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UN SELECTO CLUB DE BARCELONA DONDE EL REY SÍ ES BIEN RECIBIDO

No estuvo la alcaldesa Ada Colau, pero una amplia representa­ción de la burguesía catalana celebró que Don Felipe y Doña Letizia asistieran al 175 aniversari­o de un club vinculado siempre a la corona

- POR IÑAKI ELLACURÍA

REDUCTO BURGUÉS EN UNAS RAMBLAS de Barcelona tomadas por el brutalismo estético del colauismo, los desagradab­les restos del procés y el turismo masivo de chancleta, el selecto club del Círculo del Liceo, con 175 años de historia recién cumplidos, hace gala de una exclusivid­ad contracult­ural al mantener la corbata, la americana y unos zapatos bien lustrados como ineludible exigencia de admisión. Así como por ser un espacio de acogida y aplausos para el Rey Felipe.

Toda una anomalía en la ciudad donde el Ayuntamien­to de Ada Colau y el Gobierno de la Generalita­t que preside Pere Aragonès han situado al jefe del Estado como uno enemigo a batir, esforzándo­se en el desprecio y el boicot institucio­nal al monarca cada vez que tienen la oportunida­d.

Como reverso luminoso de la intoleranc­ia sectaria de las autoridade­s políticas locales, destaca la relación especial del Círculo del Liceo, constituid­o en 1847 y cuyo primer presidente fue el Marqués de Sentmenat, con el Rey de España. Como así quedó contrastad­o el pasado 4 de noviembre gracias a la celebració­n que uno de los clubs privados más antiguos de España, cuya sede es un edificio contiguo al

Teatro del Liceo, llevó a cabo por su 175 aniversari­o.

Al festejo acudieron el Rey Felipe y la Reina Letizia, junto a más de cuatrocien­tos socios del Círculo –de los 1.200 con los que cuenta, lo que provocó un overbookin­g–, entre los que estaban destacados representa­ntes de la burguesía barcelones­a: Carles Cuatrecasa­s, Susana Gallardo y su marido, Manuel Valls, Javier Godó, Ignacio García Nieto, José García Reyes, Juan Eusebio Pujol, Luis López Lamadrid, Elena Barraquer, Ángel Gómez Sala, Joan Anton Maragall, José Bau, Ernestina Torelló, Paco Llonch... Así como algunos socios que no residen habitualme­nte en Barcelona pero tienen una estrecha relación sentimenta­l con la ciudad condal y con el club, como Conchita Villa y Paco Rodero, propietari­os de las bodegas Pago de los Capellanes, o José Antonio Zarzana, director de la bodega de su familia Ximénez-Spinola.

Llamativas fueron las ausencias de la alcaldesa Colau y del presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès. Si bien estas provocaron un sentimient­o de alivio entre muchos de los socios invitados que, según confiesan, preferían no “tener que cruzarse” con estas autoridade­s en día tan señalado para la institució­n.

En el regreso de Felipe ya como Rey de España al Círculo –lo había visitado con trece años junto al Rey Juan Carlos, la Reina Sofía y las infantas– recibió la ovación y todo tipo de gestos de complicida­d por parte de socios y empleados.

Mantiene la corbata, la americana y los zapatos bien lustrados como ineludible exigencia de admisión

Un reencuentr­o que fue posible por el empeño del presidente de la entidad, Francisco Gaudier, y gracias la inesperada invitación que le trasladó en abril a don Felipe, durante una audiencia del Rey con la junta del club que se llevó a cabo en el Palacio de Pedralbes.

“Le dijimos al Rey que tenía que venir más a Barcelona, ya que somos muchos los estamentos de la sociedad civil barcelones­a que deseamos tenerlo más a menudo en Barcelona, a lo que él me respondió que siempre que le invitan está encantado a volver a esta ciudad”, recuerda Gaudier, quien durante la celebració­n hizo de destacado guía de los Reyes por los salones modernista­s del Círculo, entre cuadros de Ramon Casas y la mirada arrebatado­ra de su Sargantain, obras de Francesc Masriera y los grabados de Antoni Tapies dedicados a la obra de Wagner.

“El Rey estuvo encantador, a muchos les sorprendió su cercanía y naturalida­d, se hizo decenas de selfis con todos los que se le pidieron”, subraya el presidente del Círculo, quien guarda palabras de elogio también para la Reina, cuya frialdad que le reprochan sus críticos quedó durante esta velada en entredicho: “Destacó por su elegancia y belleza, con el traje de Carolina Herrera que llevaba, así como por su simpatía con todos”.

Una noche para la historia de una institució­n singular en Europa, al ser el único club privado cuyo edificio está anexionado a un teatro de ópera. Hecho que permite a los socios del Círculo disfrutar de su servicio de restaurant­e y bar las noches de función.

“Nuestra relación con el Teatro del Liceo es la de un matrimonio de convenienc­ia”, subraya Gaudier, quien reivindica la condición de exclusivid­ad del club que preside y niega que institucio­nes como la suya, que tiene correspond­encia con un centenar de célebres clubs de otras ciudades, como La Gran Peña y el Nuevo Club (Madrid), el Oxford and Cambrige (Londres) o el Automobile Club de France (París), sean una anomalía en estos tiempos.

“Nuestra voluntad es seguir siendo un centro de alta cultura, allí donde se pueda hablar de todo y defender todas las opiniones desde la moderación. Es verdad que estos clubs tienen una cierta exclusivid­ad, pero son una manera de que la sociedad civil se manifieste”, explica Gaudier.

 ?? E.M. ?? Francisco Gaudier, presidente del Círculo del Liceo, posa en uno de sus salones. Es el único club privado de Europa cuyo edificio está anexionado a un teatro de ópera y con el que comparte servicio de restaurant­e.
E.M. Francisco Gaudier, presidente del Círculo del Liceo, posa en uno de sus salones. Es el único club privado de Europa cuyo edificio está anexionado a un teatro de ópera y con el que comparte servicio de restaurant­e.

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