El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

EL REPUBLICAN­O AMIGO DE ALFONSO XIII QUE FUNDÓ IBERIA E IBERDROLA

- POR MARTA CORBAL

Fue el industrial español más rico de su época y participó en más de 60 sectores. Impulsó Iberia, Iberdrola y Cementos Portland, compañías que aún sobreviven. Aunque actuaba como patrón, defendía a los trabajador­es y terminó encarcelad­o por ponerse del lado de los mineros asturianos en una huelga de 1934. Su socio era un alemán que resultó ser un poderoso líder nazi. Su vida estuvo repleta de intriga, guerras y espionaje.

HACE UN SIGLO, España vivió uno de sus eventos más crudos. El desastre de Annual fue una de las derrotas militares más espinosas que atravesaro­n las tropas españolas durante la guerra del Rif en Marruecos. A pesar de que el conflicto se saciaría finalmente con la victoria de las autoridade­s coloniales españolas y francesas contra los rebeldes rifeños comandados por Abd el-Krim, miles de soldados de todos los bandos murieron en sangrienta batalla. Entre otras tropelías acontecida­s entre 1921 y 1923, fue especialme­nte memorable la que terminó con la detención de cientos de españoles.

Civiles y militares. Les esperaban 18 meses de inhumano cautiverio.

Pero al otro lado del mapa había un hombre que pujaba fuerte por ellos. Su nombre era Horacio Echevarrie­ta y su baza más importante haber sido un empresario íntegro y honesto en tierras coloniales. Aquel hombre de negocios respetado por los líderes marroquíes ejerció de mediador entre Abd el-Krim y el gobierno español. Finalmente, los prisionero­s españoles fueron liberados a cambio de 4 millones de pesetas. Echevarrie­ta, que incluso llegó a ofrecerse como rehén, volvió a España entre laureles. Alfonso XIII le recibió con los brazos abiertos y un título entre las manos, el de Marqués del Rescate. Ofrenda que rechazó. “Soy republican­o”, le dijo al Rey que, por otra parte, era íntimo amigo suyo desde hacía años.

“No era un hombre de bandos, quizás por eso ha sido olvidado”, describe a LOC Gonzalo Arroita. Autor junto a María Peraita y Javier Amezaga de Las 150 vidas de Horacio Echevarrie­ta (2020) asegura que “es, probableme­nte, el empresario más importante de la historia de España”. El título del libro responde no solo a los 150 años de nacimiento del magnate, sino a que parecen necesarias cientos de vidas para hacer todo lo que hizo en una sola.

Nacido en Bilbao en 1870, Horacio Echevarrie­ta es el primer engranaje de un entramado empresaria­l que continúa en movimiento, pero también de grandes obras que resisten impávidas el paso del tiempo. “Iberia, Iberdrola, Cementos Portland, la urbanizaci­ón de la Gran Vía de Madrid, la transversa­l del Metro de Barcelona, los astilleros de Cádiz, el tranvía aéreo sobre el Niágara, la lista es interminab­le”, enumera Arroita. Aunque Echevarrie­ta recibió de su padre, un potente industrial vasco, varias tierras, minas y empresas, fue su pericia para sacar adelante negocios innovadore­s lo que le llevó a ser el empresario más rico del país.

Pero el que en los años 20 ya se había convertido en un millonario magnate, fue heredero de grandes deberes además de derechos. Su padre, Cosme Echevarrie­ta, había logrado un escaño como diputado por Bilbao en las elecciones de 19873. A Madrid se llevó por bandera el republican­ismo y la defensa de los fueros, relevo que le entregó a su hijo. Durante toda su vida, Horacio Echevarrie­ta navegó entre dos aguas que parecían inmiscible­s: la

de ser un patrón amigo de las monarquías europeas y la de su compromiso republican­o y socialista.

Desde 1903 hasta 1917, ejerció de diputado por la Conjunción Republican­o-Socialista. Esta implicació­n política tendrá posteriorm­ente una serie de consecuenc­ias en el declive de su trayectori­a empresaria­l. “Tuvo minas en toda España y le llamaban ‘empresario esquirol’. Él estaba preocupado por la situación de los trabajador­es, fue el primero que pensó en darles mejores condicione­s a los mineros”. Echevarrie­ta pensaba que “darles mejor una mejor vida a sus empleados, tenerlos contentos, significab­a mayor rendimient­o”. Máxima que muchos industrial­es y personas de clase alta no entendían.

Los años 20, coincident­es con la dictadura de Primo de Rivera, serán decisivos para Echevarrie­ta. Ya asentadas sus compañías mineras, el vasco decide cultivar una de sus pasiones: la ingeniería. Será esta su época de mayor bonanza y creativida­d. En 1927, fundó la aerolínea Iberia en colaboraci­ón con la compañía alemana Lufthansa. Una vez la empresa despegó como monopolio del transporte aéreo en España, decidió dejar la gestión a otras personas para adentrarse en nuevos proyectos. Durante estos años, también impulsará Saltos del Duero, empresa energética actualment­e conocida como Iberdrola.

El historiado­r Pablo Díaz Morlán es autor de dos libros dedicados a la figura del industrial vasco: Horacio Echevarrie­ta 1870-1963. El capitalist­a republican­o (1999) y Horacio Echevarrie­ta, empresario republican­o(2011). Tras décadas de estudio, su historia, de apariencia legendaria, no deja de impresiona­rle. “Estuvo metido hasta en 60 sectores distintos, también en la radio y en la prensa”, revela. Para lograr sus propósitos y también para mantener las buenas condicione­s de sus empleados, se alió con personas poderosas, de las que llegaba a ser amigo. Con Alfonso XIII tenía una complicida­d especial, ya que ambos idearon proyectos como la remodelaci­ón de la Gran Vía madrileña.

Más allá de grandes obras de ingeniería civil, naval y aeronáutic­a, Echevarrie­ta también se adentró en el mundo de las letras. Amigo de intelectua­les como Unamuno, adquirió el periódico El Liberal en 1927 y participó en la creación de la Cadena SER. Por este motivo, se le ha comparado con el magnate estadounid­ense de los medios de comunicaci­ón William Randolph Hearst.

Horacio Echevarrie­ta también suele ser equiparado a Howard Hughes, un multimillo­nario empresario de la aviación de los Estados Unidos. Pero el amor del vasco no estaba en el aire, sino en el mar. Cuando no era patrón, Echevarrie­ta era marinero, llegando a ser campeón de la Regata Internacio­nal de Yates a Vela Plymouth-Santander. Su pasión por la navegación, le hizo involucrar­se de más en ciertos proyectos. “Se obsesionó con los astilleros de Cádiz. Siempre buscaba desarrollo­s constructi­vos, ingenieril­es, tecnológic­os”, explica María Peraita, arquitecta de la Cátedra UNESCO de Paisajes Culturales y Patrimonio. Directora de la Fundación Punta Begoña, dedicada a la memoria del empresario, cree que su declive empezó en la década de los 30. No tardaría en tocar fondo.

“Una de sus apuestas más importante­s fue el desarrollo del submarino E-1. Se llevó a ingenieros de confianza de Vizcaya y estuvieron construyen­do con los alemanes”. Desde hacía años, Echevarrie­ta había vinculado sus negocios a los de Wilhelm Canaris, un próspero espía germano junto al que creó un emporio dedicado a crear avances militares y de espionaje. Décadas más tarde, su socio llegaría a ser un importante almirante nazi supuestmen­te responsabl­e del asesinato de la intelectua­l Rosa Luxemburgo y el político Karl Liebknech, líderes comunistas y judíos.

Sin embargo, cuando Horacio colaboraba con él solo lo hacía para sacar adelante sus dos grandes ambiciones: el insigne buque de la Armada Española Juan Sebastián Elcano y el submarino E-1, que llegó a ser el más avanzado del momento. Pero este puntero batiscafo fue capaz también de sumergir la economía del magnate, que solo había llegado con el general Primo de Rivera a un acuerdo verbal.

La proclamaci­ón de la República no le sentará del todo bien al mismo hombre que rechazó el título de marqués y creó innumerabl­es proyectos junto a Alfonso XIII. “Los republican­os rechazan los acuerdos que tenía con la Monarquía. Se queda con un submarino y una fábrica nacional de torpedos que ha construido y no quiere nadie. Se arruina, pero termina saliendo adelante”, explica Pablo Díaz Morlán. Haber seguido una corriente política marcada no le llevó tampoco a buen puerto. En 1934, fue detenido junto al político Indalecio Prieto en Asturias por portar armamento en un barco para apoyar la huelga de los mineros arengada por los socialista­s. A este acto se le llamó la Operación turquesa y resultó ser una trampa.

“Alfonso XIII le dijo que le iba a comprar los submarinos y no lo hizo. La República le dice que sí se los compra, pero lo lían en todo el asunto de la Operación turquesa”, explica Gonzalo Arroita. Por aquel error, el empresario fue encarcelad­o y coincidió con Santiago Carrillo como prisionero, de quien se hizo amigo. “Era un hombre bonachón. En el 35 sale de la cárcel, pero ya no era una sombra de lo que era”. Echevarrie­ta tuvo que hipotecar varias propiedade­s y desprender­se de una gran parte de su colección de arte, que era magnífica”.

Durante el transcurso la Guerra Civil, mantendrá su espíritu neutral. Con mano izquierda, y derecha, escondió en su casa de Madrid tanto a republican­os como a sublevados. “Se fue de la política porque no era una persona de bandos, sino una persona completame­nte constructi­va”.

En el plano personal, Echevarrie­ta era un hombre sencillo y feliz de ser padre de siete hijos junto a María Madaleno Zárraga, con quien se había casado en 1900. Su lugar favorito era Punta Begoña, su palacete familiar junto al mar de Vizcaya. Falleció en Baracaldo, a la edad de 92 años. Su bisnieto, Horacio Echevarrie­ta, recuerda con cariño su legado. Inabarcabl­e. “Es una persona muy importante en nuestra familia, siempre presente”. A seis décadas de su ida, todavía se puede percibir su estela empresaria­l, que sigue avanzando por tierra, mar y aire.

Fue diputado por la Conjunción Republican­oSocialist­a, pero la política acabó con su prosperida­d

Fue apresado por apoyar una huelga minera en Asturias en 1934. En la cárcel se hizo amigo de Santiago Carrillo

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ARCHIVO Medió en el rescate de cientos de prisionero­s españoles de la guerra del Riff.
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ARCHIVO Fue amigo de Alfonso XIII y juntos idearon varios proyectos y empresas.
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ARCHIVO Invirtió su atrimonio en diseñar el ubmarino más avanzado del omento, el E-1.
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ARCHIVO Desde 1903 a 917 ejerció de iputado por la Conjunción epublicano­Socialista.

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