El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

SIN GANAS DE SER ELEGANTE Y “ACABADA” 15 AÑOS DESPUÉS DE SEPARARSE

Marichalar la convirtió en un referente de la moda pero ahora prefiere vestir informal. El apoyo de Jaime a su hija como modelo e influencer ha empeorado una relación entre los ex que nunca fue buena.

- POR CONSUELO FONT

RESULTA DIFÍCIL IMAGINAR QUE HACE dos décadas, esa Infanta que hoy solemos ver con indumentar­ia “casual”, a veces hasta descuidada, dice “estar acabada” y abomina de la prensa, formó junto a Jaime de Marichalar la pareja más glamurosa y mediática de la familia real. Donde iban, Elena daba la campanada con sus modelazos de Dior, Lacroix u Oscar de la Renta, que la auparon a las listas de elegantes mundiales, auspiciado­s por un Marichalar “pigmalión” que se movía como pez en el agua por los salones palaciegos.

Este domingo, hace 15 años que Zarzuela anunció el “cese temporal de la convivenci­a” de los duques de Lugo (“de lujo”, como les apodaban) forma de quitar hierro al escándalo por la primera separación matrimonia­l en nuestra familia real, que culminaría en el primer divorcio regio. No hubo vuelta atrás por parte de la Infanta, que una semana antes había abandonado el tríplex propiedad de Marichalar en el exclusivo barrio de Salamanca, para instalarse en un chalecito alquilado de la populosa colonia Fuente del Berro. Se llevó sus regalos de boda y a sus hijos, Froilán, de 9 años y Victoria Federica, de 7, dejando un vacío irremplaza­ble en el piso y en el cor azón de Jaime, que jamas se recuperó de la ruptura.

La debacle se desencaden­ó a raiz del gravísimo ictus que sufrió en diciembre de 2001. “Los médicos del Gregorio Marañón advirtiero­n a la Infanta que su marido podía morir esa noche”, revela su entorno. Le llenó de secuelas produciénd­ole una crisis existencia­l que derivó en extravagan­cias como lucir fulares y abanicos o prodigarse en saraos poco acordes con su condición regia acompañado de celebritys como Nati Abascal o el decorador Jaime Fierro, que integraban su curiosa corte. Era carne de cañón para los paparazzi, ávidos de captar surrealist­as imágenes suyas, como en patinete por Madrid, sin que la casa real moviera un dedo para protegerle, quizá preparando el camino a la separación.

Lo suyo con la Infanta no fue un flechazo, se conocieron en París cuando Elena de Borbón se instaló para perfeccion­ar su francés y el aristócrat­a, hijo de los condes de Ripalda, trabajaba en Credit Suisse. Elena cedió a su insistenci­a en cortejarla, pues deseaba casarse pero no había tenido suerte en el amor y aún estaba tocada por su ruptura con el jinete Luis Astolfi. El bodón, que peligró por las dudas de la novia, se celebró el 18 de marzo de 1995 en la catedral de Sevilla ante 1.500 invitados y 33 casas reales. El nacimiento de Froilán, primer nieto de los Reyes, en julio del 98 y de Victoria Federica, en septiembre del 2000, parecieron consolidar la pareja .

Fue un espejismo, porque tras el ictus, sus diferencia­s se hicieron abismales, sobre todo cuando se instalaron en Nueva York en 2002 para proteger sus desavenenc­ias del foco mediático y que Jaime se centrara en su rehabilita­ción. Allí la Infanta impartía clases de español a niños del Bronx, mientras su marido se iniciaba en la moda de la mano de la multinacio­nal del lujo LMVH, de la que actualment­e es consejero. Cuando regresaron, sus vidas eran opuestas: Elena, que entró a trabajar en la fundación Mapfre y había regresado a la competició­n hípica, se definía como “la cenicienta de las once”: madrugaba para entrenar y se acostaba temprano en compañía de su radio, pues Jaime solía estar en algún sarao.

En los inicios de su separación, había gran tensión entre ellos, Marichalar se quejaba de que no veía a sus hijos ni Elena se los ponían cuando les llamaba. Aunque su relación nunca fue amistosa, pues solo se trataban por cuestiones de sus hijos, posteriorm­ente la tensión se suavizó, aunque de nuevo parece haberse agudizado, como se comprobó en la reciente fiesta por el 80 cumpleaños de Ira de Furstember­g, pues ni se saludaron. Segun su entorno, la Infanta culpa a su ex por alentar el salto a influencer y modelo de su hija, la mediática Victoria Federica que, según se ha publicado, incluso ha dejado de lado su carrera de marketing. Sexta en la línea de sucesión, esto le supone un motivo más de fricción con su hermano Don Felipe. ”La Infanta teme que Vic caiga en las redes de una multinacio­nal de la moda, que la maneje a su antojo y se le escape totalmente de las manos”.

Tras abandonar el tríplex donde vivían, propiedad de su marido, la infanta se llevó también sus regalos de boda

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GTRES La infanta Elena y su entonces marido Jaime de Marichalar en la boda de la infanta Cristina.

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