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METTE FREDERIKSEN “MADRE DE LA PATRIA” DANESA POR SU GESTIÓN DE LA PANDEMIA
Llamó “egoístas” a los padres que elegían un colegio privado para sus hijos y luego llevó a los suyos a uno. Cambió su posición con la inmigración y la prostitución pero estos giros no le han pasado factura y volverá a ser primera ministra.
METTE FREDERIKSEN, primera ministra socialdemócrata danesa, viene del norte de Jutlandia, donde las cosas son como son y lamentarse es perder el tiempo. Por eso, que uno de sus correligionarios en el Parlamento le colocara, por su vehemencia, el mote de jamón chillón tras ser elegida diputada por primera vez, en 2001, nunca le afectó demasiado.
Hasta se lo tomó con humor. Cuando fue nombrada líder del partido, en 2015, se dirigió a la mujer a la que sucedía, la glamurosa Helle Thorning-Schmidt: “A ti te llamaban Gucci Helle; a mí, jamón chillón. Tu apodo sonaba mejor”. Las risas en la sala subrayaron el mensaje real: “Las jefas somos nosotras y los machistas de los apodos están acabados”.
Frederiksen ganó las elecciones de 2019 y acaba de repetir victoria con el mejor resultado socialdemócrata desde 2001. Aunque oscile según los vaivenes políticos del momento, su popularidad suele ser inusualmente alta, lo cual se achaca tanto a su estilo directo y algo maternal como a la percepción de su vida privada. Se la ve como una danesa como otra cualquiera con la pequeña diferencia de que dirige el país. De jamón chillón ha pasado a madre de la patria, el sobrenombre que más se asocia ahora con ella, especialmente tras su exitosa gestión de la pandemia, exterminio ilegal de visones aparte.
Frederiksen cumplirá 45 años el próximo día 19. La cuarentena, afirma, ha sido una bendición. Por fin tiene una edad que se corresponde con su trabajo: “Bo decía que nunca había conocido a una mujer que deseara ser mayor de lo que era”. Bo es el fotógrafo Bo Tegnberg, de 57, con quien se casó en julio de 2020, de blanco y por la iglesia, tras aplazar la boda en la primavera por el Covid. La nueva familia suma cinco hijos. Los tres de él y los dos que ella tuvo con el comunicador Erik Harr, su primer marido: Ida Feline, de 20 años, y Magne, de 16.
Puede que esa sensación de sentirse mayor de lo que indica su partida de nacimiento le haya acompañado desde que iba a la guardería en el barrio de Groenlandia de la ciudad de Aalborg. Allí asombraba a todos por su interés en inmiscuirse en las conversaciones de los adultos. “Esta niña será un día primera ministra”, auguró una de las pedagogas.
En la universidad se licenció en Administración, Estudios Sociales y Estudios Africanos. Antes, justo al acabar el instituto, apenas mayor de edad, viajó de mochilera por África. Entonces era una joven socialdemócrata, gran admiradora de Nelson Mandela, que aún creía en ciertos estereotipos: “Cuando fui por primera vez llegué con la idea de que el hombre blanco era el culpable de todos sus problemas. Pero no hace falta estar mucho tiempo allí para empezar a pensar de forma diferente, y eso no significa que no haya muchos europeos que han explotado África. No obstante, los problemas actuales, como por ejemplo, que en Kenia una de cada tres niñas es violada antes de cumplir los 18 años, no son culpa de los europeos. Eso sólo parará cuando los hombres africanos se comporten”.
Se casó con Harr en 2003. El divorcio llegó en 2014, sólo un año