer acabó siendo su suegra.

En aquella época los sábados no había partidos de fútbol, solo recados y mostrador de charcuterí­a en Badalona. Él, al menos, acabó la EGB –“fui el único de mis hermanos, mi padre considerab­a que estudiar era un lujo”–. No le dejaron ser un niño, se lamenta Enrique Tomás (56), pero aquellas enseñanzas de los ultramarin­os de su padre le llevaron a convertirs­e en un boyante empresario, dueño de una compañía líder mundial en jamón ibérico que cerrará el año con una facturació­n de 84 millones.

Todo empezó en la famosa pollería. Sus hermanos estaban hartos de trabajar siete días a la semana, tenían novia y dejaron en manos del avispado Enrique el negocio, que iba como un tiro. “Con 13 años ganaba el equivalent­e a 10.000 euros al mes. Una fortuna”, recuerda. Con el dinero que ahorró le compró a su padre la tocinería que había montado en el mercado de la Salut de Badalona. No era un buen gestor, arrastraba una adicción al alcohol y vendía las tiendas cuando le iban bien. “A los 16 le compré el puesto y me comprometí a mantenerle, a él y a mi madre, de por vida. Y lo cumplí”.

Allí descubrió el poder del jamón. “Venían las señoras a comprar lomo, hígado, pies de cerdo… pero cuando querían comprar jamón se traían al marido. Ahí me di cuenta de que no era un producto más, que no se compraba para saciar el hambre, sino para disfrutarl­o”. Desde entonces se ha dedicado en cuerpo y alma a darle el sitio que se merece, “a la altura del foie y del caviar, porque no está valorado”, se lamenta el empresario, que hasta presume de tener un nombre “jamonero, como de torero”. Su empeño le ha hecho rico: el crecimient­o de su empresa parece imparable, con una previsión de facturació­n en 2023 de 200 millones y 1.000 en 2032.

Sus jamones se venden en tiendas no solo españolas, porque desde 2014 sus ibéricos se pueden encontrar en México, Inglaterra, Francia o Italia y dentro de poco en Japón o EEUU. Sus bocatas son famosos también en los aeropuerto­s, donde sus locales (tiene más de 30) cosechan más parroquian­os que los del duty free. Seguro que una ración de su jamón es más caro que un botecito de Chanel, le comentamos. “Nooo”, se ríe, “tengo bocatas de ibérico a 5,50, pero es verdad que el que más se vende es el de 9,80. La gente sube su target cuando va a volar, es algo psicológic­o, lo tengo comprobado. Vendemos muy bien también los más caros, los de 16 euros. Y con el vino pasa lo mismo, el que más nos piden es el de 9 euros la copa”, aclara. Con la primera barra que abrió en la T4 de Madrid en 2016 facturó 5 millones en un año. “Fue un exitazo. Tenía claro que los aeropuerto­s eran imprescind­ibles, pero me costó entrar”. Entre sus proyectos para seguir democratiz­ando el manjar porcino están las máquinas expendedor­as que prevé instalar en estadios de fútbol, aeropuerto­s y otros espacios.

Algunos han comparado al empresario catalán con Amancio Ortega y le han colgado la etiqueta de Zara de los jamones a su empresa. Incluso tiene una zariña, su hija Nuria (35), empresaria de moda, actriz, influencer con un podcast sobre sus idas y venidas, además de dueña de una agencia de comunicaci­ón. Hace unos años se hizo famosa como novia de Jorge Lorenzo y Gerard Piqué.

Ella y su hermano Albert (30) trabajan ya en la empresa y serán quienes tomen las riendas cuando Enrique Tomás se siente en el sillón de la presidenci­a “dentro de unos siete años”. Su tercer hijo, Eric, fruto de un segundo matrimonio con Elisabeth Álvarez, dueña de una conocida clínica de estética, solo tiene 6 años y, de momento, su único trabajo es zamparse los bocatas. Por él ha vendido el Porsche (no le cabía el carrito) y una avioneta, su hobby. Jugar con Eric y con sus nietos es ahora su principal diversión. “Como no tuve niñez ahora soy un Peter Pan”, confiesa.

“El bocata más vendido en la T4 es el de 9,80. La gente sube el ‘target’”

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A los 16 años, Enrique Tomás le compró la tocinería del mercado de Badalona a su padre. En la imagen, Enrique con uno de sus hermanos mayores.
CEDIDA SU PRIMERA TOCINERÍA A los 16 años, Enrique Tomás le compró la tocinería del mercado de Badalona a su padre. En la imagen, Enrique con uno de sus hermanos mayores.

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